En cada lugar será distinta porque es difícil
prever cual será el viaje del coronavirus: qué paradas realizará y con qué
intensidad habitará en cada una de ellas. Toda cautela es poca pero la
responsabilidad no puede derivar en miedos que nos paralicen e impidan el
ejercicio de derechos tan fundamentales como el de la educación. Con el deseo
que este se aplique con la máxima normalidad ahí van diez propuestas.
(Igualmente son válidas en otros países con otro calendario lectivo).
1. El pleno
derecho a la educación solo puede ser presencial.
Por encima de todo hay que atender el interés
superior de la infancia (y, por extensión, el de la adolescencia y la
juventud). Es el espacio donde se trabaja la igualdad de oportunidades, se
desarrolla la educación integral, se opera el proceso de socialización y se
combate el fracaso escolar. El profesorado ha de formarse y actualizarse al
máximo con la tecnología, pero no para sustituir la presencialidad sino para
enriquecerla, porque la modalidad online no es educación sino
mero aprendizaje o instrucción. Es un recurso que cabría utilizar solo en casos
extremos, muy extremos. Y no debería repetirse lo que sucedió en algunos
países, donde las escuelas fueron el primer servicio en cerrar y el último en
abrir.
2. El alumnado más
vulnerable debe recibir una atención especial.
El período de excepcionalidad sin escuela ha
agudizado las desigualdades educativas y, más en concreto, la brecha digital:
falta de conectividad, carencias telemáticas por parte del alumnado, escaso
apoyo docente o familiar, condiciones de habitabilidad,… Porque la COVID-19 sí
entiende de clases sociales, y se ceba especialmente en la pobreza, donde el
porcentaje de abandonos temporales es preocupante. Es preciso organizar todo
tipo de apoyos y ayudas, dentro del horario escolar y extraescolar, para
recuperar el tiempo perdido hasta donde sea posible. El reto es tan necesario
como ambicioso: movilizar amplios recursos para que la educación inclusiva, que
atiende a todas las diversidades, sea posible.
3. El cuidado de
la salud integral de la infancia y la juventud.
A día de hoy se saben más cosas sobre el
coronavirus. Una de ella es su baja o mínima afectación, según se mire, en la
infancia. Numerosos estudios de pediatras así lo avalan. No por ello hay que bajar
la guardia y las medidas preventivas y de control -las PCR entre otras- siempre
serán imprescindibles, porque conviven con personas adultas y las cadenas de
transmisión son múltiples y el riesgo cero nunca existe. Pero hay que atender
su salud integral: física, mental, emocional y social. Son conocidas las
secuelas psicológicas del confinamiento y del aislamiento en algunos países:
estados de ansiedad e irritabilidad, lloros incontrolados, tristeza, obesidad,…
A veces la falta de contacto físico y de abrazos es más perjudicial.
4. El
acompañamiento emocional y la cura mutua.
Esto es lo que han hecho muchos docentes durante el
confinamiento y lo que tendrán que continuar haciendo en período lectivo para
cicatrizar las heridas antes descritas. Pero, más allá de esta emergencia, este
acompañamiento requiere un cuidado continuo entre todos los agentes de la
comunidad educativa. Es lo que mi amigo Julio Rogero llama la escuela de la
cura mutua. Por supuesto que hay que cuidar al alumnado, pero también debe
hacerlo el profesorado u otro personal del centro. Porque el bienestar emocional
es una de tantas condiciones que favorece una mejor educabilidad. Con
relaciones humanas más cercanas, empáticas, colaborativas y solidarias.
5. Vivir la
naturaleza.
Este ha sido el bien más preciado del que no han
gozado muchas infancias durante el confinamiento y, lamentablemente, del que
siguen privados muchos centros. Los hay que siguen viviendo de espaldas a la
naturaleza. Huelga comentar los beneficios que suponen para la salud, el poder
respirar aire puro, la luz solar, el movimiento,… La historia de la renovación
pedagógica es pródiga en ejemplos que ponen en relación las nuevas corrientes
higienistas y ecológicas con las oportunidades que brinda el entorno natural
tanto para el crecimiento en libertad como para la adquisición más sólida y
vivencial de un buen número de conocimientos. ¡Lo que se aprende en la
naturaleza! A veces se encuentra un poco lejos pero otras la tenemos al lado,
sobre todo cuando se transforman los patios en jardines y bosquecillos.
6. Currículum: lo
más prioritario.
No es mi intención entrar en el análisis de los
contendidos de un currículo, con frecuencia, excesivamente rígido y
sobrecargado, sino poner el foco en algunos que me parecen cultural y
socialmente relevantes: los que conciernen a la condición humana, a los bienes
comunes, a la libertad y la igualdad, al sufrimiento humano, a los Derechos
Humanos, a la conciencia planetaria,… Los que nos ayudan a entender mejor en
qué mundo vivimos y cómo se puede contribuir a transformarlo. Algo que se hace
tratando de convertir la información en conocimiento y en pensamiento, formando
mentes críticas y libres, donde el dominio de la palabra -el hábito y la
comprensión lectora- constituye la herramienta más poderosa para acceder a
estos y otros contenidos relevantes.
7. Ratios, tiempos
y espacios.
Las situaciones de excepcionalidad son también
oportunidades para introducir medidas de calidad. Una de ellas, largamente
reivindicada, es la reducción del número de alumnos por aula con el fin de
atender mejor la amplia diversidad de alumnado, la personalización de su
aprendizaje y su acompañamiento tutorial. Pero hay otras, como la
disponibilidad de nuevos espacios o la transformación de los ya existentes,
empezando por el aula y terminando por el patio, para adecuarlos a las diversas
tareas: trabajo colaborativo, investigación, experimentación, talleres y
ambientes de aprendizaje, etc. Asimismo, se requiere una mayor flexibilidad de
los tiempos horarios: estos deberían fijarse en función de cada actividad y no
al revés.
8. Equipos docentes
ampliados.
La actual pandemia, en tanto no remita, obliga a
los centros a ampliar sus plantillas con personal de limpieza y enfermería:
porque el profesorado no puede ni debe asumir esta responsabilidad sanitaria.
Pero además de los maestros y maestras de grado y especialistas, hay otras
figuras profesionales que, tanto ahora como en el futuro, tendrían que formar
parte del equipo docente, pues son pocos los centros que disponen de ellas ya
sea de forma exclusiva o compartida. Me refiero a orientadores, educadores
sociales, logopedas, equipos psicopedagógicos, personal para atender alumnado
con diversidades funcionales específicas,… Asimismo, se precisa una ampliación
del personal administrativo para liberar a los equipos directivos de la
sobrecarga de tareas burocráticas.
9. Complicidad y
conciliación familiar.
Durante el confinamiento ha habido de todo:
familias absolutamente desconectadas y abandonadas por parte de los centros y
casos en los que se han generado nuevas complicidades y, sobre todo, nuevas
necesidades que requieren una colaboración de confianza mutua entre escuela y
familia. Hay que preguntarse si los actuales cauces de relación y participación
son suficientes o habría también que explorar otras fórmulas más imaginativas,
actualizadas y eficientes. Por otro lado, si algo ha supuesto el confinamiento
ha sido la intensidad de la vida familiar, aunque como decíamos al principio en
condiciones muy diversas, algunas ciertamente muy duras. Ello, no obstante,
abre un debate recurrente: ¿no sería necesario modificar algunos horarios
escolares -también los laborales, claro- para garantizar la tan demandada
conciliación familiar?
10. El derecho a
la educación, más allá de la escuela.
En el primer punto se ponía el énfasis en el
derecho a la educación mediante la presencialidad escolar, como no puede ser de
otra manera. Pero este derecho, para ser más amplio y efectivo, se complementa
con el acceso a las actividades extraescolares, vacacionales y de otro tipo.
Porque el conocimiento curricular se enriquece con la cultura del entorno, con
la posibilidad de desarrollar diversas habilidades y de disfrutar del
patrimonio artístico y natural. Por esto, el currículo escolar debería ofrecer
estas otras oportunidades educativas a toda la población, con políticas de
ayudas y becas para el alumnado socialmente más vulnerable.
Por: Jaume Carbonell
Fuente:
https://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2020/07/15/decalogo-para-la-vuelta-al-cole-en-septiembre/
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