Los educadores tenemos un papel
esencial para frenar esta pandemia. ¡Únete y haz historia!
En momentos de crisis, informar no siempre es suficiente ya que, a veces, es necesario utilizar herramientas, metodologías y estrategias propias de la educación para que la sociedad pueda entender una situación como la que ha generado el nuevo coronavirus. Los educadores tenemos un papel esencial para frenar esta pandemia: si ponemos nuestro conocimiento educativo al servicio de la sociedad, podemos ayudar mucho.
#educaCOVID19
Estos días estamos utilizando
este hashtag en redes para destacar aquellos contenidos que creemos que pueden
ayudar a que se promuevan aprendizajes valiosos sobre el COVID-19.
Estos contenidos pueden ayudar a abordar el tema a educadores
y también a las familias que tienen a sus hijos en casa estos días. No tenemos
la intención de que el hashtag sea trending topic, al revés: sería
contraproducente porque, tristemente, no hay tanta información que
permita un uso didáctico circulando en Internet.
¿Qué consideramos “didáctico” en estas circunstancias?
Las especiales características de
esta emergencia, el hecho de que una parte importante del alumnado esté en sus
casas, la necesidad de apoyarnos en medios digitales y la dificultad de
competir con los contenidos espectaculares o morbosos que aparecen en distintos
medios, hacen que la definición que damos de “didáctico” sea especial.
1. Educar adaptándonos a la capacidad de comprensión, pero también a la emoción
Las emociones pueden potenciar o
frenar el aprendizaje en determinados momentos. La situación generada por el
COVID-19 es altamente emocional y va a resultar difícil que una propuesta
educativa sobre el tema tenga éxito si no sintoniza con las emociones de
nuestro alumnado.
¿Cuáles son esas emociones?:
·
Miedo,
ansiedad, estrés
·
Incertidumbre,
inseguridad
·
Incredulidad,
escepticismo, negación
·
Enfado,
irritabilidad
·
Desconexión
(“no va conmigo”)
·
Solidaridad,
responsabilidad, deseo de ayudar
·
Otras: la
variedad de emociones en situaciones de crisis puede ser muy amplia.
La adaptación a la capacidad de
comprensión la da el propio contenido. Por
ejemplo, un texto escrito por alguien experto en epidemiología puede ser
accesible e interesante en Bachillerato, mientras que una canción sobre el
lavado de manos puede ser muy adecuada en Infantil y primer ciclo de Primaria.
Sin embargo, la adaptación a la emoción es algo que depende del educador (ya
sea un docente o alguien de la familia). Si nos damos cuenta de cuál es la
emoción que está predominando, podremos establecer una conexión con el
contenido a través de ella.
Lo ideal sería que llegáramos a
poder utilizar un enfoque educativo para ayudar a aliviar las emociones
negativas y llegar a aquellas emociones (solidaridad, esperanza, confianza…)
que nos permitan guiar a niños, niñas y adolescentes a obtener
aprendizajes valiosos de esta situación. Pero… ¿Se puede sacar algún valor
educativo de esto? ¿Imposible? No, sigamos definiendo lo “didáctico”.
2. Educar con un valor añadido
Las crisis ponen a prueba una
capacidad muy importante de las personas, los grupos y las sociedades: la
resiliencia. Las crisis no son deseables, no son “buenas”, pero pueden
llegar a ayudarnos a aprender cosas que nos valdrán toda la vida y que nos
ayudarán a afrontar otras crisis, grandes o pequeñas, con una “caja
de herramientas” bien preparada.
Una crisis nos puede ayudar a:
·
Aprender
a prepararnos para imprevistos.
·
Aprender
a planificar, a organizarnos y a priorizar.
·
Aprender
a “prescindir”, a centrarnos en lo importante y en lo esencial.
·
Empatizar
con las personas más vulnerables y entender mejor la situación de las personas
que se enfrentan a emergencias cada año en el mundo.
·
Desarrollar
nuestro sentido de la responsabilidad, de la colaboración y, aunque suene raro,
aprender a “no ser una carga” y madurar.
·
Motivarnos
a formar parte de la solución y no del problema.
Estos aprendizajes no están en el
curriculum formal y son accesibles para las familias. El retraso puntual que un alumno podrá
experimentar en matemáticas o historia en estos días quizás le dé la oportunidad
de aprender cosas igualmente valiosas y que no entran en exámenes y
evaluaciones.
3. Educar para desarrollar, no para evaluar
PISA pesa, las evaluaciones nos
esperan amenazantes, en bachillerato hay incertidumbre sobre la EvAU en
aquellos lugares donde han cerrado los centros educativos…. Pero en
situaciones excepcionales todos tenemos que hacer un esfuerzo, por el bien
de los estudiantes, y aceptar que seguir con modelos de enseñanza
orientados a los resultados en este contexto es, no solo poco realista, sino
contraproducente.
Cuando decimos que el esfuerzo
debe ser de todos nos referimos a:
·
Las
instituciones políticas tienen que ser flexibles
Nos encontramos en una situación
en la que puede ocurrir que el curso no acabe con normalidad para muchos
estudiantes y que algunas pruebas de evaluación no den los resultados
esperados. Desde el ámbito político es necesario estudiar opciones que permitan
que, de darse esta circunstancia, se pueda garantizar la permanencia de los
estudiantes en el sistema educativo.
·
Los
centros educativos pueden ser innovadores
La adaptación curricular es
clave en esta situación. Este
es un momento ideal para transmitir conocimientos relacionados con la
salud, los hábitos saludables, los microorganismos, el cuerpo humano, la
geografía humana, las enfermedades en la historia, las estadísticas de
población… e infinidad de materias curriculares de todos los niveles.
Estos temas, en una situación
“normal” podrían pasar desapercibidos o resultar “aburridos” o provocar un “y
saber esto para qué me sirve”. En las presentes circunstancias, muchos
alumnos tendrán verdadero interés y curiosidad por estos contenidos, lo que
es algo que facilitará la tarea a docentes y familias. ¿Y si de esta
crisis sale la generación de científicos que encuentre la cura contra el
cáncer, la ELA o alguna enfermedad rara? Aprovechémoslo, otros
contenidos pueden recuperarse más adelante.
·
Las
familias necesitan paciencia
El esfuerzo extra que están
haciendo las familias allí donde se han suspendido las clases es necesario,
pero no tiene que ser hercúleo. Las notas tienen un poco menos de
importancia, un expediente brillante no deja de serlo por unas semanas de
incertidumbre. Desde los hogares podemos enseñar cosas que, no
por ser extracurriculares, son menos importantes. También podemos ayudar a los
docentes entendiendo que se encuentran en una situación nueva y que los
primeros momentos son de prueba y error. Por ejemplo: está claro que la
educación a distancia no es “poner deberes” y, seguramente, con el
tiempo los docentes podrán implementar métodos más adecuados,
motivadores y adaptados a las dinámicas familiares para la enseñanza a
distancia.
·
Por
supuesto, los estudiantes también tienen que poner de su parte
Los niños, niñas y adolescentes
son ciudadanos de pleno derecho y, salvo los más pequeños o
aquellos que sean especialmente vulnerables, no pueden quedarse de brazos
cruzados cuando toda la sociedad se enfrenta a una crisis. No es el momento de
sumar problemas en sus familias y los adultos debemos hacerles conscientes de
ellos, facilitando que sean parte de la solución, no del problema.
Amaya L. Turiso
Editora de contenidos didácticos
en UNICEF España
Fuente
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