miércoles, 10 de junio de 2020

¿Por qué es importante educar sobre el nuevo coronavirus?


Los educadores tenemos un papel esencial para frenar esta pandemia. ¡Únete y haz historia!

En momentos de crisis, informar no siempre es suficiente ya que, a veces, es necesario utilizar herramientas, metodologías y estrategias propias de la educación para que la sociedad pueda entender una situación como la que ha generado el nuevo coronavirus. Los educadores tenemos un papel esencial para frenar esta pandemia: si ponemos nuestro conocimiento educativo al servicio de la sociedad, podemos ayudar mucho.


#educaCOVID19
Estos días estamos utilizando este hashtag en redes para destacar aquellos contenidos que creemos que pueden ayudar a que se promuevan aprendizajes valiosos sobre el COVID-19. Estos contenidos pueden ayudar a abordar el tema a educadores y también a las familias que tienen a sus hijos en casa estos días. No tenemos la intención de que el hashtag sea trending topic, al revés: sería contraproducente porque, tristemente, no hay tanta información que permita un uso didáctico circulando en Internet.

¿Qué consideramos “didáctico” en estas circunstancias?
Las especiales características de esta emergencia, el hecho de que una parte importante del alumnado esté en sus casas, la necesidad de apoyarnos en medios digitales y la dificultad de competir con los contenidos espectaculares o morbosos que aparecen en distintos medios, hacen que la definición que damos de “didáctico” sea especial.

1. Educar adaptándonos a la capacidad de comprensión, pero también a la emoción
Las emociones pueden potenciar o frenar el aprendizaje en determinados momentos. La situación generada por el COVID-19 es altamente emocional y va a resultar difícil que una propuesta educativa sobre el tema tenga éxito si no sintoniza con las emociones de nuestro alumnado.
¿Cuáles son esas emociones?:
·         Miedo, ansiedad, estrés
·         Incertidumbre, inseguridad
·         Incredulidad, escepticismo, negación
·         Enfado, irritabilidad
·         Desconexión (“no va conmigo”)
·         Solidaridad, responsabilidad, deseo de ayudar
·         Otras: la variedad de emociones en situaciones de crisis puede ser muy amplia.

La adaptación a la capacidad de comprensión la da el propio contenido. Por ejemplo, un texto escrito por alguien experto en epidemiología puede ser accesible e interesante en Bachillerato, mientras que una canción sobre el lavado de manos puede ser muy adecuada en Infantil y primer ciclo de Primaria. Sin embargo, la adaptación a la emoción es algo que depende del educador (ya sea un docente o alguien de la familia). Si nos damos cuenta de cuál es la emoción que está predominando, podremos establecer una conexión con el contenido a través de ella. 
Lo ideal sería que llegáramos a poder utilizar un enfoque educativo para ayudar a aliviar las emociones negativas y llegar a aquellas emociones (solidaridad, esperanza, confianza…) que nos permitan guiar a niños, niñas y adolescentes a obtener aprendizajes valiosos de esta situación. Pero… ¿Se puede sacar algún valor educativo de esto? ¿Imposible? No, sigamos definiendo lo “didáctico”.

2. Educar con un valor añadido
Las crisis ponen a prueba una capacidad muy importante de las personas, los grupos y las sociedades: la resiliencia. Las crisis no son deseables, no son “buenas”, pero pueden llegar a ayudarnos a aprender cosas que nos valdrán toda la vida y que nos ayudarán a afrontar otras crisis, grandes o pequeñas, con una “caja de herramientas” bien preparada.
Una crisis nos puede ayudar a:
·         Aprender a prepararnos para imprevistos.
·         Aprender a planificar, a organizarnos y a priorizar.
·         Aprender a “prescindir”, a centrarnos en lo importante y en lo esencial.
·         Empatizar con las personas más vulnerables y entender mejor la situación de las personas que se enfrentan a emergencias cada año en el mundo.
·         Desarrollar nuestro sentido de la responsabilidad, de la colaboración y, aunque suene raro, aprender a “no ser una carga” y madurar.
·         Motivarnos a formar parte de la solución y no del problema.
Estos aprendizajes no están en el curriculum formal y son accesibles para las familias. El retraso puntual que un alumno podrá experimentar en matemáticas o historia en estos días quizás le dé la oportunidad de aprender cosas igualmente valiosas y que no entran en exámenes y evaluaciones.

3. Educar para desarrollar, no para evaluar
PISA pesa, las evaluaciones nos esperan amenazantes, en bachillerato hay incertidumbre sobre la EvAU en aquellos lugares donde han cerrado los centros educativos…. Pero en situaciones excepcionales todos tenemos que hacer un esfuerzo, por el bien de los estudiantes, y aceptar que seguir con modelos de enseñanza orientados a los resultados en este contexto es, no solo poco realista, sino contraproducente.
Cuando decimos que el esfuerzo debe ser de todos nos referimos a:
·         Las instituciones políticas tienen que ser flexibles
Nos encontramos en una situación en la que puede ocurrir que el curso no acabe con normalidad para muchos estudiantes y que algunas pruebas de evaluación no den los resultados esperados. Desde el ámbito político es necesario estudiar opciones que permitan que, de darse esta circunstancia, se pueda garantizar la permanencia de los estudiantes en el sistema educativo.
·         Los centros educativos pueden ser innovadores
 La adaptación curricular es clave en esta situación. Este es un momento ideal para transmitir conocimientos relacionados con la salud, los hábitos saludables, los microorganismos, el cuerpo humano, la geografía humana, las enfermedades en la historia, las estadísticas de población… e infinidad de materias curriculares de todos los niveles.
Estos temas, en una situación “normal” podrían pasar desapercibidos o resultar “aburridos” o provocar un “y saber esto para qué me sirve”. En las presentes circunstancias, muchos alumnos tendrán verdadero interés y curiosidad por estos contenidos, lo que es algo que facilitará la tarea a docentes y familias. ¿Y si de esta crisis sale la generación de científicos que encuentre la cura contra el cáncer, la ELA o alguna enfermedad rara? Aprovechémoslo, otros contenidos pueden recuperarse más adelante.
·        
   Las familias necesitan paciencia
El esfuerzo extra que están haciendo las familias allí donde se han suspendido las clases es necesario, pero no tiene que ser hercúleo. Las notas tienen un poco menos de importancia, un expediente brillante no deja de serlo por unas semanas de incertidumbre. Desde los hogares podemos enseñar cosas que, no por ser extracurriculares, son menos importantes. También podemos ayudar a los docentes entendiendo que se encuentran en una situación nueva y que los primeros momentos son de prueba y error. Por ejemplo: está claro que la educación a distancia no es “poner deberes” y, seguramente, con el tiempo los docentes podrán implementar métodos más adecuados, motivadores y adaptados a las dinámicas familiares para la enseñanza a distancia.
·         Por supuesto, los estudiantes también tienen que poner de su parte
Los niños, niñas y adolescentes son ciudadanos de pleno derecho y, salvo los más pequeños o aquellos que sean especialmente vulnerables, no pueden quedarse de brazos cruzados cuando toda la sociedad se enfrenta a una crisis. No es el momento de sumar problemas en sus familias y los adultos debemos hacerles conscientes de ellos, facilitando que sean parte de la solución, no del problema.



Amaya L. Turiso
Editora de contenidos didácticos en UNICEF España
Fuente

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