lunes, 22 de junio de 2020

Pedagogía de la excepción: 5 claves para pensar la educación en la pandemia

Conectarse con cada estudiante y ejercer la escucha, priorizar los contenidos y habilidades más relevantes, reconocer las desigualdades y el rol pedagógico de la familia, recrear rutinas y dar retroalimentación, crear comunidad para reflexionar en equipo son los “caminos pedagógicos” que propone Axel Rivas para transitar la pandemia.


Conectar con los alumnos, priorizar contenidos, planificar con la desigualdad, establecer una nueva rutina y reflexionar en comunidad son los cinco “caminos pedagógicos” que propone Axel Rivas, director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés, en el documento “Pedagogía de la excepción. ¿Cómo educar en la pandemia?“, publicado por la universidad y orientado a pensar la escuela en América Latina en tiempos de coronavirus.

Rivas menciona cinco transformaciones fundamentales que ha sufrido la organización escolar en este contexto: no hay presencia física, no hay horarios, se desarmó el currículum, se debilitó la motivación basada en el deber externo, y la “normalidad” ha dejado lugar a lo imprevisible y lo inédito.

Para este período, el autor resalta que es necesario poner en el centro “el disfrute de aprender“. A la vez, subraya que “la educación no es entretenimiento“, aunque pueda resultar entretenida por momentos: “La educación es una fuerza que busca transformar a los sujetos para hacerlos autónomos, busca crear en ellos la capacidad de leer, escribir, resolver problemas y pensar; busca el distanciamiento crítico que permite actuar con sentido; el control de la voluntad para ser menos sujeto a los deseos e intereses de otros; el valor de la ética para hacer este mundo más justo”.
El incremento de las desigualdades es una de las principales consecuencias de estos cambios impuestos por la pandemia de Covid-19. “La familizarización de la educación es un viaje hacia la profundización de las desigualdades. Basta saber que la ausencia de conectividad se ha convertido en la mayor barrera de acceso a la educación en la pandemia. El nivel educativo y económico del hogar han magnificado sus efectos sobre los estudiantes”, señala el autor.
En este marco, Rivas invita a pensar una “pedagogía de la excepción” que actúe sobre las inmensas desigualdades sociales: “Hay que hacer un ejercicio nuevo de transposición didáctica pandémica. Algo nunca visto, ni teorizado, ni imaginado”. Su propuesta se concreta en cinco “caminos pedagógicos”.

1) Conectarse con cada estudiante y ejercer la escucha
Rivas plantea que el primer paso es conectar de forma singular con cada alumno de cada curso y de cada escuela: “La búsqueda de los alumnos es la búsqueda de sus rostros. Hay que intentar de diversas maneras que vean a sus docentes“. Ese encuentro se puede dar en clases sincrónicas si los alumnos tienen esa posibilidad tecnológica. Si no cuentan con conectividad, existen de todos modos otras opciones: “Mandar segmentos breves de videos con saludos, palabras de aliento, cuentos, poesías, desafíos o juegos es especialmente recomendable”.
“Es necesario poner más en juego que nunca la contención, la humanidad y el apoyo individual, detectando casos críticos y creando un marco previsible de contacto y cercanía”, escribe Rivas. Y agrega que es importante dar lugar a la voz de los alumnos en mensajes grabados, por ejemplo notas de voz de Whatsapp: “Nuestros alumnos deben sentirse escuchados. La pedagogía de la excepción requiere crear una nueva eficiencia humana de la escucha”.

2) Priorizar los contenidos y habilidades más relevantes
El documento sostiene que en este tiempo cobra más valor la capacidad de diseño didáctico del docente: “Es un momento para pensar y hacer buenas propuestas de aprendizaje, que tengan en cuenta los saberes previos de los estudiantes y sus condiciones actuales”. El gran desafío aquí es priorizar: en cantidad, en calidad y en la producción de sentido. “Debemos elegir las batallas, saber balancear aquello que más valor tiene en nuestro programa curricular. No habrá tiempo para todo: habrá que elegir y ‘curar’ contenidos”, afirma Rivas.
La pedagogía de la excepción requiere seleccionar los contenidos curriculares más relevantes, así como las habilidades y destrezas más necesarias: “Habilidades cognitivas que permitan pensar, generar transferencia, comprender. Destrezas digitales para hacer pie en este nuevo mundo. Habilidades de la personalidad para desarrollar la paciencia, la empatía, la resiliencia, la solidaridad y la adaptabilidad en medio de tanto cambio. Y, muy especialmente, las habilidades de autoaprendizaje y metacognición, más necesarias que nunca”.

3) Reconocer las desigualdades y el rol pedagógico de la familia
“La pandemia produjo la familiarización de la educación. Se metió la escuela adentro del hogar”, define Rivas. En consecuencia, “es tiempo de mayor realismo didáctico: la planificación no funcionará sin entender el contexto donde viven los alumnos“. La brecha digital parte las aguas en este terreno. El documento recomienda “dar doble opción: para quienes pueden explorar en internet y para quienes no. Y lograrlo sin hacer sentir a quienes no tienen acceso que están perdiéndose el mundo por estar aislados digitalmente”.
Es necesario reconocer el rol que está desempeñando la familia, y explicitar qué se espera de ellos: “Ya no hay un sujeto de aprendizaje único, sino que convivimos con la duplicidad: el alumno y su hogar. La pedagogía de la excepción propone escribirles/hablarles a las familias de manera directa, intencional, explícita. Se sugiere crear una doble intencionalidad pedagógica, un doble registro. Por un lado, la actividad que se propone al alumno, en cualquiera de sus formatos posibles. Por el otro, las indicaciones para las familias que lo acompañan”. Rivas sugiere también contemplar y favorecer el trabajo entre pares.

4) Recrear rutinas y dar retroalimentación
El documento plantea que uno de los desafíos más complejos es el de recrear cierta rutina o “frontera” escolar. En este punto Rivas recomienda proponer a los alumnos que lean un par de páginas por día para no perder el hábito de la lectura, incluir en cada proyecto ciertas secuencias curriculares de repetición y consolidación, hacer rutinas de síntesis semanal de aprendizajes, crear un diario de lo aprendido o de las reflexiones sobre lo aprendido, entre otras opciones. Y destaca la importancia de la evaluación formativa y la retroalimentación.
“La evaluación formativa puede completarse con un modelo de portafolio, donde los alumnos vayan depositando/mandando sus trabajos y sus proyectos. El resultado final ya no podrá ser una nota ni una vara que se basa en una ficción de igualdad y en una serie de parámetros curriculares que ya no están ahí. Parece más adecuado a este contexto elaborar un informe cualitativo individual de devolución al alumno para que sienta que valió la pena el esfuerzo, para situar qué aprendió, cuáles fueron sus fortalezas y debilidades, creando un panorama general que permita retomar su trayecto el año próximo”, sugiere el texto.

5) Crear comunidad para reflexionar en equipo
Rivas destaca la importancia de sostener la dimensión comunitaria del trabajo educativo: “Hablar con los colegas, pensar juntos, descargar los pesos de la incertidumbre y los dolores sociales y personales que vivimos en este tiempo desalmado”. Y continúa: “Planificar juntos no es fácil pero hay que intentar aunar ideas y en lo posible trabajar por proyectos. Aprovechar la reducción curricular para amplificar las dosis de interdisciplina. Armar buenas preguntas y poner a los chicos a investigar, conectar temas, hacer propuestas frondosas que se recorren en varios días, no actividades sueltas que se evaporan”.
A modo de cierre, el documento explicita una pregunta que sobrevuela en los debates educativos de estas semanas: ¿qué de todo esto debería quedar en las escuelas cuando la pandemia se termine? Y aventura una respuesta: “La escuela tiene secretos bien guardados que se anclan en las maneras de estructurar el conocimiento y desplegarlo masivamente. No está muerta ni sus dispositivos son insensatos. No hay que caer en las tentaciones de la innovación sin saber qué riesgos hay en juego. En todo caso, este viaje hacia la pedagogía de la excepción permitirá pensarlo todo. Saldremos más reflexivos y podremos, ojalá pronto, balancear qué funciona realmente del viejo orden y qué podremos cambiar que valga la pena”.







Por Alfredo Dillon
Fuente

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