Establecido en 1992 y popularizado en 1999, el Día Internacional del Hombre busca concientizar sobre la salud de los varones y mejorar las relaciones de género promoviendo expresiones positivas de masculinidad más allá de la hegemonía. Esta fecha nos invita también a repensar y celebrar a aquellas masculinidades que son vulneradas, como los homosexuales, bisexuales, transgénero o las personas masculinas no binarias.
El feminismo ha mostrado a lo largo de los años que los varones poseen
un claro privilegio ante las mujeres. Basta con ver las estadísticas de cuántos
hombres son asesinados por su género en manos de mujeres, o cuántos de ellos
son cuestionados por su elección a la hora de tener o no hijxs. Los
ejemplos pueden ser miles y se entiende que para las mujeres la realidad es muy
distinta. Y es por esto que quizá uno podría cuestionarse, ¿por qué un Día del
Hombre? ¿Acaso no son todos los días un recordatorio de este privilegio?
Pero como ha dicho la influyente antropóloga feminista Rita Segato,
“nuestros enemigos no son los hombres, sino el orden político patriarcal”. Con
respecto a este punto, Benjamín Pereira de Hombres contra el
Patriarcado sostiene que “para que haya igualdad, los privilegios deben
desaparecer, y claro, cuando estás acostumbrado al privilegio, la igualdad se
siente como opresión”.
Para Pereira, es necesario distinguir entre privilegio (opinar sobre el
cuerpo de una mujer o no implicarte en los cuidados familiares sin ningún tipo
de consecuencia) y derecho negado (caminar por la calle sin miedo a que te
violen y te maten). “Cuando hablamos de acabar con nuestros privilegios no
pedimos tener las mismas opresiones que las mujeres, sino el cese de las
ventajas que disponemos por el mero hecho de ser percibidos como hombres. Es
por eso que debemos responsabilizarnos de manera activa en la igualdad, y para ello,
aparte de compartir intelectualmente que vivimos en una sociedad machista,
debemos llevar a cabo acciones antipatriarcales. Empezar a señalar, dejar
que nos señalen, y cuestionar la imposición de los mandatos como
proveedores, protectores, procreadores y autosuficientes que la sociedad espera
de nosotros, por otras maneras de relacionarnos basadas en los cuidados y
los autocuidados”, puntualiza.
La verdad es que las masculinidades son tan diversas como las
feminidades. Sin embargo, al día de hoy sigue pesando un modelo determinado de
hombre visto desde la hegemonía. Pero la fluidez de género ha venido a desafiar
esta noción de las divisiones binarias y lo que supone que es ser “hombre”.
Pereira afirma que la masculinidad nunca ha existido en singular. “Siempre han
sido diversas, múltiples. Nunca se ha podido entender con la misma masculinidad
la forma de ser hombre globalmente. Como tampoco ha sido la misma la
masculinidad obrera de la Inglaterra de los ochenta que la masculinidad gay de
la misma época y el mismo país, por ejemplo. Lo que pasa es que hasta hace
relativamente poco, el discurso sobre lo que debía ser un hombre, era más
férreo y unívoco. Pero ¡ojo! Que hubiese un solo discurso no quiere decir que
solo hubiese un tipo de hombre. Las otras masculinidades seguían
existiendo pero en las sombras”, dice.
La importancia de visibilizar esas otras masculinidades es doble: por un
lado, fractura y debilita la idea de la masculinidad hegemónica demostrando
que existen otras formas (algunas mucho más sanas e incluyentes) de
ser hombre. Y por otro lado, permite a aquellos varones que no se adaptan a los
modelos hegemónicos poder desarrollar otras formas legítimas de ser.
Algunos varones sienten la presión de cumplir con el estereotipo. Este
último suele ser catalogado como “masculinidad tóxica”. Sin embargo, este
término perpetúa la asociación entre la toxicidad y los rasgos masculinos, como
si la identidad de los varones tuviera rasgos que son “naturalmente” violentos.
Y si bien el concepto tradicional de lo masculino ha cambiado a lo largo de los
años, una constante en este modelo es rechazar la idea de que los hombres
puedan ser femeninos. Este miedo y negación enfática de lo femenino (por lo
general asociado a la homosexualidad, y por lo tanto, ser “menos hombre”), en
realidad lo que oculta es un rechazo hacia esa otredad “inferior”; ya que lo
relativo a esos dos mundos sigue siendo objeto de burla y humillación. Para los
hombres cis heterosexuales es mucho más difícil mostrarse vulnerables porque
eso significaría actuar fuera del rol de género prescrito.
Esta falta de demostración de vulnerabilidad puede resultar muy dañina
para los varones, más cuando atraviesan problemáticas de salud mental.
Según un estudio del 2018 realizado por la BBC, los hombres tienen cuatro veces
más posibilidades de morir por suicidio en nuestro país. Uno de los factores es
la falta de comunicación, y esto es porque, mientras a las mujeres se nos
enseña a ser expresivas y sentimentales, los varones todavía tienen el mandato
de ser fuertes y no mostrar debilidades. Esto hace que sea menos probable que
estén conscientes de sus problemas, y aún menos, puedan manifestarlo a tiempo
para conseguir ayuda.
Vivimos en una sociedad patriarcal y capitalista que nos
atraviesa queramos o no. Y que esto sea de esta manera hace que tengamos
interiorizados una serie de mensajes y prácticas que normalizamos, pero que
tienen todo un trasfondo machista y generador de desigualdades. “En el caso de
los hombres, vivimos y crecemos rodeados de publicidad sexualizada, series
y películas heteronormativas cuyo éxito de los protagonistas se basa
en el dinero y las mujeres que poseen, expresiones y dinámicas familiares e
incluso nuestra educación sexual se basa en el porno. Todo ello al
final acaba reflejándose en situaciones en las que sentimos que la
autorrealización personal se produce a través de trabajo remunerado, con altas
dosis de agresividad, competitividad y dominación, disponibilidad perpetua para
mantener relaciones sexuales, ahora bien, sin depender ni confiar en nadie y
sin mostrar ningún tipo de vulnerabildad”, comenta Pereira.
El patriarcado oprime a las mujeres, y por otro, reprime a los hombres.
Esta represión viene dada por el cumplimiento de una serie de mandatos, por
ejemplo, el rol de proveedor material, que los aleja completamente de los
cuidados y autocuidados. El rol de protector presiona a un paternalismo y una
expectativa de dependencia y necesidad por parte de las personas a las que
deben proteger (básicamente mujeres y niñxs). Esto los empuja a asumir peligros
para demostrar “valentía” o al uso de la fuerza física. En cuanto el rol de
procreador dicta que “un hombre de verdad” siempre tiene que estar dispuesto a
tener relaciones sexuales, en las que éstas tienen que girar en torno al
pene, y que cuantas más experiencias, más hombre es.
Por último, el rol de la autosuficiencia en el que todo se debe
conseguir sin necesidad de ayuda, en el que además, se debe mostrar fuerza,
independencia y poder. En general, el patriarcado fomenta y premia el
seguimiento de dichos roles, y si cumplen, serán hombres exitosos (o por lo
menos eso les hace creer). La represión del patriarcado a los hombres es el
precio a pagar por tener el poder en la sociedad.
Por todo esto, el Día del Hombre sirve para celebrar las diversas
masculinidades y recordar que ser hombre no significa tener que cumplir con
la norma patriarcal. “En la actual cultura occidental, acostumbramos a que
si hay un Día Internacional es para la visibilización de una opresión o un
colectivo oprimido (a excepción de los días señalados por la iglesia). Ser
hombre en nuestra sociedad patriarcal te coloca en situación de privilegio por
el mero hecho de serlo, por lo que es difícil pensar en qué transmitir”,
analiza Pereira.
“No obstante —agrega— si tenemos que visibilizar algo es que no pasa
nada por no seguir los mandatos de género. No somos menos hombres por
implicarnos en los cuidados no remunerados o cuidar tu salud. No
‘tenemos que ser’ protectores de nadie, héroes o valientes. Somos vulnerables,
no tenemos que querer siempre tener relaciones sexuales, y si las tenemos,
van mucho más allá del ‘metesaca’ de porno mainstream”.
Entonces, ¿es posible empezar a relacionarnos desde la cooperación y no
desde la competición violenta y agresiva? Pereira enfatiza en que habría que
cambiar la fecha. “Noviembre es un mes de visibilización de una de las puntas
del iceberg del patriarcado, la violencia machista. Y que esté fijado el
19N el día del hombre, cuando falta menos de una semana para el Día
internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, nos pone en una situación
muy complicada, ya que hacer cualquier acción puede ser interpretada (y con
razón) como un intento de invisibilización/atenuante de la violencia de género,
un not all men o incluso la búsqueda de un aplauso fácil por ser un
adulto funcional”, concluye Pereira.
Es necesario en este día visibilizar formas de ser hombre más reales,
más humanas, y no tanto ese “deber ser”. Las diversidades
masculinas muestran que no hay una única manera de ser varón, que los
hombres trans, no binarios, gays y bisexuales existen. Y ellos también
muestran alternativas para lxs más chicxs, en donde en lugar de demonizarlos,
se celebren las diferencias. Ya lo decía Kelley Temple, activista feminista del
Reino Unido: “Los hombres que quieren ser feministas no necesitan que se les dé
un espacio en el feminismo. Necesitan tomar el espacio que tienen en la
sociedad y hacerlo feminista”.
Por: Sofía Leila
Peña. CONTRAHEGEMONIAWEB
Fuente
https://insurgenciamagisterial.com/hacia-nuevas-masculinidades/
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