Si hay algo que cambia el paisaje
de las ciudades y los pueblos es que sus niños y niñas vayan a la escuela. La
maquinaria que se pone en funcionamiento para que esto ocurra es ancha e
implica a muchísimas personas: quienes manejan el transporte público, el
privado, cuidadores y cuidadoras que a su vez son trabajadores y trabajadoras,
docentes, personal auxiliar y jerárquico de las instituciones, comercios que
dependen de la vida escolar, barrios enteros que se organizan en función de esa
actividad cotidiana e imprescindible. El termómetro que parece explotar, y no
de fiebre por coronavirus, es el que mide la temperatura de los hogares que no
tienen a sus chicos y chicas en donde están nueve meses al año.
“No extraño la escuela, extraño
el timbre, charlar agarrados a la reja y decirle cosas a la gente que pasa.
¡Ah! Y las escaleras del patio” dice Juani haciendo lugar a una nostalgia que
lo transporta al encuentro con los amigos de cuarto grado de su escuela
pública. “Yo extraño al heladero que nos vende palitos a la salida cuando hace
calor, y cubanitos de dulce de leche cuando hace frío” dice Lila, de sexto, en
la misma escuela. “Yo quisiera que mis amigos y amigas se transporten a casa en
un avión de papel, estén unas horas en mi casa y se vuelvan a la suya sin tarea
ni tapabocas” explica Juana, de primero y escuela pública del conurbano.
En muchos, muchísimos casos, la
escuela es el lugar donde niños y niñas comen una vez al día, desayunan,
meriendan; pero también y para todes, es un lugar de sociabilización y aquel
donde los lazos de comunidad y colectivismo se afianzan en la vida. En la
escuela se aprende el himno y la escarapela, la amistad, el compañerismo, la
guerra y el amor, la diversidad y el rito, y en esta situación inédita y
complejísima, que parece lejos de resolverse, no importa tanto qué se estudia,
ni si es pertinente el sistema de abanderados, el ábaco o los recreos cortos,
sino cómo hacer para que esa cadena de vínculos se sostenga, no estalle por los
aires en ausencia de recursos y sobre todo, conserve algo del calor de los cuerpos,
voces y mentes de otros y otras en crecimiento.
“Les mando cartitas a mis amigas
del barrio: pero hacemos una carta larga pegando un papel en cada casa que se
pasa por debajo de la puerta. Cada una agrega su parte y así hicimos nuestro
propio manual de la cuarentena, con consejos e ideas para soportar a los
hermanos, experimentos con cosas de la cocina o chismes internos del grado” cuenta Malala, que cursa séptimo en una
escuela privada de Córdoba capital.
Es que con una escuela en crisis
desde antes, en la que se hacía cuesta arriba sostener los contenidos de la ESI
y donde muchas veces se conservan currículas de hace 30 años, el discurso que
se disemina en los medios insinúa a les niñes como identidades deshumanizadas,
a las que se les pide que aguanten sin medir las consecuencias, porque todo lo
que pasa adentro de las paredes de los hogares está sostenido por la familia y
de eso el Estado tiene poco para decir. La crisis de cuidados es total y se
ensaña particularmente con las fragilidades de las infancias, dejando su
equilibrio en manos de cada configuración familiar, sin pensar en una
articulación que ayude a homogeneizar la crisis, que se trata menos de
dibujitos y más de llantos descontrolados por ver el comienzo y el final del
día desde una ventana.
Como un frasco donde germinan
porotos en papel secante, las casas han pasado a ser verdaderos laboratorios:
allí donde había situaciones vulnerables hay más vulnerabilidad, allí donde se
hacían malabares con la tarea se redoblaron los esfuerzos para cumplir con ese
requerimiento, ahora virtual, allí donde se ordenaba un ritmo y una cadencia
hubo que inventar nuevos modos de seguirle el pulso al tiempo.
Mientras lxs adultxs trabajan,
afuera o adentro, los dispositivos electrónicos se recalientan de tanto uso y
los ojos sufren por la exposición prolongada a las pantallas, los niños y niñas
que deberían estar en la escuela miran las paredes de sus casas, se acostumbran
al barbijo, al control y al eco monocorde de la vida familiar. “En nuestro
grado tenemos un instagram privado donde cada uno sube una foto por semana, de
su mascota, de lo que ve desde el balcón o la terraza de su casa, y así vamos
conociendo cosas de los otros y otras que no teníamos ni idea. Me hice amiga de
algunos del grado que ni conocía” cuenta Elena, de sexto grado y con dos
hermanas con las que comparte cuarto, tele, baño y computadora para hacer la
tarea y jugar. “Nos turnamos según la hora del día que cada una está más
despierta” explica y jura que al principio se pelearon tanto que hubo que
plastificar un organigrama y cumplirlo al pie de la letra. “El perro casi se va
de casa” dice, a contramano de todas esas voces edulcoradas que aseguran que
las mascotas y les niñes son los más felices en el aislamiento.
El Estado pide resguardo y la escuela es también un lugar donde se cobijan las emociones que nos educan, por ende, cuán difícil es reponer el sentido de lo colectivo con el mantra en la nuca de #QuedateEnCasa. Porque sin ponerlo en duda en términos sanitarios se vuelve una pregunta enorme: ¿cuánto nos va a costar a las familias sostener a lxs niñxs puertas adentro cuando sus metabolismos piden gastar energía y trenzarse en tribu? ¿Está pensando el Estado en cómo resocializarlos, o solo lo piensan ellos y sus estrategias privadas? ¿Alguien está teniendo en cuenta lo complejo que fue y sigue siendo para las y los docentes reordenar los programas y volcarlos sin la intimidad del aula, experimentando con nuevos modos de ver y de verse en las plataformas virtuales?
El mapa que cambió las
configuraciones domésticas
Por ahora, ninguna provincia
retornó a las clases presenciales, aunque muchas elaboran planes para volver en
agosto. Jujuy fue la primera en anunciar un plan de retorno, poniendo el foco
en las escuelas rurales y en aquellas que dan albergue a lxs estudiantes, pero
el aumento de casos de covid19 frenó el impulso: docentes autoconvocadxs que
debían empezar la semana pasada se manifestaron en contra de esta medida.
“Quieren implementar una decisión para la que no estamos preparados” dijeron en
un comunicado.
En Catamarca, Córdoba y Mendoza
pasó algo similar: la circulación del virus detuvo la medida. A nivel nacional,
autoridades de Salud y Educación están empezando a reunirse para un regreso
escalonado pero la articulación es tan compleja que puede llevarse el año
entero.
En AMBA, donde está concentrado
el mayor número de casos, no hay una respuesta concreta de la vuelta, sobre
todo porque en las últimas semanas creció el riesgo. Desde el Ministerio de
Educación de Ciudad aseguran que están trabajando en un protocolo pero no
pueden dar precisiones de la fecha. La idea es dar un marco general y que cada
jurisdicción lo adapte a sus necesidades. Mientras tanto los días pasan y ya
hay nuevas configuraciones en torno al cuidado, la educación y el encuentro de
les niñes pero se fue armando en la urgencia.
Para Carla Rizo, del colectivo de
docentes de primer grado de la escuela 13 Scalabrini Ortiz, la dinámica se fue
armando en el baile, con diferentes situaciones y trayectorias de los grupos,
de las familias y de lxs docentes: ”Encontrarse nunca va a ser lo mismo que en
la escuela pero en mi caso, que todos los chicos de mi grado tienen internet,
pude pensar en otros modos de estar: encuentros más colectivos, otros más
individuales, pequeños grupos, encuentros donde no está la maestra y
simplemente los produjimos para dejar picando algo y que ellos se encuentren a
pensar en relación al contenido o a lo que les está pasando en esta situación.
La escuela, además de enseñar a formar comunidad, crea maneras de pensar,
construcciones políticas e ideológicas”.
Pensar entre todes el reglamento
del aula, o cómo se hace una cuenta empezó a importar más que seguir una
currícula a ciegas como si nada pasara. “El recorrido fue pensar la
planificación en función de los recursos, que los chicos tengan un contacto con
la lengua escrita y cuando volvamos al aula vamos a profundizar más en qué
letras voy a escribir para formar una palabra, pero que se queden pensando en
algo para nosotras es un triunfo, y también ser conscientes de que no podemos
con todo y que hay cosas que vamos a tener que profundizar en vivo. Cada
maestra fue construyendo su camino, no hay nada escrito y es muy artesanal,
cada quien desde su lugar está encarando su propia revolución pedagógica, de
esto no hay precedentes y tampoco hay una cuestión homogénea. El colectivo de
docentes todo el tiempo está produciendo contenidos y los están
compartiendo así que pienso que vamos a salir victoriosos” dice Carla
y cuenta que esta semana se activó en su escuela un trabajo sobre la ESI en
línea para “seguir llevando discusiones a las familias y estudiantes: algunas
para charlar entre todxs, algunas para ser pensadas desde la individualidad, y
compartido o no en función de su deseo. La Educación Sexual Integral no es sólo
‘hablar de relaciones sexuales’. Tiene que ver con aprender a expresar
emociones y sentimientos, a reconocer y respetar valores como la amistad, el
amor, la solidaridad, la intimidad propia y ajena y a cuidarnos y cuidar a los
demás” como explican en la convocatoria vía mail. Para Alejandra Maidana,
docente de primer grado del mismo establecimiento, el inicio del trabajo en
casa fue la entrada de una catastrófica catarata de plataformas, contenidos,
mensajes, organización de mails, de grupos, coordinación intra docentes, con
las familias y con les chiques en particular. «Me pregunto cómo es que
sobrevivimos a esas primeras semanas y seguimos de pie» dice y agrega: «Primer
grado es pura intervención docente para acompañar el maravilloso camino de la
alfabetización , del conocimiento del sistema de numeración y sus operaciones.
Ni hablar de lo social y su ingreso a la escolaridad primaria. Fue eso lo
que más me angustió en un principio. La distancia en el vínculo con eses peques
que habían usado su guardapolvo blanco con tanto entusiasmo y alegría tan sólo
8 días. Y la distancia entre elles. ¿Cómo hacer para que de alguna manera se
vincularan? Me convertí así, para atraer su atención e intentar generar un
vínculo, en cantora, actriz, comediante, periodista, locutora, diseñadora
gráfica, youtuber, animadora vía Zoom de juegos online para ver cómo van
escribiendo y calculando. Y después de finalizado ese encuentroon line, la
compu se apaga y un vacío espantoso flota en el aire de mi casa. No hay
devolución, no hay risas, no hay un ¿lo hacemos de vuelta?»
Códigos compartidos
Para Sofía Canevari, docente de
música de instituciones estatales y privadas, el cambio a las clases digitales
fue muy complejo. “El uso de la tecnología y la no formación para ello, más
allá de las habilidades individuales, fue algo que personalmente padecí un
montón, pero además no tengo la tecnología adecuada ni el dinero para
comprarla. A mí eso me resulta muy frustrante porque tuve ganas de hacer cosas
que después no pude. Además no me daba cuenta antes pero tenía muy mala
conexión, un módem muy viejo, de muy poca velocidad, y mi celular está siempre
estallado, estoy todo el tiempo borrando cosas para que me entren otras. En un
momento grabé un video y para subirlo me pedía 36 horas, o 22, y cuando lo
intentaba subir, se cortaba. Así he perdido tardes enteras” explica y dice que
el salvataje fue hablar con otras personas, otras docentes amigas y compañeras,
para intercambiar propuestas o no sentir tan fuerte la soledad del nuevo
formato.
“Al principio queríamos hacer
cosas muy pretenciosas, o demandamos mucho, y después nos dimos cuenta que no
pasa por ahí. Los chicos y las chicas están buscando códigos
compartidos, la complicidad, chistes, miradas, payasadas que una pueda hacer,
esas cosas que cuando empecé a hacer zoom, me di cuenta enseguida. Hubo
una semana que entre las escuelas que tengo y los talleres privados, me quedé
sin voz porque gritaba para que me escuchen. Pero si les chiques no pueden resolver
lo que les mandás, no sirve. Enfocar la mirada en la complicidad, cómo hacerlos
reír, convocarlos a que tengan ganas de estar ahí es la clave” explica y
asegura que la amistad se sostiene sola si ese es el punto de partida.
“Lo que hay que sostener es el
juego, que tengan ganas de aprender, de encontrarse con cosas nuevas, de
sorprenderse” y en eso corre por cuenta de cada unx si quieren o no hacer una
videollamada, si se copan con los cumpleaños virtuales o si prefieren hablar
con un solo amigo o amiga. “Hay que acompañar esa decisión porque es personal e
íntima de cada niñe”. Para Dolores Santos Barreriro, psicóloga de niñxs e
integrante de APdeBA (Asociación Psicoanalitica de Buenos Aires) el equilibrio
es entre lo general y lo singular. “Fue una movilización muy grande para los
analistas de niñes y adolescentes plantearnos qué hacer en esta situación. ¿Era
posible y recomendable hacer online las sesiones? Los más audaces se lanzaron y
compartieron sus experiencias, en consecuencia muchos nos fuimos sumando a esa
modalidad y hasta ahora sí sabemos esto: definitivamente no es lo mismo, ni
mejor, ni peor. Con algunos niñes y sus familias se evidenciaron las
dificultades, con otros se abrieron aspectos que nos eran desconocidos y que
nos plantean un enorme desafío” dice.
La respuesta de les niñes frente
a esta propuesta de sesiones on line también fue diferente, están quienes
pidieron continuar con el contacto, los que se negaron rotundamente a hacerlo.
Muchos profesionales y docentes pensaron que la familiaridad de lxs pibes con
las pantallas iba a hacer el trabajo más fácil pero muchxs pueden amar el juego
en línea y después responder: “¡Yo quiero que mis amigos vengan a mi casa!”.
El tema de entrar en la intimidad
de las familias y el mundo del niñe, su cuarto, sus juguetes, las decoraciones
de sus paredes, su cama, también revolucionó las relaciones con analistas,
docentes, pares. “Me llamó la atención la aparición del juego de “las
escondidas”, ¡sí, he jugado a las escondidas online! Con alguno literalmente,
con otros apelando al recurso técnico de prender o apagar cámara o micrófono. Y
a pesar de haber pautado la necesidad de que el niñe disponga de un espacio de
privacidad para nuestros encuentros, y siendo esto entendido y aceptado por sus
padres y madres, es harto habitual las irrupciones de algún miembro de la
familia en las sesiones. Hay quienes las aceptan con naturalidad y niñes que
las resisten a los gritos reclamando respeto por su espacio” explica.
Les chiques pueden manifestar
despreocupación por el corona, sin embargo juegan a “lavarse las manos” o
expresan pensamientos que antes no aparecían. “La exigencia a la que se
encuentran expuestos los padres y madres en este inhabitual contacto con sus
hijes me ha llevado a decirles que no necesitan ser maestros, ni animadores
infantiles. Es más importante poder nombrar las emociones que nos embargan en
este contexto: enojo, aburrimiento, asfixia, cansancio”.El eslabón más fino
de una cadena de fragilidades
Comedores, organizaciones
sociales, centros culturales y parroquias funcionan como centros neurálgicos de
los barrios, no solo para repartir comida o recursos sino para organizar la
información. Cecilia Vera, del Centro Educativo Comunitario del barrio Ramón
Carrillo de Villa Soldati, explica que las situaciones de mala o nula
conectividad y vulneraciones múltiples preceden a la pandemia y alrededor del
Centro donde ella trabaja orbitan decenas de familias que no tienen otro tipo
de contención: no sólo la entrega de bolsones está organizada desde el Centro y
la escuela del barrio sino muchas otras actividades y recursos que se tejieron
a pura tracción humana, sin marco estatal ni política que la contenga.
“Hacemos actividades artísticas,
deportivas, recreativas, para niños y niñas desde un año (salas de primera
infancia) hasta adultos y adultas que pueden terminar su primaria, su
secundaria y hacer talleres diversos” explica Cecilia Vera a Las12 y resalta
que el tema de los dispositivos es un asunto central, porque en general en las
casas hay un sólo teléfono celular a cargo del adulto responsable, (hay muy
pocas computadoras) y ese celular sirve para toda la configuración familiar,
con lo cual la sobrecarga de los docentes tiene que ver con que no todos los
pibes se pueden conectar a la misma hora. “Los maestros y maestras
están muy preocupados y ocupados en llegar a los pibes y que no se pierdan en
el camino. Hay un encuadre que se hace cada vez más flexible para que les pibes
puedan seguir escolarizades” dice.
Maestras que terminan contestando
mensajes los fines de semana o a cualquier hora justamente porque saben que ese
dispositivo ese pibe o piba lo tiene en ese momento y a lo mejor no lo puede
volver a tener hasta el día siguiente. “El plan Sarmiento sacó un flyer
diciendo que quienes no tenían computadoras podían pedirlas; en mi caso las
pedí para dos familias y nunca se comunicaron con ellas”.
Un fallo del juez Andrés Gallardo
ordenó al gobierno de Larreta a proveer dispositivos a todxs quienes las
soliciten, pero las computadoras todavía no llegaron. “Si no estuvieran las
organizaciones sociales que mayormente están sostenidas por mujeres sería
imposible hacer frente a esta situación. Son las organizaciones las que llevan
adelante los seguimientos de las personas que están contagiadas o aisladas, las
que respiran en la nuca de los funcionarios para que las cosas que dicen que
van a hacer, las hagan. En el caso del barrio Ramón Carrillo fue la presión de
las organizaciones y el apoyo institucional el que logró que se estableciera el
programa Detectar en el barrio, y hay que estar muy encima para que funcione.
En el caso de Soldati es esto y la red feminista que formamos hace unos años
que sostenemos y que reparan en las necesidades reales de las familias. Ya
sabemos que los protocolos son generalidades que después se hacen
singularidades y cobran distintas relevancias: qué se hace con los niños y las
niñas cuando la persona responsable se contagia o se tiene que aislar, quien
hace el seguimiento de las familias, etc” dice.
También hubo muchas situaciones
complicadas con el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia), personas a las que se
les denegó, personas a las que se les complicaba muchísimo hacer el trámite por
internet, personas a las que no se les otorgó por cuestiones ajenas a su
situación. Complicaciones múltiples donde lo único que apareció para sostener
fueron las redes, las mismas que el 3 de junio hicieron una intervención
conjunta con un documento que visibilizaba la realidad de los barrios, algo que
parece estar fuera de todo esquema estatal.
La villa 31, la 21-24, el Barrio
Mugica y Zavaleta tuvieron una articulación total para denunciar las falencias
y cranear a futuro. Grupos de whatsapp con las familias, actividades virtuales
con materiales que mandan con los bolsones (un cuento, masa, crayones, un
cuaderno de artista, entre otras cosas), “y esa contradicción que nos genera
que los pibes y pibas estén enfrente de las pantallas desde tan chiquitos, pero
no tenemos otra manera”. Para Vera, lo fundamental ahora es sostener vínculos,
intercalando lo virtual con lo presencial, que es cuando hacen la entrega y van
pegando audios en los celulares para hacer una radio comunitaria en el momento
de la entrega con propuestas de los profes del Centro.
“Aprovechamos esas entregas para
verlos, sobre todo a los chicos y chicas, aunque sea dos minutos, tratando de
que la gente circule rápido, y vamos dando otras cosas aparte del refrigerio
que manda el Gobierno de la Ciudad y que es bastante vergonzoso. Los organismos
del Estado hacen reuniones parciales, o van diciendo cosas distintas, y se
arman tremendas bolas de desinformación. La gente en los barrios se resiste
mucho a hacerse el hisopado porque dejar las casas siempre es complicado,
entonces la información tiene que ser única y clara” explica Cecilia. Al lado
suyo hay un sobre con un corazón que dice “extrañamos estar allí” y ese mantra
colectivo se replica en cada boca que formó parte de esta nota y que todavía no
sabe cómo ni cuándo va a reencontrarse pero que ha encontrado formas inéditas
de hacer abrazo en la tormenta.
Fuente: Flor Monfort para www.pagina12.com.ar
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