Coronavirus:
El postpandemia y la "normalidad" que le sigue
Paradojas que trajo la covid-19 al 2020, mientras hay quienes siguen
añorando la vida previa a la pandemia, se habla de “nueva normalidad”, eso que
pasa cuando algo anómalo se vuelve normal. ¿Qué será lo normal ahora que se
convive con el virus? ¿Este presente futurista que se instaló con sus tapabocas
y sus amagues para esquivar al otro, con colectivos semivacíos y controles
aceptados por todos? ¿Qué será lo normal dentro de dos meses o un año? ¿Será
costumbre alguna vez el beso pixelado? Si hay algo claro de la nueva normalidad
es que la incertidumbre por el futuro nunca se sintió más real. En este
artículo, expertos de distintas disciplinas dan algunas pistas sobre el
presente y lo que se supone que se viene.
“Se habla de nueva normalidad
porque evidentemente hay cambios de conducta que se van a mantener. El primero,
el que más va a mejorar nuestra calidad de vida, es el frecuente lavado de
mandos. También hasta no tener una solución definitiva a este problema, medidas
como el distanciamiento social, el uso del tapabocas se van a seguir
manteniendo”, dice Juan Manuel Carballeda, doctor en Biología e
investigador del Conicet especializado en virología. “Mientras tengamos una
solución, creemos, con muchísimo miedo a equivocarnos, que lo que va a haber
son medidas de aislamiento y medidas de relajación del aislamiento que se van a
ir intercalando. Hasta que no haya una vacuna o un tratamiento, vamos a estar
yendo y viniendo”, agrega. El espacio público va a ser seguramente de los
últimos lugares que se abra. Por mucho tiempo no vamos a ver aglomeraciones.
“Tenemos que olvidarnos de eventos masivos”, dice Carballeda. En cuanto a la
vuelta a la escuela presencial, continúa, “la respuesta más honesta es no sé”.
Sin embargo, agrega: “Creo que hay posibilidades de que vuelvan las clases.
Porque al principio se pensaba que los chicos eran portadores sanos y eran
transmisores, pero ahora se está viendo que no son tan transmisores como se pensó
en un primer momento. De nuevo, estamos en niveles preliminares de entender lo
que pasa. Yo tendría una luz de esperanza en que vuelvan, en las primeras
etapas de aprendizaje”. De todas formas, Carballeda no se anima a decir cuándo.
Volver el tiempo atrás es hoy, como tanto ha recreado el cine, una de
las utopías recurrentes para muchos y muchas. El abrazo y el encuentro con
familia, amigos, amores, están entre las necesidades más urgentes por cubrir y
recuperar. Pero también están el trabajo, la libertad, la sensación de no vivir
en una pesadilla sin fin. Así y todo, esa normalidad previa tampoco era tan
normal para muchos o era una normalidad que naturalizaba problemas,
desigualdades, violencias también. Sergio Visacovsky, doctor en Antropología e
investigador del CONICET, cuenta que desde fines de marzo está pidiendo
testimonios vía WhatsApp o correo electrónico para conocer cómo se vive la
situación presente y, dentro de ello, las expectativas, deseos o anhelos.
“Basándome en estos testimonios, podemos decir que en gran medida se ansía
volver a la “normalidad” (algo así como que las agujas del reloj retrocedan),
un restablecimiento o restauración del tiempo “normal". Por supuesto, este
es un anhelo legítimo, pero imposible: no solo el reloj no retrocederá, sino
que aún volviendo a salir por más tiempo a la calle o permitiéndose más
actividades comerciales o industriales, la pandemia ha producido efectos
destructivos”, dijo. Claro está que esa “normalidad perdida" no es algo
necesariamente compartido. Mientras algunos “han podido elaborar respuestas
creando una nueva “normalidad” dentro de sus hogares, diversa, por supuesto, en
función de las posibilidades, hay otro enorme sector para el cual tales cosas
resultan imposibles. En las villas de emergencia de la Ciudad de Buenos Aires,
donde hoy se cierne el mayor peligro de crecimiento del número de contagios en
el país (y que constituye una amenaza para el Conurbano Bonaerense), la
“normalidad" a recuperar parece circunscribirse a que, al menos, el riesgo
de infección cese”, analiza. Según Visacovsky, cuando conversa con personas que
viven en las villas, “cuentan sus penurias, sus temores, pero por sobre todo
aspiran a tener trabajo, a recuperarlo si lo tuvieron o conseguirlo si hace
tiempo que están desempleados. Por eso, tengo cierta cautela cuando se piensa
en un “retorno a la normalidad”, si por este retorno solo se tiene en cuenta
una sola perspectiva”.
Algunas investigaciones ya están indagando sobre ese nuevo estatus de
vida cotidiana y de lo que se estará dispuesto a resignar y qué no como
sociedad. La manera de viajar es una de las cuestiones que más preocupa. El
transporte público genera miedo, aunque sigue siendo el principal medio de
transporte que la gente usaría si se levanta la cuarentena. La encuesta
“Movilidad pública, activa y segura. Transporte y pandemia en el AMBA” que adelantó este diario , preguntó de qué modo
preferirían viajar después de la cuarentena. Los resultados: utilizar el
transporte público y la movilidad activa (caminar, bicicleta) son las opciones
más destacadas. El uso del auto particular alcanza a un cuarto de las y los
encuestados. Sólo una pequeña minoría preferiría no viajar. Los expertos
celebran que no haya habido un vuelco rotundo al uso del auto, algo contra lo
que vienen trabajando hace años. ¿Será que con la pandemia se podrá viajar
mejor que antes? Aquí las respuestas también hacen retroceder a la tan ansiada
“normalidad” previa con mirada crítica. “Era inseguro antes también el
transporte público: se viajaba apretujado, se descarrilaba, existía el acoso
sexual, nuestra normalidad no era tan normal. Esto nos trae un modo de viajar
más cuidado. Esta práctica más lenta, más cuidadosa puede introducir cambios
para futuro. Esa es la parte positiva. Sabiendo que hay gente que sigue
teniendo temor”, apuntó el experto en movilidad Dhan Zunino Singh.
La investigación “Cambios en los usos y valoraciones de los espacios
públicos y privados en la Región Metropolitana de Buenos Aires: la vida cotidiana en tiempos de
aislamiento obligatorio por COVID-19 ”entre otras cuestiones indagó sobre el día después al
levantamiento del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO).
La llamada nueva normalidad, según el estudio, incorporaría el lavado
frecuente de manos y el estornudar o toser en el pliegue del codo, como dice
Carballeda. Sin embargo, la población encuestada se mostró “resistente a
cambiar prácticas culturales y que implicarían un riesgo de contagio después de
levantado el aislamiento obligatorio: el 72,5% manifestó que no dejaría de
saludar con un beso o con la mano a otra persona, el 70,4% sostuvo que no
dejaría de compartir el mate y el 70,2% de las personas no estaría dispuesta a
mantener el distanciamiento social de un metro y medio con respecto a un otro.
El 90,8% refirió que no regularía su tiempo de permanencia en espacios públicos
tales como la calle, las plazas y los parques; el 77,2% manifestó que no
evitaría el uso de ciertos transportes públicos y el 82,5% valorizó la realización
de actividades presenciales por sobre la modalidad virtual”, dice el informe.
“El ASPO impactó en el vaciamiento del espacio público en tanto lugar de
encuentro con el otro, es que el espacio público se restringió a ser un mero
espacio de tránsito y circulación, un espacio en el que no se puede ni se debe
permanecer. El temor y miedo que sienten lxs encuestadxs al salir a la calle
puede tener que ver también con esta ciudad vacía/vaciada y no sólo con el
peligro que representa el contagio del virus. Y además otro dato que dialoga
con esto es que 8 de cada 10 encuestadxs se siente seguro en su vivienda”,
apunta la socióloga Juliana Marcús.
Hoy hay tantas reuniones y clases virtuales casi como en la vida
presencial, sin embargo, esto no quiere decir que se las prefiera a largo
plazo. “El 82% valorizó realizar actividades presenciales por sobre la
modalidad virtual. Es decir, a pesar de realizar más que antes actividades por
internet (cursos, clases virtuales, actividad física, videollamadas), una vez
levantada la cuarentena prefieren volver a las actividades presenciales”,
apuntó Marcús. El teletrabajo claramente dio un salto adelante bajo la
pandemia. ¿En qué términos se quedará? Desempleo, trabajo flexible. Se habla de
semanas laborales de cuatro días o de cuatro días de actividad y diez de
reclusión, según los modelos que proponen distintos países. Ensayo y error, tal
vez sea lo más acertado en la nueva normalidad.
Está visto que cambios culturales no serán automáticos pero el nuevo
escenario de circulación tendrá su impacto. En la nueva normalidad, la
situación de los sectores más vulnerables, como dice Visacosky, es/será
crítica. En estos meses de confinamiento, por ejemplo, la situación de las
mujeres en general empeoró. No solo porque el espacio público siempre fue más
afín a los varones y ahora con el vaciamiento de la ciudad se hace más
expulsivo aún, sino porque en la casa las mujeres han multiplicado sus jornadas
laborales, ya que tienen más tareas domésticas y de cuidado que los hombres.
Reflexión aparte merecen aquellas mujeres que están en situación de violencia,
la pandemia es el marco ideal para que los violentos aumenten sus controles. En
una nueva normalidad con la post cuarentena, sería deseable que estas
situaciones se revirtieran, pero, otra paradoja, no para volver a lo que eran,
porque la realidad de la mayoría de las mujeres estaba atravesada por la
desigualdad y/o por la violencia.
Los números abruman. Cada mañana los medios dictan la cantidad de
infectados, curados, muertos por covid-19. La nueva normalidad incluye y lo
seguirá haciendo, quizás, levantarse y acostarse con la muerte demasiado cerca
de la almohada. ¿Las pesadillas habrán llegado para quedarse? Preguntas, como
tantas otras, sin respuestas aún en un mundo que se ve cambiar tan rápido que
marea.
Por Sonia Santoro
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