- Si hay una primera idea que acompaña al estado
de alarma y su confinamiento es que finalmente tenemos tiempo para
reflexionar en esta vorágine hiperactiva en la que se ha convertido
nuestra vida.
El Diario de la
Educación está editado por una Fundación y hacemos un periodismo libre,
Como profesora con
20 horas lectivas de la materia Cultura Audiovisual I para 135 alumnes de
primero de bachillerato de artes, más una hora de tutoría de mi materia, más
dos horas de tutoría LGBTIQA+ para todo mi centro, que ronda los 1.400 alumnes,
y la coordinación del Programa de Atención a la Diversidad Sexual, de Identidad
de Género y Familiar, mi preocupación fundamental desde que se supo que las
actividades lectivas quedaban suspendidas en Galicia, no ha sido cómo voy a
continuar con mis clases sino cómo va a afectar esta situación al alumnado cuyo
refugio es el instituto.
Porque en lo
estrictamente académico no me preocupa en absoluto, tengo dos posibilidades, o
utilizar la página web del instituto para publicar las actividades que le
quiera proponer a mi alumnado (cuyas instrucciones para la publicación fueron
enviadas diligentemente por el equipo directivo del centro antes incluso de
saber que no iríamos al centro educativo hoy lunes) o utilizar la vía de comunicación
con la que suelo trabajar para enviar notificaciones, temas, actividades, etc…
a todo mi alumnado, que es el correo electrónico.
Mi asignatura es
digital, lo cual es una ventaja en situaciones como la actual, pero también
supone una limitación ya que, si el alumnado no dispone de los medios
tecnológicos necesarios en su casa, la situación se complica. Por eso en el
aula disponemos de ordenadores para que puedan trabajar, y paliar así las
posibles carencias materiales que puedan tener, por lo que, al no poder acceder
a ellos, las opciones quedan limitadas.
Pero para eso está
nuestra formación y experiencia docentes; para resolver esas cuestiones. Y si
el alumnado no dispone de ordenador con editor de vídeo en su casa, pues tendrá
la posibilidad de editarlo con una aplicación para el móvil, y si aun así no
puede realizar actividades prácticas como grabación y edición de trabajos
audiovisuales, podremos enviar enlaces a películas para visualizar y después
analizar por escrito.
Respecto al examen
que teníamos pendiente del siguiente tema que impartir, ahora aplazado, tendrán
que leer estos días el tema en su casa, visualizar los vídeos de ejemplo que
íbamos a ver en clase y pueden consultarme vía correo electrónico todas las
dudas que les puedan surgir.
En mi caso
concreto, la parte formativa es la más fácil de resolver, con el temario
digitalizado, imaginación, conexión a internet y correo electrónico se puede
prácticamente asegurar la formación en contenidos de mi alumnado, pero nuestro
trabajo va mucho más allá.
La labor docente no
se limita a facilitar contenidos formativos, y menos aún en tiempos de internet
con más de 1.700
millones de páginas webs existentes, según la plataforma de datos Live Stats, sino que nuestra función
educativa es la clave fundamental de nuestro trabajo.
El carácter
presencial de las enseñanzas regladas se basa fundamentalmente en el contacto
humano directo entre docentes y alumnado, para llevar a cabo el proceso de
enseñanza y aprendizaje, mirándonos a los ojos, compartiendo conocimientos,
interactuando para resolver las situaciones que se van presentando y, como dice
la ley educativa, entre otras cosas, contribuyendo al pleno desarrollo de la
personalidad y las capacidades del alumnado.
Cuando un alumno me
dice que no se siente capaz de realizar una tarea concreta y yo le convenzo
para que lo haga y finalmente lo consigue; cuando una alumna plantea una
cuestión que yo no había contemplado y eso enriquece la situación de
enseñanza-aprendizaje de toda la clase y la mía propia; cuando llegan a clase
con cara de agobio porque tienen varios exámenes y les ayudo a relativizar para
que se relajen… y un millón de ejemplos más, estamos hablando de educación y
eso, no se puede hacer a distancia.
Esta cuestión
sumada a la denostación sufrida por nuestra profesión por parte de ciertos
sectores o personas como, por ejemplo, las
declaraciones del presidente de Castilla-La Mancha sobre que el profesorado queríamos 15 días de vacaciones o la
consideración de que la función docente debe focalizarse únicamente en la
transmisión de contenidos curriculares, pueden llevar a que las posibles
soluciones telemáticas que se vayan desarrollando sirvan de argumento
postconfinamiento para promover políticas todavía más agresivas de acoso y
derribo a la educación pública, recortando puestos de trabajo docentes y
estrangulando aún más a uno de los pilares fundamentales de nuestra sociedad.
Como tutora
LGBTIQA+ mi mayor preocupación ahora mismo, como decía al comienzo, no está en
poder o no impartir el siempre desmesurado currículo de la materia sino en el
alumnado que está recluido no sólo en casa sino también en el armario durante
las 24 horas porque vive situaciones de LGBTfobia familiar y no puede
desarrollar su personalidad libremente en su casa, ese alumnado que en el
instituto no tiene que inventarse una doble vida y que puede amar a quien desee
o ser quien sea, sin juicios.
Por ese motivo, la
comunicación online con el Grupo de Apoyo al Alumnado LGBTIQA+
que coordino en el instituto también es fundamental y un alivio para cuando
necesitan expresarse o desahogarse.
Como en el resto de
ámbitos vitales, ahora mismo, pienso que las redes de apoyo, solidaridad,
empatía y cuidado que podamos tejer con las demás personas, incluido el alumnado,
es el mejor y más necesario trabajo que tenemos por delante, así como la
reflexión y aprendizaje que nos puede brindar la ralentización de nuestras
vidas.
Veremos en las
próximas semanas la evolución de la situación, pero por ahora, como me dijo mi
alumnado el viernes al salir, “feliz cuarentena”.
Por
Ana Ojea
Fuente
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