- Puede ser un bonito ejercicio el poder
reflexionar con nuestros niños y niñas a partir de simples preguntas sobre
lo que están viviendo: ¿Por qué la capacidad de atención sanitaria a las
personas contagiadas por el COVID-19 varía tanto de un país a otro? ¿Todas
las personas tenemos una casa donde confinarnos? ¿Qué trabajos se están
revelando como los esenciales para la vida? ¿Quiénes suelen hacer estos
trabajos?
Estas semanas de
confinamiento están poniendo a prueba a docentes, familias y estudiantes que,
haciendo malabares y con las mejores de las intenciones, están buscando
fórmulas mágicas para poder impartir un mínimo del currículum sin dejarse por
el camino a nadie. Muchas de las escuelas han optado por la educación online,
lo que supone un reciclaje express para muchos y muchas docentes, una
negociación horaria por los dispositivos tecnológicos para muchas familias, y
muchas horas de dedicación y paciencia de madres y padres para acompañar el
aprendizaje y conseguir que sus hijos e hijas mantengan una rutina de estudio
diaria.
Y este panorama tan
complejo que están viviendo muchas familias es el de los afortunados. Si
tuviéramos una ventana indiscreta por la que observar la situación de cada uno
de los hogares en España, nos daríamos cuenta de que un 8% (INE, 2019) no
tienen acceso a internet, un 22% (INE, 2017) no tienen ningún ordenador, un 37%
(Save the Children, 2015) de los y las menores está en riesgo de pobreza o
exclusión social (y posiblemente ahora mismo su situación se torne todavía más
difícil), y como guinda del pastel de estas frías pero preocupantes cifras,
veríamos también a las familias que están viviendo en primera persona dramas
como el paro, enfermedades nuevas y algunas aplazadas, fallecimientos,
violencia intrafamiliar, etc. Es decir, un sinfín de situaciones que ponen de
relieve que el COVID19 ha llegado como un tsunami que arrasa por donde pasa
evidenciando con toda su crudeza las desigualdades económicas y sociales y en
este caso, una brecha educativa sobre la que se sostenía un sistema cada vez
más abandonado.
Cuando los colegios
vuelvan a abrir sus puertas, el profesorado tendrá una tarea titánica por
delante para intentar volver a cerrar esa grieta ampliada. Quizá tendríamos que
parar de verdad, incluso de intentar cumplir con el currículum, pero mientras
tanto podemos fijar la mirada en los aprendizajes que esta crisis nos está
poniendo en bandeja y que son aprendizajes para la vida, de esos que no se
olvidan después del examen.
Familias, docentes,
amistades, etc, podemos hacer un análisis crítico de la realidad y echar una
mano a los niños y niñas a entender la madeja de fenómenos que están sucediendo
y que quizá sorprenda, pero, sí, forman parte del currículum educativo en las
famosas competencia social y ciudadana y competencia global.
Las personas que
trabajamos en el programa
educativo de Oxfam Intermón y desde el enfoque de la educación para la
ciudadanía global, sabemos lo difícil que es a veces, en según qué contextos,
encontrar oídos receptivos cuando hablamos de realidades que parecen lejanas,
como aquellas en las que es esencial el acceso al agua para prevenir
enfermedades, o de temas que pueden parecer superados como la defensa de los
derechos sociales básicos: el derecho a un sistema sanitario fuerte, a una
educación para todos y todas, a una vivienda digna, a un empleo estable y
seguro, etc. Pues bien, esta crisis está destapando todo aquello que estaba
guardado debajo de la alfombra en aquellas autodefinidas sociedades de
bienestar. Y ante esos alérgenos que se asoman, estamos creando nuevos héroes y
heroínas a los que les ofrecemos día tras día unos más que merecidísimos
aplausos, con todo su toque romántico, y que habría que evitar que nos
olvidemos de que donde hay héroes y heroínas hay injusticias y desigualdades, y
que son precisamente esas heridas sociales las que debemos sanar para que nuestros
héroes puedan dejar de serlo.
Normalmente
hablamos de que el aprendizaje debe ser significativo, es decir, que sea
cercano a la persona, que le atraviese y le invite a investigar y llegar a la
raíz de las injusticias para intentar transformarlas. Puede ser un bonito
ejercicio el poder reflexionar con nuestros niños y niñas a partir de simples
preguntas que les generen curiosidad sobre lo que están viviendo: ¿Por qué la
capacidad de atención sanitaria a las personas contagiadas por el COVID-19
varía tanto de un país a otro? ¿Todas las personas tenemos una casa donde
confinarnos? ¿Qué trabajos se están revelando como los esenciales para la vida?
¿Quiénes suelen hacer estos trabajos? ¿Son estos trabajos de los que nos suelen
hablar los medios de comunicación, las películas, las series? ¿Cuándo nos
proyectamos profesionalmente, son estos trabajos los que nos vienen a la
cabeza? Quizá nuestros menores tengan respuestas más sabias y sensatas que las
de algunos adultos.
Uno de los valores
más preciados que podemos transmitirles y que está surgiendo de esta crisis es
la solidaridad local y global, que está profundamente relacionada con un
reconocimiento identitario como especie en peligro. El contacto con la
fragilidad nos hace humanos y nos dispara los deseos de ayuda mutua y ojalá
aprendamos como sociedad que como especie somos interdependientes y que
necesitamos apoyarnos los unos a los otros para superar todas esas crisis, que
no batallas, que el sistema provoca.
.
Por
Sandra Martín
Tremoleda. Responsable territorial de educación de Oxfam Intermón
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