Competencias
diferentes
Por tanto, el profesorado que debe atender a este tipo de
alumnado también debe poseer unas competencias diferentes, adaptadas a esas
nuevas necesidades. Desde la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía
y Orientación de España (COPOE) reiteramos en la importancia de que el
profesorado posea competencias en dirigir grupos, en adaptar la metodología al
alumnado, en habilidades sociales y emocionales, en mantener la autoridad en la
clase, en la relación con las familias o en recursos tecnológicos. Es de
suponer que una vez terminadas sus titulaciones universitarias tienen ya un
bagaje cultural más que suficiente para impartir docencia en las etapas no
universitarias. Pensamos en que la nueva figura del profesorado debe ser más un
conductor de un grupo, una persona dinámica que sepa extraer lo mejor de cada
alumno, que ayude al alumnado con más necesidades educativas pero que no
descuide al que tiene más competencias, en fin que esté más preocupado por
estas cuestiones humanas y procedimentales que por las de los contenidos.
Estamos convencidos de lo que adolece la actual formación del profesorado es de
una formación psicopedagógica adecuada.
Formación del
Profesorado
La mayoría de los profesionales de la educación coincide en
que la clave para mejorar el rendimiento del alumnado y la calidad del Sistema
Educativo estriba en la buena selección, formación inicial y permanente del
profesorado, así como su continua incentivación y motivación. Los países que
han obtenido los mejores resultados en los distintos informes PISA, Japón,
Korea, Finlandia o Singapur, coinciden en seleccionar muy bien a sus futuros
profesores, entre los estudiantes que presentan mejor expediente y después de
una rigurosa entrevista donde demuestran sus competencias emocionales y
docentes.
En ese sentido habría que tener en cuenta iniciativas
exitosas de otros países tales como “Teach for America” de EEUU, “Teach fist”
de Gran Bretaña o “Beca: vocación de profesor” de Chile; consistentes
básicamente en captar y becar a los alumnos con mejores expedientes académicos
para que se formen en otros países y después se dediquen a la educación.
El profesorado necesita formación inicial y permanente adaptada a las nuevas necesidades. Todavía no se está realizando una formación psicopedagógica de calidad que dé respuesta a los problemas que se encuentran nuestros docentes en las aulas. La realidad de la sociedad actual cambia muy deprisa y nos tememos que las aulas universitarias no siguen ese mismo ritmo. No es lo mismo dar clase a un grupo homogéneo que a otro heterogéneo, con diferentes capacidades y rendimiento tanto por debajo como por arriba. Es necesario conocer problemáticas que antes no existían o se desconocían, como los alumnos disruptivos, la desmotivación, el déficit de atención, la hiperactividad, las ludopatías, la anorexia, la bulimia, el ciberbullying o
Gestión de conflictos
Por otro lado, una de las piezas fundamentales que no se
están teniendo en cuenta en la formación del profesorado, es
La competencia emocional en los futuros profesores debe ser
previa al resto de competencias docentes o investigadoras. Si un profesor no
tiene habilidades sociales y no posee recursos para dinamizar un grupo, llevar
a cabo una entrevista o resolver un conflicto de convivencia, todo su bagaje
intelectual y científico le va a servir de bien poco. A nuestro parecer en la
formación del profesorado debería primar sobre todo este tipo de aspectos ya
que en las titulaciones de grado de cualquier especialidad apenas se tienen en
cuenta estas competencias. Incluso abundando en esta idea, es imprescindible
que cualquier profesor tenga la suficiente madurez emocional para dedicarse a
esta compleja tarea de educar.
Importancia de la
Orientación
Coincidimos con planteamientos realizados por parte de
profesores con reconocido prestigio, de otorgar más relevancia a los aspectos
psicopedagógicos y a la experiencia práctica. Si la formación se convierte de
nuevo en algo teórico alejado de la práctica diaria volveremos a fracasar. No
puede supeditarse este asunto a un reparto de poder entre los distintos
Departamentos Universitarios que incidan de nuevo en conocimientos específicos
propios de la titulación de grado. El futuro profesorado precisará de
experiencias directas y ejemplificaciones concretas de la compleja tarea de
enseñar tal como dinamizar un aula, llevar a cabo una entrevista, motivar a los
alumnos, o resolver conflictos en el aula. Es difícil que personas que no están
trabajando directamente en los colegios de Infantil y Primaria o en los centros
de Educación Secundaria puedan ofrecer en exclusiva esta formación tan práctica.
Estamos convencidos en que aplicando este tipo de medidas de
escaso compromiso económico se reduciría ostensiblemente el elevado porcentaje
de abandono y de fracaso escolar.
Autor
Juan Antonio Planas DomingoPresidente de la Confederación de Psicopedagogía y Orientación de España
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