¿Qué relación mantienen nuestras prácticas docentes con la teoría? ¿Son las prácticas una aplicación de lo prescripto por el “saber sabio”? ¿En qué consiste la reflexión crítica de las prácticas? ¿Cómo interpretamos todo esto a la luz de la contradicción opresor-oprimido?
Otro de los puntos clave radica en la coherencia
indispensable que exige la formación docente en lo que respecta a la “corporificación de las palabras en el
ejemplo” (Freire).
La necesaria unidad entre el pensar, el hacer en el proceso
de formación docente, se torna problemática; más aún si se tienen en cuenta las
contradicciones existentes entre la teoría y la práctica. Especialmente
cuando se imponen las concepciones aplicacionistas de la teoría preestablecida
sobre situaciones de la práctica en las que la realidad pretende hacerse
encajar en dichas teorías explicativas que operan como corsé de las estrategias
de la enseñanza.
Por esto mismo, Freire da importancia a la reflexión crítica
sobre la práctica, como posibilidad de apropiarse críticamente de la realidad
educativa, que no es estática sino que, por el contrario, tiene un movimiento
dinámico y cambiante, en un permanente proceso dialéctico entre el hacer y el
pensar sobre el hacer. Reflexión-acción-reflexión se tornan indispensables en
la formación docente, no sólo para modificar la práctica a partir del
pensamiento, sino para generar nuevos pensamientos a partir de la práctica.
Según el mismo Freire, “una
de las tareas más importantes de la práctica educativo-crítica es propiciar las
condiciones para que los educandos en sus relaciones entre sí y de todos con el
profesor o profesora puedan ensayar la experiencia profunda de asumirse”.
En este sentido, aclara que el asumir no significa aceptar, suscribir o ceder
sino que, por el contrario, tiene que ver con un reconocimiento de la identidad
cultural. La idea es “asumirse como ser
social e histórico, como ser pensante, comunicante, transformador, creador,
realizador de sueños, capaz de sentir rabia porque es capaz de amar”
(Freire).
En este último planteo, se pone explícitamente en evidencia
que si bien la formación docente debe entenderse como la facilitadora de un
movimiento que vaya desde la curiosidad ingenua a la curiosidad epistemológica,
este camino no puede hacerse sin el reconocimiento de una identidad cultural
que también está atravesada por lo emocional. Se trata, en definitiva, de una
fuerza creadora del aprender en la que se privilegie “la duda rebelde y el
gusto por la rebeldía, la curiosidad no fácilmente satisfecha” y en la que la
tarea docente lleve a “estimular la
capacidad que tiene el educando de arriesgarse, de aventurarse” (Freire).
Ahora bien, la real superación de la contradicción estaría
ligada a la praxis, es decir, entendiendo al oprimido como sujeto de la
práctica en la que la reflexión y acción de los hombres se dirigen al mundo
para transformarlo.
Freire llega a plantear que sin la praxis sería imposible la
verdadera superación de la contradicción opresor-oprimido. Y en el desarrollo
que hace sobre el sujeto oprimido, pone a la pedagogía en un lugar central para
el proceso de emancipación y focaliza como objeto de reflexión de la misma a la
opresión y sus causas.
Extraído de
Pedagogía crítica y
formación docente
Miguel Ángel Duhalde
Profesor en Ciencias Económicas y Ciencias de la Educación. Magíster
Scientiae en Metodología de la Investigación
Científica. Maestrando en Teoría y Metodología de las
Ciencias Sociales de CLACSO.
En
Paulo Freire, Contribuciones para la pedagogía
Moacir Gadotti, Margarita Victoria Gomez, Jason Mafra,
Anderson Fernandes de Alencar [compiladores]
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