Defensora de la premisa que plantea que “hacer matemática básica es una capacidad inherente al ser humano, como hablar”, la argentina Alicia Dickenstein, ganadora del premio “L’Oréal-Unesco Por las Mujeres en la Ciencia”, aseguró que “las personas somos más instintivas que lo racionales que nos creemos” y señaló que, frente a eso, “el entrenamiento matemático” permite desarrollar un pensamiento crítico.
Doctora en Ciencias Matemáticas, investigadora superior del Conicet,
especialista en geometría algebraica y profesora de la Facultad de Ciencias
Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, Dickenstein es la novena
argentina en recibir este premio y la primera matemática del país.
“Las personas somos más instintivas que lo racionales que nos creemos”
Reconocida durante su trayectoria en numerosos premios y distinciones –
entre los que se destaca su cargo de vicepresidenta de la Unión Matemática
Internacional (IMU) hasta 2018-, la científica también se dedicó a la
elaboración de libros para transmitir la disciplina a niñas y niños luego de
comprender que, “muchas veces, el problema por el que no se comprende la
matemática está en el lenguaje”.
–¿Por qué elegiste ser matemática?
–La matemática me resultó fácil desde chica y me divertía. Pero nunca
pensé que había una carrera de matemática. Me enteré de esto gracias a una
psicóloga con la que hice un test vocacional y me sugirió que siguiera esta
carrera porque tenía mucha ‘inteligencia abstracta’. Por eso es tan importante
que se haga público y que las personas jóvenes, en particular las chicas, sepan
que se puede vivir muy contenta y muy apasionada siendo matemática, aunque sé
que no es el imaginario que se tiene.
–¿Cómo era en aquellos años estudiar matemática
siendo mujer?
–Creo que cuando ingresé éramos más mujeres que lo que hubo después. En
1974 echaron a muchas y muchos jóvenes de la carrera. Entonces, cuando yo y mis
compañeras llegamos a concursar por cargos, no teníamos tanta competencia y,
siendo jóvenes, ya éramos de las más viejas. Con los años comenzó a haber más
competencia y se puso más difícil para las mujeres.
–¿Cómo ves hoy la realidad de las mujeres en la
ciencia?
–Hace unos cinco años observé que, en general, las mujeres tardan mucho
más tiempo en ascender de categoría que los varones, lo mismo en el cargo de
profesora. En la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA -que es
donde yo conozco- es muy difícil para las jóvenes acceder a los primeros cargos
porque se evalúan los últimos cinco años y coincide con la edad en la que en
general se tiene hijos, teniendo en cuenta que las mujeres tenemos un margen de
tiempo limitado si queremos ser madres. Los varones también son padres en esta
época, pero no les afecta del mismo modo su rendimiento profesional.
–¿Por qué pensás que se da esto?
–Hay dos problemas sociales: por un lado, las tareas de cuidado que
siguen estando más a cargo de las mujeres; y por el otro, en el caso de la
matemática, hay una autocensura y un estereotipo social de lo que debe ser ‘un
matemático’. En las olimpiadas matemáticas de Brasil me contaban que hasta los
10 u 11 años hay paridad de género pero después empieza a haber menos chicas, y
parte de esto también tiene que ver con que no está socialmente bien visto que
las chicas sean “nerd”. En Chile estudiaron que a las jóvenes, sobre todo de
los hogares más humildes, les va muy bien en las pruebas de sus escuelas pero
cuando son interescolares les va peor y lo que vieron era que la expectativa de
la familia era que le fuera peor y que eso incidía sobre su rendimiento. Es
decir, que hay algunos prejuicios que están muy metidos en la sociedad, que son
muy sutiles y que nos va a llevar tiempo desarmarlos, aunque creo que se está
intentando. En este sentido, tuve suerte porque nunca pensé que las mujeres
podíamos hacer menos que los hombres; tal vez por eso pude hacer todo lo que
hice (risas).
–En una entrevista decías que las matemáticas
pueden dar placer, ¿por qué pensás que eso no pasa en general?
–Cuando uno logra entender algo da mucho placer. El tema es que la
disciplina tiene un lenguaje y muchas veces la obstrucción está en la
comunicación. Yo me di cuenta de esto a partir de una situación en la que una
sobrina que me estaba escuchando hablar con una colega me preguntó: “Tía, ¿en
qué idioma estás hablando?”. A raíz de esto, escribí un libro de matemáticas
para chicos (Matemax), que se acaba de reeditar en una edición bilingüe, y
coordiné tres libros de la entonces editorial Estrada. Al escribir estos libros
me di cuenta de que pensábamos la matemática más o menos fácilmente, pero
después el trabajo que llevaba escribir los problemas era enorme. Esto pasa
porque, cuando uno cuando piensa, tiene construidos atajos en su cerebro pero,
a la hora de explicar, uno tiene que tener en cuenta que el otro o la otra no
tiene esos atajos. La maravilla del lenguaje matemático es que, cuando uno lo
logra traspasarlo, lleva al pensamiento.
“Muchas veces, el problema por el que no se comprende la matemática está
en el lenguaje”.
–También has hecho hincapié en que cualquiera puede
entender las matemáticas…
–Por supuesto, así como los seres humanos tenemos la capacidad de hablar
tenemos la capacidad de hacer matemática básica en el cerebro.
–Y esa capacidad de pensar en términos matemáticos
¿puede desarrollar un pensamiento crítico en otros ámbitos?
–Seguro, porque lo que hace un matemático es entender la estructura,
sacar lo accesorio y entender lo fundamental de las relaciones porque así vamos
a poder prever lo que sucede después dentro de la estructura matemática. Hace
unos años estaba en un instituto en Río de Janeiro y un colega hablaba de surf
con una persona que le decía que había una playa que no era peligrosa porque el
porcentaje de accidentes era bajo. Mi colega le respondió que su razonamiento
era equivocado porque a esa playa iban surfers con mucha experiencia, entonces
en la hipótesis de que “no era peligrosa porque tenía pocos accidentes” había
una variable que faltaba que era que ese porcentaje se daba entre muy buenos
surfistas, no en un público general. Esa pregunta frente a un porcentaje, pensar
cuál es la hipótesis, saber que la relación causa-efecto no siempre es a la
inversa, son razonamientos que parten del entrenamiento matemático; los seres
humanos creemos que somos muy racionales, pero la mayor parte de las veces
somos más instintivos que racionales. La matemática nos entrena para estar más
atentos.
Fuente
https://contraeditorial.com/alicia-dickenstein-la-matematica-nos-entrena-para-estar-mas-atentos/
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