Con la suspensión de las clases presenciales, a raíz del coronavirus, docentes, estudiantes y familias se enfrentaron a un desafío inédito: construir y sostener el vínculo pedagógico, que también es afectivo. Los invitamos a una necesaria reflexión sobre el significado, las repercusiones y las enseñanzas que nos deja el funcionamiento de la escuela remota.
Entre la infinidad de discursos con que los seres
humanos intentamos explicarnos los efectos de la pandemia, uno pronunciado por
la activista Naomi Klein en la primera Cumbre Mundial de la Internacional
Progresista sobresale y se ve amplificado en estos días, pasados casi
nueve meses del año en el que un virus desconocido sacudió a la Tierra,
desatando una crisis económica, política y aun psíquica que puso pies para
arriba las siempre frágiles certezas del orden planetario.
“¿Qué vamos a hacer con un 2020 en el que todo se
derrumba alrededor?”, se pregunta la periodista y escritora canadiense en esa
conferencia magistral, que lleva por título “Los años de la reparación” y está
disponible en la web. “Esta es una oportunidad. Hay un colapso de la
economía, las empresas, las aerolíneas. Si no estamos haciendo este trabajo
juntos en este momento, ¿qué estamos haciendo? Nos vamos a encontrar con muchas
otras pérdidas, choques y extinciones. Si entendemos que nuestra misión
fundamental es la reparación, tenemos que encontrar alegría en este proceso.
Porque haciéndolo nos vamos a reparar a nosotros mismos”, dice.
Testimonio
Esta idea, la de reparación, se ajusta como un
guante al desafío que las y los docentes llevan a cabo desde mediados de marzo
en los pueblos, en los barrios de nuestras ciudades, a través de los recursos
de las TIC, pero también en contextos donde esos bienes y materiales lejos
están de abundar. Una tarea apoyada primordialmente en los valores de la
creatividad y el afecto, que permiten —más allá de las limitaciones de la
modalidad remota— sostener el vínculo pedagógico y paliar las fisuras que
la emergencia sanitaria no hizo más que poner de relieve, donde, en palabras de
Inés Dussel, “se visibilizan, sino es que se profundizan, muchas
desigualdades”.
Elaborada por el Ministerio de Educación argentino
junto a Unicef, la Evaluación Nacional del Proceso de Continuidad Pedagógica
establece un completo perfil social y de recursos disponibles en los hogares
del país. En términos concretos, solo el 46 por ciento de niñas, niños y
adolescentes en edad de asistir a la educación obligatoria cuentan con internet
fijo con buena calidad de señal, mientras que un 27 por ciento accede
únicamente a través de dispositivos móviles. Otro 3 por ciento no tiene
internet de ninguna clase. A la vez, menos de cinco de cada 10 alumnos tienen
acceso a una computadora para uso educativo en sus viviendas.
Se trata de una sensación que se difundió pronto,
una vez que empezamos a cobrar conciencia de lo que estábamos enfrentando:
vivimos una época en la que todo lo tapado emerge con vigor a la luz. En el
caso de la educación, la pandemia y sus consecuencias inmediatas —aislamiento
forzado, convivencia de tiempo completo— pusieron sobre el tapete, con la
prepotencia de la realidad y la urgencia de un incendio, la importancia de la
escuela en tanto institución que ordena y da sentido no solo al día a día de
niñas, niños y jóvenes, sino además, en un fenómeno más profundo y dramático,
de la familia y el ámbito doméstico, tema sobre el que volveremos más
adelante.
Pero no hablamos solo de lo negativo, de los
diversos déficits que nos atraviesan. Como se lee en una circular dada a
conocer en julio por la Secretaria de Educación de Córdoba, Delia Provinciali:
“Las complejas condiciones en las que se ha debido enseñar pueden ser —y en
muchos casos han sido— una oportunidad para generar prácticas de enseñanza
relevantes y transformadoras, que abordan problemas reales y complejos y dan
lugar a nuevos conocimientos”.
Contigo en la distancia
La evaluación de la cartera nacional y Unicef
exhibe que el 79 por ciento de las escuelas argentinas logró implementar la
interacción remota con sus estudiantes a menos de dos semanas de suspendidas
las clases presenciales. Luego veremos en qué consistió dicha adecuación al
comienzo del aislamiento, y de qué modo el vínculo entre docentes y alumnos,
particularmente en Córdoba, se fue ajustando con el avance del año.
Testimonio
“Cuando las políticas educativas se ven superadas
por la realidad (como en este contexto), se aprecia mejor el corazón de la
escuela pública, que late al calor del compromiso cotidiano de sus docentes por
enseñar y cuidar a sus estudiantes”, afirma Gonzalo Gutiérrez, director del
Instituto de Capacitación e Investigación de la UEPC. En el mismo sentido, Inés
Dussel observa que “la decisión y la voluntad de seguir haciendo escuela es una
de las cuestiones quizás más auspiciosas de estos meses, y contradice la fuerza
mediática de tantos discursos desescolarizantes que se escucharon en las
últimas décadas”.
“La escuela parece estar recobrando autoridad ante
los ojos de las familias y los gobiernos; hasta los adolescentes,
tradicionalmente reacios a valorarla, reconocen en varias encuestas que
extrañan no solamente a sus compañeros sino también a sus profesores, y que
añoran traspasar el umbral de la escuela para poder llegar a ser otrxs y
desligarse aunque sea momentáneamente de sus familias”, destaca la autora en un
artículo de la revista digital EFI de la Dirección General de
Educación Superior.
Ese desligarse, ese proceso de “desfamiliarización”
propio de la institución escolar tal como la conocemos, opera no solo en
beneficio de niñas, niños y jóvenes: es una aspiración legítima que los
edificios escolares, en tanto sitios apartados del hogar, ofrecen a la familia
en su plenitud. “La escuela es un espacio de autonomía, de potencial
emancipación. Pero también de emancipación para los padres, para no estar todos
concentrados”, como hilvana Dussel en su conversatorio “La clase en pantuflas”
organizado por el Instituto Superior de Estudios Pedagógicos (ISEP), video que
al momento de escribirse este informe contabiliza casi 270 mil reproducciones
en YouTube.
De más está decir que esas promesas de emancipación
y desapego quedaron en suspenso con las medidas de reclusión que forzó la
pandemia. El confinamiento y el consiguiente cierre de las aulas produjeron un
“derrumbe de la diferenciación” entre la escuela y el ámbito doméstico.
Pasamos, de repente, a habitar casas “multifunción, en las que hacemos
literalmente de todo” —incluso escuela—, grafica Dussel. De un día para el otro
el plano de la clase devino transparente, permeable al resto del grupo
familiar, satisfaciendo de facto el viejo anhelo de algunas teorías
constructivistas, que bregaban por una escuela abierta a todos los actores.
Claro que en las actuales condiciones dicha
apertura arrastra otra complejidad, otros riesgos. Maestras, maestros y
profesores manifiestan sentirse más observados que nunca, a lo que se agrega
una exigencia de actualización común a muchos de ellos, ya que quienes venían
postergando su encuentro con las nuevas tecnologías tuvieron que zambullirse a
toda prisa en el universo de las reuniones virtuales, el manejo de los
materiales multimedia y demás.
Si la desaparición del límite entre escuelas y
hogares convierte a los miembros de la familia en testigos forzosos del proceso
pedagógico, puede ocurrir que los interlocutores más importantes de los
docentes pasen a ser los padres, no ya los alumnos. “Hay algo de panóptico, es
todo demasiado visible: lejos de convertirse la enseñanza en un espacio
público, se convierte en un juego de exigencias entre adultos”, alertaba Dussel
en su conversatorio. Por su parte, niñas, niños y jóvenes acusan de manera
semejante la presión de tantas miradas puestas sobre sus hombros, en
circunstancias en las cuales —por si fuera poco— les resulta imposible
compartir con otros pares una carga que en las aulas se reparte naturalmente
entre el grupo de alumnos.
Ni que hablar del impacto que lo remoto imprime a
la dinámica de la enseñanza en cuanto a lo gestual, en la categoría que Liliana
Abrate denomina de los “gestos mínimos”, esto es las formas en que las y los
chicos identifican el reconocimiento que sus docentes transmiten a través de
“miradas, palabras, cosas cotidianas que van construyendo la relación vincular”,
como apuntaba la directora General de Educación Superior en el número anterior
de Saberes.
Testimonio
“Soy muy partidario de la presencialidad, del
‘clima’ de clase, de lo que se juega en las miradas, en el semblanteo y el
aire”, respondía en una entrevista radial el escritor y docente argentino
Martín Kohan. “Y aunque eso se echa de menos, la verdad es que las tecnologías
con las que contamos permitieron salvar las cosas bastante bien. No estoy
pasando la pandemia en casa, la estoy pasando en Zoom”, admitía,
confirmando una tendencia que corroboran las estadísticas.
En el apartado que recoge las percepciones de
profesores, maestras y maestros, la Evaluación Nacional arroja que 9 de cada
diez vieron incrementar su volumen de dedicación diaria, en especial en lo que
hace a la elaboración de la propuesta educativa. Desde luego, las condiciones
de acceso a las tecnologías tampoco son parejas entre los docentes encuestados,
puesto que apenas un tercio de ellos —37 por ciento— cuenta con una computadora
de uso exclusivo, sin tener que compartirla con otras personas en el seno del
hogar.
La resistencia
“Ahora que las escuelas están cerradas, que no hay
encuentro escolar, la desigualdad social muestra las injusticias que produce
con total virulencia”, comenta la directora del ISEP, Adriana Fontana. Es que
este ingreso abrupto de la dinámica educativa en las casas puso en evidencia
una característica esencial de los edificios escolares, donde las condiciones
materiales y culturales de las familias quedan en la puerta, suspendidas en
favor de la equidad entre los individuos.
La desigualdad se hace ostensible no solo en el
grado de acceso a TIC, sino también, fuertemente, al analizar los niveles de
educación alcanzados por las y los adultos que durante el aislamiento hacen las
veces de acompañantes pedagógicos de niñas, niños y jóvenes dentro de cada
casa. Un amplio 38 por ciento de estas personas cuenta apenas con estudios
secundarios incompletos o menos, siendo abrumadora la disparidad de género: por
cada hombre que se involucra, son nueve las mujeres que asumen roles de
acompañamiento.
Testimonio
Añade Fontana que esta coyuntura muestra “cómo la
escuela, cuando está abierta y opera como lugar de encuentro, hace otra cosa,
hace lo contrario, hace lugar a la experiencia de la igualdad”. Resulta así “no
solo porque allí puede haber dispositivos y acceso a internet —lo que no es
poco—, sino porque en la escuela hay un docente frente a un grupo, y lo que
hace el docente no lo puede hacer la familia, menos una computadora”.
“En la escuela se desvanecen los prejuicios
sociales, familiares, culturales. Las y los jóvenes experimentan el estudio del
mundo; cualquiera puede imaginarse en cualquier campo del saber. La matemática,
la ciencia, el arte, todas las disciplinas están ῾en la mesa᾽ de todos y todas,
no importa la condición social, cultural, económica de la que proceden”,
sostiene la titular del ISEP.
Un memo de la Secretaria de Educación, Delia
Provinciali, diagnosticaba durante el receso invernal que “la escuela ha
tratado de dar un sentido de continuidad a las trayectorias escolares de sus
estudiantes, consolidando un formato remoto de la tarea de enseñar y de
aprender”. “Fundamentalmente, actuamos para garantizar el derecho de nuestros
alumnos a la educación”, afirmaba. Es, palabras más o menos, el concepto de
reparación del que hablaba Naomi Klein y que supone el remedo de un daño, en
sintonía con el papel que la escuela se propuso encarnar en esta
encrucijada.
“El rasgo más típico de nuestra época —manifiesta
Carina Kaplan— es que niños, jóvenes, incluso me atrevería a decir adultos que
están estudiando en nuestros colegios y escuelas jamás han visto trabajar a sus
padres, abuelos, bisabuelos. El trabajo, que históricamente ha sido un
ordenador, un organizador, un constructor de lazos sociales, hace tiempo que no
lo es en nuestras sociedades”. La dinámica de la escuela se convierte en
ordenadora de la vida individual y familiar, supliendo una función tradicional
del trabajo en el capitalismo asalariado, cuando aún no constituía “un bien
escaso, sino una promesa para todos”.
Pero la virulencia a la que aludía Fontana amenaza
hoy con dinamitar este último nexo que garantiza “un cierto sentimiento de
seguridad” a muchas familias, dejando al borde del precipicio de la
discontinuidad pedagógica a las chicas y chicos más vulnerables. Allí es donde
es perentorio revincular a los estudiantes con los que se haya perdido conexión
en el tránsito de estos meses.
“Es preciso articular —indica Gutiérrez— lo que
sabemos desde el interior de la escuela sobre quiénes se desconectaron, con la
capacidad estatal de radiografiar la situación a escala provincial/nacional, y
el desarrollo de políticas sociales que, recuperando información escolar, generen
estrategias de re-vinculación”, advierte el investigador en una nota publicada
en el portal de contenidos Qué de la Facultad de Comunicación
Social (UNC).
Esto implica, que los y las docentes generen
espacios para que los y las estudiantes puedan hablar de sus preocupaciones,
realizar consultar y plantear inquietudes, para fortalecer el vínculo
pedagógico. Según uno de los documentos de la Secretaría de Educación ya
mencionado: “La prioridad es no perder a ningún estudiante en el camino,
teniendo en claro que lo que la escuela pueda hacer en este tiempo, marca la
diferencia”.
Testimonio
“Si bien estamos en una situación inédita, nosotros
como docentes tenemos las disposiciones subjetivas para acompañar y acompasar
el sufrimiento social”, consideraba Kaplan en el ateneo virtual Emociones
y trama escolar en tiempos de pandemia, siguiendo la definición de Pierre
Bourdieu que entiende a la escuela pública como la institución que cobija a los
sectores más desfavorecidos, a las víctimas de lo que el sociólogo francés
llamaba “la miseria del mundo”. Las condiciones de precariedad son
preexistentes. Pero la escuela debe pensarse a sí misma para incidir en su
reparación, con la particularidad de tener que hacerlo desde las entrañas de
estas problemáticas, es decir “formando parte” de ese sufrimiento.
“La escuela desanuda el vínculo entre condición de
origen y destino escolar”, prosigue la investigadora Conicet. “Allí donde la
sociedad dice: ‘Vos no podés’, la escuela abre la posibilidad de extender esos
límites, constituye horizontes de posibilidad. La escuela sueña con una
sociedad igualitaria. Somos una institución de resistencia”.
Formas de estar presentes
Cuando el domingo 15 de marzo se anunció la
suspensión de las clases presenciales, una reacción ampliamente difundida fue
tratar de llenar el vacío aumentando el envío de tareas, como si lo primero en
activarse, en una suerte de reflejo automático, hubieran sido los aspectos más
conservadores de la demanda pedagógica.
En paralelo, las y los profesores y maestros se
convirtieron en blanco de lo que Javier Di Salvo denomina “una infoxicación de
herramientas” en el nuevo “ecosistema digital”. Esto pudo no implicar mayores
complicaciones para docentes familiarizados con las tecnologías, que ya sea por
inquietudes personales o por formación contaban con alguna clase de experiencia
al respecto. “Seguramente habrán hecho una curaduría, y habrán visto cuáles
herramientas y plataformas eran las más adecuadas”, infiere el educador
especializado en TIC en una serie de videos subidos al Portal de Política
Educativa en Iberoamérica. Distinto fue el caso de los que —“en una
circunstancia que no avisó”— se encontraron por primera vez ante una situación
de virtualidad, para quienes comunicarse con sus estudiantes, continuar y
garantizar las actividades académicas claramente no resultó tan simple. “Habrá
sido una avalancha de informaciones, una avalancha de cantidad de tecnologías”,
redondea Di Salvo, quien en una entrevista de esta misma edición amplía su idea
de que “menos es más” al momento de pautar actividades remotas.
Se trataría de “aprender a navegar en un océano de
incertidumbre a través de archipiélagos de certeza”, como escribió bellamente
Edgard Morin. “Habría que enseñar principios de estrategia que permitan
enfrentar los riesgos, lo inesperado y lo incierto, y modificar su desarrollo
en virtud de informaciones adquiridas en el camino. La incertidumbre no se
elimina: se negocia con ella”, expresaba el casi centenario filósofo y
sociólogo en una obra publicada en 2015, pero que parece hablar de los meses
que corren.
La gran mayoría de los planes trazados para el
ciclo lectivo volaron por los aires. “A comienzos del año contábamos con los
lineamientos generales de la política educativa para ser trabajados durante
este 2020”, refiere Adriana Fontana en su artículo “Pandemia, tecnologías
digitales y formación docente”, publicado por CLACSO. “En el marco de la
Dirección General de Educación Superior (DGES), se habían identificado las
prioridades para la formación docente inicial, la formación docente continua, y
a la vez se habían trazado las principales orientaciones para la nueva etapa
que se iniciaba. El cimbronazo nos ubicó en otro escenario, y nos tocó crear”,
comenta Fontana.
Rápidamente la autoridad educativa provincial debió
poner a punto y articular los mecanismos necesarios para dar batalla, en una
situación marcada hasta entonces por el desconcierto general acerca de los
alcances, la duración y la gravedad de la amenaza del Covid-19.
Así, el mismo 20 de marzo en que se decretaba en el
país el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio tuvo lugar en Córdoba la
presentación de la plataforma “Tu escuela en casa”,
iniciativa del Ministerio de Educación de la Provincia diseñada
con el fin de acompañar la escolaridad y asegurar la continuidad desde un
entorno de navegación y descarga de contenidos completamente gratuito, que no
consume datos celulares. “Para que las niñas, los niños, los jóvenes, tanto de
nivel inicial, primario, secundario, y también los adultos que cursan la
escuela, tengan la alternativa de mantenerse conectados al estudio”, apuntó el
ministro Walter Grahovac en el acto de lanzamiento.
Testimonio
Diseñado por la cartera provincial, a través del
ISEP, el sitio ofrece propuestas de enseñanza para todos los niveles y
modalidades de la educación obligatoria, compartiendo contenidos oficiales con
frecuencia semanal. Maestras y maestros, profesores, estudiantes y familias
pudieron acceder pronto a contenidos elaborados por docentes y equipos técnicos
de la Provincia, junto a producciones realizadas por el área de Educación
nacional dentro del programa “Seguimos educando”. Ruth Gotthelf,
secretaria académica del ISEP, detalla que “las secuencias didácticas y los
itinerarios que se producen articulan múltiples recursos y lenguajes —textos,
imágenes, videos, audios—. Se exploran las diversas posibilidades en cuanto a
formatos, aunque el criterio que atraviesa a todas las producciones es que
cualquier estudiante pueda acceder y transitar el material de forma
significativa, aun no contando con las mejores condiciones de accesibilidad”.
Ante la premura de sumar instancias con el fin de
que la escuela siguiera estando allí, Córdoba redobló esfuerzos para alistar y
poner en marcha otra herramienta telemática destinada a la comunidad educativa.
Nos referimos a “Mi aula web”, el desarrollo digital que permitió a los
docentes cordobeses continuar trabajando junto a sus alumnos a través del
Sistema de Gestión de Estudiantes.
Nicolás De Mori, subsecretario de Planeamiento,
Evaluación y Modernización del Ministerio provincial, lo define como un aula
“que reproduce, en el espacio virtual, lo que puede suceder en el espacio
físico, lo que quiere decir que sus usos y contenidos dependen en gran parte de
lo que los docentes hagan con la herramienta”. De navegación gratuita en
computadoras y celulares, habilita no solo el intercambio de actividades y la
interacción con las y los alumnos de los tres niveles de la educación
obligatoria y sus familias, sino que además brinda a cada escuela la chance de
administrar la matrícula estudiantil, registrando el progreso y las notas por
materia de cada joven, niña o niño. Asimismo, contempla el envío de
devoluciones individuales y la unificación de los espacios virtuales de trabajo
de las y los docentes, evitando la proliferación de usuarios y claves en
distintas plataformas y redes. En este sentido, es una oferta más dentro de la
gama de recursos similares. “Su valor agregado —explica De Mori— es que es
herramienta específica (cuenta con listas de cotejo, rúbricas, la posibilidad
de generar una línea de tiempo con la interacción con los estudiantes); con un
alto nivel de seguridad informática (porque se aloja en servidores de
gobierno); que permite recuperar la institucionalidad del espacio áulico (queda
registro de lo realizado en las clases —el material entregado, enviado, las
consultas realizadas— se puede guiar la conversación de los foros, los chicos
pueden hablar entre ellos y el docente con sus alumnos); a lo que se le suma la
gratuidad de la navegabilidad”.
Más generalmente, “Mi aula web” facilita concentrar
en un solo sitio las estrategias pedagógicas implementadas, convirtiendo a
Córdoba en la primera jurisdicción del país en contar con un dispositivo de
seguimiento y revisión de lo obrado en el marco de la enseñanza remota.
Maestras, maestros y profesores comparten con las y los estudiantes toda clase
de materiales y recursos, prolongando —al decir de De Mori— “la continuidad del
vínculo pedagógico con la potencia que ofrecen las nuevas tecnologías”. Ya son
más de 1.500 las escuelas cordobesas que adoptaron su uso, y ya superan los
25.500 documentos subidos a la nube.
Gestiones del corazón
Las medidas descriptas hallan complemento en un
anuncio de comienzos de septiembre, cuando el Gobierno de Córdoba hizo pública
la decisión de adquirir 50 mil notebooks dotadas con acceso a internet a través
de modem inalámbrico 4G, destinadas a escuelas estatales sitas en contextos
desfavorecidos y que beneficiarán a más de 60 mil estudiantes. Según datos de
la Provincia, son 25.227 los hogares esparcidos por el territorio cordobés que
se hallan en situación de vulnerabilidad y cuentan con al menos un integrante
cursando estudios obligatorios. La iniciativa prevé que sean las mismas
escuelas las encargadas de asignar estas computadoras a las niñas, niños y
jóvenes que más las precisan.
Testimonio
Un primer lote de 20 mil máquinas tendrá por
destino a instituciones educativas de las cuatro ciudades con mayor cantidad de
hogares pobres. Son —según la estadística suministrada por PAICor— 118 escuelas
de Córdoba, 12 de Río Cuarto, cinco de Villa María y seis de San Francisco.
Para establecer un orden se priorizó a chicas y chicos del primario y el
secundario que cursan actualmente el último año de cada nivel.
Son, como puede verse, acciones tendientes a
restablecer el vínculo con los más débiles mediante el uso inteligente de la
información que manejan las propias escuelas, a través de la distribución de
dispositivos para enseñar y aprender. En esta búsqueda por generar políticas universales
que tiendan a dar solución a los problemas de conectividad, tal como señalaba
Gutiérrez, en el artículo citado más arriba, “la reciente creación de ‘Mi aula
web'” se presenta como “un avance importante en tanto no consume datos”.
Ya a fines de abril, la Secretaría de Educación
extendió a las y los profesores y maestros su propuesta en el sentido de
realizar evaluaciones formativas —que luego fue ratificada por la resolución
del Consejo Federal de Educación—, que aporten información acerca de cómo están
desarrollándose los procesos de enseñanza. “Las condiciones en que los
aprendizajes han tenido lugar fueron heterogéneas y desiguales”, se subrayaba
desde el Ministerio, por lo que resultaba “indispensable considerarlos en
relación con la situación individual de cada estudiante, así como con las
prácticas de enseñanza que organizaron dichos aprendizajes”. La evaluación,
entonces, buscaba que los y las docentes valoraran las producciones de sus
alumnos y alumnas, recogiendo evidencias acerca del modo en que las niñas,
niños y jóvenes “van pudiendo, o no, apropiarse de los aprendizajes
priorizados, las hipótesis que se formulan, los errores constructivos en la
resolución de las tareas y los saberes previos que portan”, de manera de poder
modificar sus propias intervenciones.
Otro tanto puede decirse de lo dispuesto en torno a
la promoción de las y los estudiantes para este año y el que viene. “La
acreditación de aprendizajes correspondientes al ciclo escolar 2020 y al ciclo
2021 se realizará sobre la base de los contenidos curriculares priorizados,
reorganizados y considerados como una unidad pedagógica”, reza la resolución
publicada por la cartera educativa provincial en septiembre. A efectos de la
promoción, se estableció el uso excepcional de una nueva valoración para los
informes de progreso escolar, que califica como “Satisfactoria”, “Muy
satisfactoria” o “Escasamente satisfactoria” la aprobación de los contenidos,
adjuntando la evaluación formativa de los aprendizajes logrados y pendientes.
Para quienes están finalizando los niveles primario y secundario, tendrán hasta
marzo o abril para acreditar los saberes pertinentes.
Desde ya, toda batería de acciones académicas y de
infraestructura resultaría ineficiente de no contar con el involucramiento las y
los maestros, que asumieron el reto tanto en lo tecnológico como en las
conmovedoras muestras de entrega que en muchas ocasiones los llevan a
desplazarse y asistir en persona a estudiantes que se están quedando fuera. Son
los mecanismos de protección afectiva sobre los que Carina Kaplan se explaya en
el cuestionario que acompaña esta nota central. “Hemos establecido nuevas
formas de comunicación, hemos logrado llegar, hemos alcanzado a nuestros
estudiantes, hemos estado conectados”, como afirmaba la doctora en Educación en
el ateneo virtual ya referido, sentencia que es avalada por la Evaluación
Nacional del Proceso de Continuidad Pedagógica, cuando informa que el 95 por
ciento de los hogares argentinos con chicas y chicos cursando la escuela
obligatoria declara haber estado en contacto con las y los educadores.
Testimonio
“La escuela ha seguido haciendo trama, elaborando
vínculos”, señalaba Kaplan en ese video, apuntando a los “lazos invisibles” que
viabilizaron dicha proximidad afectiva en pleno período de distanciamiento.
Paradojas de una escuela que, aun con sus aulas vacías, se las arregló para
seguir estructurando el tiempo social. Un guion que escribimos colectivamente y
sobre la marcha, produciendo un cúmulo de información y experiencia que habrá
de ser procesado cuando la velocidad vaya aminorando.
Será —como anticipa Naomi Klein— cuestión de
“detenerse y aprender las lecciones que nos deja la pandemia”, en un trabajo
“cívico e intergeneracional que además es un derecho”, porque nada sería “más
errado que volver ciega y rápidamente a la normalidad”.
Fuente
https://revistasaberes.com.ar/2020/10/tan-lejos-tan-cerca/
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