martes, 15 de diciembre de 2020

Tan lejos, tan cerca

 Con la suspensión de las clases presenciales, a raíz del coronavirus, docentes, estudiantes y familias se enfrentaron a un desafío inédito: construir y sostener el vínculo pedagógico, que también es afectivo. Los invitamos a una necesaria reflexión sobre el significado, las repercusiones y las enseñanzas que nos deja el funcionamiento de la escuela remota. 

 


Entre la infinidad de discursos con que los seres humanos intentamos explicarnos los efectos de la pandemia, uno pronunciado por la activista Naomi Klein en la primera Cumbre Mundial de la Internacional Progresista sobresale y se ve amplificado en estos días,  pasados casi nueve meses del año en el que un virus desconocido sacudió a la Tierra, desatando una crisis económica, política y aun psíquica que puso pies para arriba las siempre frágiles certezas del orden planetario. 

 

“¿Qué vamos a hacer con un 2020 en el que todo se derrumba alrededor?”, se pregunta la periodista y escritora canadiense en esa conferencia magistral, que lleva por título “Los años de la reparación” y está disponible en la web. “Esta es una oportunidad. Hay un colapso de la economía, las empresas, las aerolíneas. Si no estamos haciendo este trabajo juntos en este momento, ¿qué estamos haciendo? Nos vamos a encontrar con muchas otras pérdidas, choques y extinciones. Si entendemos que nuestra misión fundamental es la reparación, tenemos que encontrar alegría en este proceso. Porque haciéndolo nos vamos a reparar a nosotros mismos”, dice. 

 

Testimonio

Esta idea, la de reparación, se ajusta como un guante al desafío que las y los docentes llevan a cabo desde mediados de marzo en los pueblos, en los barrios de nuestras ciudades, a través de los recursos de las TIC, pero también en contextos donde esos bienes y materiales lejos están de abundar. Una tarea apoyada primordialmente en los valores de la creatividad y el afecto, que permiten —más allá de las limitaciones de la modalidad remota— sostener el vínculo pedagógico y paliar las fisuras que la emergencia sanitaria no hizo más que poner de relieve, donde, en palabras de Inés Dussel, “se visibilizan, sino es que se profundizan, muchas desigualdades”. 

Elaborada por el Ministerio de Educación argentino junto a Unicef, la Evaluación Nacional del Proceso de Continuidad Pedagógica establece un completo perfil social y de recursos disponibles en los hogares del país. En términos concretos, solo el 46 por ciento de niñas, niños y adolescentes en edad de asistir a la educación obligatoria cuentan con internet fijo con buena calidad de señal, mientras que un 27 por ciento accede únicamente a través de dispositivos móviles. Otro 3 por ciento no tiene internet de ninguna clase. A la vez, menos de cinco de cada 10 alumnos tienen acceso a una computadora para uso educativo en sus viviendas. 

Se trata de una sensación que se difundió pronto, una vez que empezamos a cobrar conciencia de lo que estábamos enfrentando: vivimos una época en la que todo lo tapado emerge con vigor a la luz. En el caso de la educación, la pandemia y sus consecuencias inmediatas —aislamiento forzado, convivencia de tiempo completo— pusieron sobre el tapete, con la prepotencia de la realidad y la urgencia de un incendio, la importancia de la escuela en tanto institución que ordena y da sentido no solo al día a día de niñas, niños y jóvenes, sino además, en un fenómeno más profundo y dramático, de la familia y el ámbito doméstico, tema sobre el que volveremos más adelante. 

Pero no hablamos solo de lo negativo, de los diversos déficits que nos atraviesan. Como se lee en una circular dada a conocer en julio por la Secretaria de Educación de Córdoba, Delia Provinciali: “Las complejas condiciones en las que se ha debido enseñar pueden ser —y en muchos casos han sido— una oportunidad para generar prácticas de enseñanza relevantes y transformadoras, que abordan problemas reales y complejos y dan lugar a nuevos conocimientos”. 

 

Contigo en la distancia

La evaluación de la cartera nacional y Unicef exhibe que el 79 por ciento de las escuelas argentinas logró implementar la interacción remota con sus estudiantes a menos de dos semanas de suspendidas las clases presenciales. Luego veremos en qué consistió dicha adecuación al comienzo del aislamiento, y de qué modo el vínculo entre docentes y alumnos, particularmente en Córdoba, se fue ajustando con el avance del año. 

 

Testimonio

“Cuando las políticas educativas se ven superadas por la realidad (como en este contexto), se aprecia mejor el corazón de la escuela pública, que late al calor del compromiso cotidiano de sus docentes por enseñar y cuidar a sus estudiantes”, afirma Gonzalo Gutiérrez, director del Instituto de Capacitación e Investigación de la UEPC. En el mismo sentido, Inés Dussel observa que “la decisión y la voluntad de seguir haciendo escuela es una de las cuestiones quizás más auspiciosas de estos meses, y contradice la fuerza mediática de tantos discursos desescolarizantes que se escucharon en las últimas décadas”. 

“La escuela parece estar recobrando autoridad ante los ojos de las familias y los gobiernos; hasta los adolescentes, tradicionalmente reacios a valorarla, reconocen en varias encuestas que extrañan no solamente a sus compañeros sino también a sus profesores, y que añoran traspasar el umbral de la escuela para poder llegar a ser otrxs y desligarse aunque sea momentáneamente de sus familias”, destaca la autora en un artículo de la revista digital EFI de la Dirección General de Educación Superior. 

Ese desligarse, ese proceso de “desfamiliarización” propio de la institución escolar tal como la conocemos, opera no solo en beneficio de niñas, niños y jóvenes: es una aspiración legítima que los edificios escolares, en tanto sitios apartados del hogar, ofrecen a la familia en su plenitud. “La escuela es un espacio de autonomía, de potencial emancipación. Pero también de emancipación para los padres, para no estar todos concentrados”, como hilvana Dussel en su conversatorio “La clase en pantuflas” organizado por el Instituto Superior de Estudios Pedagógicos (ISEP), video que al momento de escribirse este informe contabiliza casi 270 mil reproducciones en YouTube.

De más está decir que esas promesas de emancipación y desapego quedaron en suspenso con las medidas de reclusión que forzó la pandemia. El confinamiento y el consiguiente cierre de las aulas produjeron un “derrumbe de la diferenciación” entre la escuela y el ámbito doméstico. Pasamos, de repente, a habitar casas “multifunción, en las que hacemos literalmente de todo” —incluso escuela—, grafica Dussel. De un día para el otro el plano de la clase devino transparente, permeable al resto del grupo familiar, satisfaciendo de facto el viejo anhelo de algunas teorías constructivistas, que bregaban por una escuela abierta a todos los actores.

Claro que en las actuales condiciones dicha apertura arrastra otra complejidad, otros riesgos. Maestras, maestros y profesores manifiestan sentirse más observados que nunca, a lo que se agrega una exigencia de actualización común a muchos de ellos, ya que quienes venían postergando su encuentro con las nuevas tecnologías tuvieron que zambullirse a toda prisa en el universo de las reuniones virtuales, el manejo de los materiales multimedia y demás.

Si la desaparición del límite entre escuelas y hogares convierte a los miembros de la familia en testigos forzosos del proceso pedagógico, puede ocurrir que los interlocutores más importantes de los docentes pasen a ser los padres, no ya los alumnos. “Hay algo de panóptico, es todo demasiado visible: lejos de convertirse la enseñanza en un espacio público, se convierte en un juego de exigencias entre adultos”, alertaba Dussel en su conversatorio. Por su parte, niñas, niños y jóvenes acusan de manera semejante la presión de tantas miradas puestas sobre sus hombros, en circunstancias en las cuales —por si fuera poco— les resulta imposible compartir con otros pares una carga que en las aulas se reparte naturalmente entre el grupo de alumnos. 

Ni que hablar del impacto que lo remoto imprime a la dinámica de la enseñanza en cuanto a lo gestual, en la categoría que Liliana Abrate denomina de los “gestos mínimos”, esto es las formas en que las y los chicos identifican el reconocimiento que sus docentes transmiten a través de “miradas, palabras, cosas cotidianas que van construyendo la relación vincular”, como apuntaba la directora General de Educación Superior en el número anterior de Saberes.

 

Testimonio

“Soy muy partidario de la presencialidad, del ‘clima’ de clase, de lo que se juega en las miradas, en el semblanteo y el aire”, respondía en una entrevista radial el escritor y docente argentino Martín Kohan. “Y aunque eso se echa de menos, la verdad es que las tecnologías con las que contamos permitieron salvar las cosas bastante bien. No estoy pasando la pandemia en casa, la estoy pasando en Zoom”, admitía, confirmando una tendencia que corroboran las estadísticas.

En el apartado que recoge las percepciones de profesores, maestras y maestros, la Evaluación Nacional arroja que 9 de cada diez vieron incrementar su volumen de dedicación diaria, en especial en lo que hace a la elaboración de la propuesta educativa. Desde luego, las condiciones de acceso a las tecnologías tampoco son parejas entre los docentes encuestados, puesto que apenas un tercio de ellos —37 por ciento— cuenta con una computadora de uso exclusivo, sin tener que compartirla con otras personas en el seno del hogar.

 

La resistencia

“Ahora que las escuelas están cerradas, que no hay encuentro escolar, la desigualdad social muestra las injusticias que produce con total virulencia”, comenta la directora del ISEP, Adriana Fontana. Es que este ingreso abrupto de la dinámica educativa en las casas puso en evidencia una característica esencial de los edificios escolares, donde las condiciones materiales y culturales de las familias quedan en la puerta, suspendidas en favor de la equidad entre los individuos. 

La desigualdad se hace ostensible no solo en el grado de acceso a TIC, sino también, fuertemente, al analizar los niveles de educación alcanzados por las y los adultos que durante el aislamiento hacen las veces de acompañantes pedagógicos de niñas, niños y jóvenes dentro de cada casa. Un amplio 38 por ciento de estas personas cuenta apenas con estudios secundarios incompletos o menos, siendo abrumadora la disparidad de género: por cada hombre que se involucra, son nueve las mujeres que asumen roles de acompañamiento.

 

Testimonio

Añade Fontana que esta coyuntura muestra “cómo la escuela, cuando está abierta y opera como lugar de encuentro, hace otra cosa, hace lo contrario, hace lugar a la experiencia de la igualdad”. Resulta así “no solo porque allí puede haber dispositivos y acceso a internet —lo que no es poco—, sino porque en la escuela hay un docente frente a un grupo, y lo que hace el docente no lo puede hacer la familia, menos una computadora”.

“En la escuela se desvanecen los prejuicios sociales, familiares, culturales. Las y los jóvenes experimentan el estudio del mundo; cualquiera puede imaginarse en cualquier campo del saber. La matemática, la ciencia, el arte, todas las disciplinas están ῾en la mesa᾽ de todos y todas, no importa la condición social, cultural, económica de la que proceden”, sostiene la titular del ISEP.

 

Un memo de la Secretaria de Educación, Delia Provinciali, diagnosticaba durante el receso invernal que “la escuela ha tratado de dar un sentido de continuidad a las trayectorias escolares de sus estudiantes, consolidando un formato remoto de la tarea de enseñar y de aprender”. “Fundamentalmente, actuamos para garantizar el derecho de nuestros alumnos a la educación”, afirmaba. Es, palabras más o menos, el concepto de reparación del que hablaba Naomi Klein y que supone el remedo de un daño, en sintonía con el papel que la escuela se propuso encarnar en esta encrucijada. 

“El rasgo más típico de nuestra época —manifiesta Carina Kaplan— es que niños, jóvenes, incluso me atrevería a decir adultos que están estudiando en nuestros colegios y escuelas jamás han visto trabajar a sus padres, abuelos, bisabuelos. El trabajo, que históricamente ha sido un ordenador, un organizador, un constructor de lazos sociales, hace tiempo que no lo es en nuestras sociedades”. La dinámica de la escuela se convierte en ordenadora de la vida individual y familiar, supliendo una función tradicional del trabajo en el capitalismo asalariado, cuando aún no constituía “un bien escaso, sino una promesa para todos”.

Pero la virulencia a la que aludía Fontana amenaza hoy con dinamitar este último nexo que garantiza “un cierto sentimiento de seguridad” a muchas familias, dejando al borde del precipicio de la discontinuidad pedagógica a las chicas y chicos más vulnerables. Allí es donde es perentorio revincular a los estudiantes con los que se haya perdido conexión en el tránsito de estos meses. 

Es preciso articular —indica Gutiérrez— lo que sabemos desde el interior de la escuela sobre quiénes se desconectaron, con la capacidad estatal de radiografiar la situación a escala provincial/nacional, y el desarrollo de políticas sociales que, recuperando información escolar, generen estrategias de re-vinculación”, advierte el investigador en una nota publicada en el portal de contenidos Qué de la Facultad de Comunicación Social (UNC). 

Esto implica, que los y las docentes generen espacios para que los y las estudiantes puedan hablar de sus preocupaciones, realizar consultar y plantear inquietudes, para fortalecer el vínculo pedagógico. Según uno de los documentos de la Secretaría de Educación ya mencionado: “La prioridad es no perder a ningún estudiante en el camino, teniendo en claro que lo que la escuela pueda hacer en este tiempo, marca la diferencia”. 

 

Testimonio

“Si bien estamos en una situación inédita, nosotros como docentes tenemos las disposiciones subjetivas para acompañar y acompasar el sufrimiento social”, consideraba Kaplan en el ateneo virtual Emociones y trama escolar en tiempos de pandemia, siguiendo la definición de Pierre Bourdieu que entiende a la escuela pública como la institución que cobija a los sectores más desfavorecidos, a las víctimas de lo que el sociólogo francés llamaba “la miseria del mundo”. Las condiciones de precariedad son preexistentes. Pero la escuela debe pensarse a sí misma para incidir en su reparación, con la particularidad de tener que hacerlo desde las entrañas de estas problemáticas, es decir “formando parte” de ese sufrimiento. 

“La escuela desanuda el vínculo entre condición de origen y destino escolar”, prosigue la investigadora Conicet. “Allí donde la sociedad dice: ‘Vos no podés’, la escuela abre la posibilidad de extender esos límites, constituye horizontes de posibilidad. La escuela sueña con una sociedad igualitaria. Somos una institución de resistencia”. 

 

Formas de estar presentes

Cuando el domingo 15 de marzo se anunció la suspensión de las clases presenciales, una reacción ampliamente difundida fue tratar de llenar el vacío aumentando el envío de tareas, como si lo primero en activarse, en una suerte de reflejo automático, hubieran sido los aspectos más conservadores de la demanda pedagógica. 

En paralelo, las y los profesores y maestros se convirtieron en blanco de lo que Javier Di Salvo denomina “una infoxicación de herramientas” en el nuevo “ecosistema digital”. Esto pudo no implicar mayores complicaciones para docentes familiarizados con las tecnologías, que ya sea por inquietudes personales o por formación contaban con alguna clase de experiencia al respecto. “Seguramente habrán hecho una curaduría, y habrán visto cuáles herramientas y plataformas eran las más adecuadas”, infiere el educador especializado en TIC en una serie de videos subidos al Portal de Política Educativa en Iberoamérica. Distinto fue el caso de los que —“en una circunstancia que no avisó”— se encontraron por primera vez ante una situación de virtualidad, para quienes comunicarse con sus estudiantes, continuar y garantizar las actividades académicas claramente no resultó tan simple. “Habrá sido una avalancha de informaciones, una avalancha de cantidad de tecnologías”, redondea Di Salvo, quien en una entrevista de esta misma edición amplía su idea de que “menos es más” al momento de pautar actividades remotas. 

Se trataría de “aprender a navegar en un océano de incertidumbre a través de archipiélagos de certeza”, como escribió bellamente Edgard Morin. “Habría que enseñar principios de estrategia que permitan enfrentar los riesgos, lo inesperado y lo incierto, y modificar su desarrollo en virtud de informaciones adquiridas en el camino. La incertidumbre no se elimina: se negocia con ella”, expresaba el casi centenario filósofo y sociólogo en una obra publicada en 2015, pero que parece hablar de los meses que corren.

La gran mayoría de los planes trazados para el ciclo lectivo volaron por los aires. “A comienzos del año contábamos con los lineamientos generales de la política educativa para ser trabajados durante este 2020”, refiere Adriana Fontana en su artículo “Pandemia, tecnologías digitales y formación docente”, publicado por CLACSO. “En el marco de la Dirección General de Educación Superior (DGES), se habían identificado las prioridades para la formación docente inicial, la formación docente continua, y a la vez se habían trazado las principales orientaciones para la nueva etapa que se iniciaba. El cimbronazo nos ubicó en otro escenario, y nos tocó crear”, comenta Fontana. 

Rápidamente la autoridad educativa provincial debió poner a punto y articular los mecanismos necesarios para dar batalla, en una situación marcada hasta entonces por el desconcierto general acerca de los alcances, la duración y la gravedad de la amenaza del Covid-19. 

Así, el mismo 20 de marzo en que se decretaba en el país el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio tuvo lugar en Córdoba la presentación de la plataforma “Tu escuela en casa”, iniciativa del Ministerio de Educación de la Provincia diseñada con el fin de acompañar la escolaridad y asegurar la continuidad desde un entorno de navegación y descarga de contenidos completamente gratuito, que no consume datos celulares. “Para que las niñas, los niños, los jóvenes, tanto de nivel inicial, primario, secundario, y también los adultos que cursan la escuela, tengan la alternativa de mantenerse conectados al estudio”, apuntó el ministro Walter Grahovac en el acto de lanzamiento. 

 

Testimonio

Diseñado por la cartera provincial, a través del ISEP, el sitio ofrece propuestas de enseñanza para todos los niveles y modalidades de la educación obligatoria, compartiendo contenidos oficiales con frecuencia semanal. Maestras y maestros, profesores, estudiantes y familias pudieron acceder pronto a contenidos elaborados por docentes y equipos técnicos de la Provincia, junto a producciones realizadas por el área de Educación nacional dentro del programa “Seguimos educando”. Ruth Gotthelf, secretaria académica del ISEP, detalla que “las secuencias didácticas y los itinerarios que se producen articulan múltiples recursos y lenguajes —textos, imágenes, videos, audios—. Se exploran las diversas posibilidades en cuanto a formatos, aunque el criterio que atraviesa a todas las producciones es que cualquier estudiante pueda acceder y transitar el material de forma significativa, aun no contando con las mejores condiciones de accesibilidad”.

Ante la premura de sumar instancias con el fin de que la escuela siguiera estando allí, Córdoba redobló esfuerzos para alistar y poner en marcha otra herramienta telemática destinada a la comunidad educativa. Nos referimos a “Mi aula web”, el desarrollo digital que permitió a los docentes cordobeses continuar trabajando junto a sus alumnos a través del Sistema de Gestión de Estudiantes. 

Nicolás De Mori, subsecretario de Planeamiento, Evaluación y Modernización del Ministerio provincial, lo define como un aula “que reproduce, en el espacio virtual, lo que puede suceder en el espacio físico, lo que quiere decir que sus usos y contenidos dependen en gran parte de lo que los docentes hagan con la herramienta”. De navegación gratuita en computadoras y celulares, habilita no solo el intercambio de actividades y la interacción con las y los alumnos de los tres niveles de la educación obligatoria y sus familias, sino que además brinda a cada escuela la chance de administrar la matrícula estudiantil, registrando el progreso y las notas por materia de cada joven, niña o niño. Asimismo, contempla el envío de devoluciones individuales y la unificación de los espacios virtuales de trabajo de las y los docentes, evitando la proliferación de usuarios y claves en distintas plataformas y redes. En este sentido, es una oferta más dentro de la gama de recursos similares. “Su valor agregado —explica De Mori— es que es herramienta específica (cuenta con listas de cotejo, rúbricas, la posibilidad de generar una línea de tiempo con la interacción con los estudiantes); con un alto nivel de seguridad informática (porque se aloja en servidores de gobierno); que permite recuperar la institucionalidad del espacio áulico (queda registro de lo realizado en las clases —el material entregado, enviado, las consultas realizadas— se puede guiar la conversación de los foros, los chicos pueden hablar entre ellos y el docente con sus alumnos); a lo que se le suma la gratuidad de la navegabilidad”.

 

Más generalmente, “Mi aula web” facilita concentrar en un solo sitio las estrategias pedagógicas implementadas, convirtiendo a Córdoba en la primera jurisdicción del país en contar con un dispositivo de seguimiento y revisión de lo obrado en el marco de la enseñanza remota. Maestras, maestros y profesores comparten con las y los estudiantes toda clase de materiales y recursos, prolongando —al decir de De Mori— “la continuidad del vínculo pedagógico con la potencia que ofrecen las nuevas tecnologías”. Ya son más de 1.500 las escuelas cordobesas que adoptaron su uso, y ya superan los 25.500 documentos subidos a la nube.

 

Gestiones del corazón

Las medidas descriptas hallan complemento en un anuncio de comienzos de septiembre, cuando el Gobierno de Córdoba hizo pública la decisión de adquirir 50 mil notebooks dotadas con acceso a internet a través de modem inalámbrico 4G, destinadas a escuelas estatales sitas en contextos desfavorecidos y que beneficiarán a más de 60 mil estudiantes. Según datos de la Provincia, son 25.227 los hogares esparcidos por el territorio cordobés que se hallan en situación de vulnerabilidad y cuentan con al menos un integrante cursando estudios obligatorios. La iniciativa prevé que sean las mismas escuelas las encargadas de asignar estas computadoras a las niñas, niños y jóvenes que más las precisan.

 

Testimonio

Un primer lote de 20 mil máquinas tendrá por destino a instituciones educativas de las cuatro ciudades con mayor cantidad de hogares pobres. Son —según la estadística suministrada por PAICor— 118 escuelas de Córdoba, 12 de Río Cuarto, cinco de Villa María y seis de San Francisco. Para establecer un orden se priorizó a chicas y chicos del primario y el secundario que cursan actualmente el último año de cada nivel.

Son, como puede verse, acciones tendientes a restablecer el vínculo con los más débiles mediante el uso inteligente de la información que manejan las propias escuelas, a través de la distribución de dispositivos para enseñar y aprender. En esta búsqueda por generar políticas universales que tiendan a dar solución a los problemas de conectividad, tal como señalaba Gutiérrez, en el artículo citado más arriba, “la reciente creación de ‘Mi aula web'” se presenta como “un avance importante en tanto no consume datos”. 

Ya a fines de abril, la Secretaría de Educación extendió a las y los profesores y maestros su propuesta en el sentido de realizar evaluaciones formativas —que luego fue ratificada por la resolución del Consejo Federal de Educación—, que aporten información acerca de cómo están desarrollándose los procesos de enseñanza. “Las condiciones en que los aprendizajes han tenido lugar fueron heterogéneas y desiguales”, se subrayaba desde el Ministerio, por lo que resultaba “indispensable considerarlos en relación con la situación individual de cada estudiante, así como con las prácticas de enseñanza que organizaron dichos aprendizajes”. La evaluación, entonces, buscaba que los y las docentes valoraran las producciones de sus alumnos y alumnas, recogiendo evidencias acerca del modo en que las niñas, niños y jóvenes “van pudiendo, o no, apropiarse de los aprendizajes priorizados, las hipótesis que se formulan, los errores constructivos en la resolución de las tareas y los saberes previos que portan”, de manera de poder modificar sus propias intervenciones. 

Otro tanto puede decirse de lo dispuesto en torno a la promoción de las y los estudiantes para este año y el que viene. “La acreditación de aprendizajes correspondientes al ciclo escolar 2020 y al ciclo 2021 se realizará sobre la base de los contenidos curriculares priorizados, reorganizados y considerados como una unidad pedagógica”, reza la resolución publicada por la cartera educativa provincial en septiembre. A efectos de la promoción, se estableció el uso excepcional de una nueva valoración para los informes de progreso escolar, que califica como “Satisfactoria”, “Muy satisfactoria” o “Escasamente satisfactoria” la aprobación de los contenidos, adjuntando la evaluación formativa de los aprendizajes logrados y pendientes. Para quienes están finalizando los niveles primario y secundario, tendrán hasta marzo o abril para acreditar los saberes pertinentes. 

Desde ya, toda batería de acciones académicas y de infraestructura resultaría ineficiente de no contar con el involucramiento las y los maestros, que asumieron el reto tanto en lo tecnológico como en las conmovedoras muestras de entrega que en muchas ocasiones los llevan a desplazarse y asistir en persona a estudiantes que se están quedando fuera. Son los mecanismos de protección afectiva sobre los que Carina Kaplan se explaya en el cuestionario que acompaña esta nota central. “Hemos establecido nuevas formas de comunicación, hemos logrado llegar, hemos alcanzado a nuestros estudiantes, hemos estado conectados”, como afirmaba la doctora en Educación en el ateneo virtual ya referido, sentencia que es avalada por la Evaluación Nacional del Proceso de Continuidad Pedagógica, cuando informa que el 95 por ciento de los hogares argentinos con chicas y chicos cursando la escuela obligatoria declara haber estado en contacto con las y los educadores. 

 

Testimonio

“La escuela ha seguido haciendo trama, elaborando vínculos”, señalaba Kaplan en ese video, apuntando a los “lazos invisibles” que viabilizaron dicha proximidad afectiva en pleno período de distanciamiento. Paradojas de una escuela que, aun con sus aulas vacías, se las arregló para seguir estructurando el tiempo social. Un guion que escribimos colectivamente y sobre la marcha, produciendo un cúmulo de información y experiencia que habrá de ser procesado cuando la velocidad vaya aminorando. 

Será —como anticipa Naomi Klein— cuestión de “detenerse y aprender las lecciones que nos deja la pandemia”, en un trabajo “cívico e intergeneracional que además es un derecho”, porque nada sería “más errado que volver ciega y rápidamente a la normalidad”.

 

 

 

 

Fuente

https://revistasaberes.com.ar/2020/10/tan-lejos-tan-cerca/

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