Quino, el personaje que creó Mafalda, ha muerto, pero los valores que transmitió con su personaje de cómic son más necesarios que nunca. Inspiró muchas generaciones anzuelo. un humor cargado de humanidad
«Percibo la
complejidad del mundo desde la sencillez de los ojos infantiles», reconocía Joaquín
Salvador Lavado. Más conocido como Quino, el dibujante que creó
Mafalda, la niña inconformista que soñaba cambiar el mundo desde las viñetas.
El más universal de los humoristas gráficos ha muerto este miércoles a los 88
años en su Mendoza natal, y deja una obra esencial en la historia del cómico
que, a través de sus personajes, destila lucidez, inteligencia y humanidad.
Quino se enamoró del dibujo de muy pequeño y tuvo claro que toda su vida
transcurriría entre lápiz, viñetas y personajes en dos dimensiones. Ahora bien,
la muerte precoz de sus padres –con solo 15 años– lo empujó pronto a buscar
trabajo como historietista en las revistas de la época. Después de
llamar a muchas puertas, la revista Esto lo fichó en 1954
–tenía 22 años– y ya no paró de trabajar.
Por más que vinieran encargos de cabeceras como Vea y lea, Damas y damitas y Panorama,
el “momento más feliz” de su vida, como recordaría años más tarde, llegó con el
nacimiento de su personaje estrella. Esta niña, a veces, inconformista y
contestataria; otros, tierna y soñadora. Mafalda de Quino nos ha
trasladado a muchas generaciones unos valores que, hoy en día, son más
necesarios que nunca.
Fruto de un encargo publicitario y de una campaña fallida para una empresa de
frigoríficos y lavadoras llamada Masfield surgió uno de los grandes
iconos, por no decir el más grande, de la historieta del siglo XX. El éxito de
Mafalda, la niña que odiaba la sopa, ha transcendido barreras
geográficas, temporales y generacionales y hay que medirlo en millones de
libros vendidos en todo el mundo, traducidos a una treintena de idiomas, en
series televisivas y la presencia en el cine.
Todo ello en un espacio de tiempo muy breve -9 años- pero
trepidante. Quino publicó 1.928 tiras entre 1964 y 1973. La huella de
Mafalda, Guillo y Miguelito fue tal que ninguno de los trabajos
posteriores de Quino consiguieron igualar el éxito agobiante. Aun
así, el argentino se mantuvo fiel a sus principios y solo recuperó a su
personaje estrella en contadas ocasiones, casi siempre a petición de
organizaciones no gubernamentales y entidades sociales.
«Soy un periodista
que dibuja». Así se definía Quino muchas veces y no iba nada
equivocado. Las historietas de Mafalda se dibujaron desde el profundo
compromiso político del autor. Así, el retrato que hacía de los poderosos deja
claro cuál es la idea que tiene de ellos y también del poder que tienen. Son
personas despóticas, altivos y prepotentes, que hacen pequeño al pobre
oficinista o trabajador corriente y que siempre tienden a devorar, explotar o
humillar.
Los políticos tampoco salen muy parados en las historietas de Quino.
Cuando sacan el jefe en sus viñetas más de una vez alude a su inconsciencia.
Hay una tira de Mafalda donde aparece un globo terráqueo con un cartel clavado
que dice: “Cuidado! Irresponsables trabajando”. Quino, a menudo, se
muestra crítico con la censura (en un dibujo aparece una pared
donde se puede leer: “Bastante de censu”, donde se sobreentiende que el
denunciante ha sido detenido o, quien sabe, se le ha acabado la pintura.
También señala la policía cuando usa las porras para reprimir protestas y
apunta a los directivos denunciando la explotación laboral a las empresas. Su
protesta contra las dictaduras y los dictadores, el fantasma de la Guerra
Civil española, su capacidad para resaltar las incoherencias de
la justicia, su visión de un capitalismo insolidario y voraz (en un dibujo
aparece un padre sujetando a un niño dispuesto a dar propina a un trotamundos,
mientras lo riñe diciendo: “No, hijito, no malgastes dinero en quien no te
da ganancias”). Más allá de Mafalda, Quino supo plasmar una ácida
lectura de la sociedad y el poder.
Por Oriol Puig
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