Los acontecimientos
acaecidos como consecuencia de la COVID-19, la condición de aislamiento a la
que nos hemos visto sometidos y la más que probable situación de educación
semi-presencial que se vislumbra para el próximo curso podrían tener un efecto
positivo para el desarrollo de la pedagogía: la falta de experiencia previa
para afrontar esta situación excepcional nos invita a ensayar nuevas estrategias
docentes que, a la larga, contribuirán a la mejora de la calidad de la
enseñanza.
La ocasión invita a
explorar las posibilidades pedagógicas del trabajo cooperativo que, además de
constituir un recurso didáctico eficaz, podrá ser aprovechado por el docente
como estrategia para mitigar la sensación de soledad derivada de la presente
circunstancia (en este sentido, se recomienda la lectura del trabajo de Sara
Onsurbe Belló, Comunidades Virtuales de Aprendizaje, publicado en esta misma revista).
Cabe considerar,
asimismo, su utilidad para facilitar la labor del profesor, cuyo trabajo se ve
con frecuencia intensificado en contextos virtuales o semi-presenciales de
docencia. Al esfuerzo de adaptación de las metodologías y de transformación de
los materiales, se suma la multiplicación de las horas dedicadas a la
corrección de las tareas y otras labores propias de la enseñanza virtual. En
este sentido, la organización del alumnado en grupos permite aliviar esta carga
y, si se implementa de forma adecuada, puede dar excelentes resultados de
aprendizaje.
El Aprendizaje Cooperativo
De entre las
diversas metodologías existentes, el Aprendizaje Cooperativo (en adelante AC)
ofrece ventajas significativas. Al contrario que los grupos de trabajo al uso,
su funcionamiento no es espontáneo, sino que requiere de un cierto grado de
planificación: es necesario que el profesor invierta tiempo en la programación
del ejercicio y en la preparación de sus estudiantes para conformar una
estructura cooperativa que garantice la participación y el aprendizaje de todos
los integrantes del equipo.
Se pretende, en
último término, alcanzar la interdependencia positiva; es decir, se invita al
estudiante a tomar conciencia de que su aprendizaje puede contribuir a la
mejora del grupo de compañeros y compañeras que le acompañan en la tarea. De
este modo, se creará una relación interdependiente entre los participantes: el
resultado de cada uno depende del trabajo del conjunto y, a su vez, el trabajo
del conjunto depende de los aciertos de cada individuo.
Guía para la implementación
Es característica
del AC la gran cantidad de posibilidades de aplicación que ofrece pero, a modo
de orientación, pueden destacarse las siguientes pautas para su implementación:
· Organización
de los grupos. Si bien esta metodología admite estructuras grupales diversas,
para esta circunstancia recomendamos la formación de grupos de entre 2 y 6
alumnos. Como norma general, los equipos deben ser heterogéneos – aunque en
algunas propuestas concretas se utilicen de manera puntual grupos homogéneos de
rendimiento. Así pues, cabe reunir a los estudiantes combinando grados de
habilidad diferentes, origen cultural diverso o cualquier otro rasgo
diferenciador que potencie la cooperación.
· Programación
de la actividad. Para cumplir con la condición de cooperatividad, se
establecerá un objetivo o meta conjunta y, además, se asignará un cometido
individual a cada participante. De este modo, el conjunto del trabajo no
se podrá completar sin la colaboración activa de cada uno de los integrantes
del grupo.
· Comunicación. En
docencia virtual o semi-presencial, la adecuada elección de los canales de
comunicación constituye, en sí misma, una oportunidad de aprendizaje. Aquí se
plantean dos alternativas: el profesor puede proponer una herramienta
predefinida para el diálogo, o puede dejar que el grupo elija libremente. En
este segundo caso, la propia elección del sistema de comunicación puede ser
aprovechado como ingrediente didáctico para destacar el funcionamiento de las
dinámicas cooperativas.
· Evaluación.
Es requisito del aprendizaje cooperativo que se den las condiciones necesarias
para la evaluación individual ya que de ella se deriva, a su vez, el estímulo
necesario para la participación activa. Una valoración positiva del esfuerzo
personal hará que el estudiante se sienta orgulloso de haber contribuido a la
mejora de todo el equipo y, de esta forma, se estimulará su motivación. Además,
se puede también considerar la aportación del estudiante al grupo y el impacto
del trabajo del grupo en el aprendizaje del estudiante.
Oportunidades de aprendizaje
Son muchas las
ventajas formativas que se derivan de esta modalidad pedagógica. Señalaremos
algunas de ellas:
· Invita a los
estudiantes a comunicarse entre ellos.
· Fomenta la
implicación del estudiante con su comunidad de aprendizaje.
· Favorece la
autorregulación del grupo.
· Permite la
creación de un ambiente de trabajo gratificante.
· Promueve el
uso de herramientas tecnológicas.
· Aumenta el
grado de rendimiento y mejora la autoestima.
Sin lugar a dudas,
una de las mayores ventajas del Aprendizaje Cooperativo es la gran cantidad de
posibilidades de aplicación que ofrece. Os recomendamos la consulta de los
siguientes espacios:
· El Colectivo Cinética, red de profesores que comparten el
interés por mejorar la experiencia educativa, ofrece tanto asesoramiento como
formación para mejorar la práctica docente.
· El
programa CA/AC (Cooperar para aprender/Aprender a cooperar), especializado en
actuaciones diseñadas para enseñar al alumnado a trabajar en equipo,
proporciona, además, modelos de aplicación.
· Igualmente,
diversos centros educativos desarrollan programas de AC de interés: así, el IES
Ítaca, ubicado en Tomares (Sevilla), cuenta con un canal de Youtube propio con ejemplos prácticos
de interés.
Por
EDUCACIÓN 3.0
Fuente
No hay comentarios:
Publicar un comentario