La frase “los alumnos son los
protagonistas del aprendizaje” se ha viralizado. La pregunta es obvia: los
currículums prescriptivos (los de la gran mayoría de países) que fijan cómo,
cuándo, dónde y qué hay que aprender ¿cómo consiguen que los alumnos sean protagonistas
de su aprendizaje?
Cuando un
determinado eslogan es repetido y va desplegando su significado en multitud de
contextos (actividades de formación, lecturas, preinscripciones curriculares,
materiales, seminarios, congresos, conferencias…) pasa a formar parte de
“nuestro” vocabulario sin el necesario tamiz crítico, argumentativo y analítico
que caracteriza el razonamiento humano.
Han sido muchos los
eslóganes que han calado: aprendizaje significativo y funcional, diseños
competenciales, educación inclusiva, evaluación formativa… No niego el enorme
potencial de estos conceptos, pero dudo de su aplicación en las aulas. La vida
me ha dado la oportunidad de trabajar en todas las etapas educativas y me ha
brindado un gran aprendizaje; un aprendizaje continuo y trepidante surgido del análisis
sosegado de los discursos y la observación de las prácticas concretas como
tutor de estudiantes en prácticas de Magisterio. Juntos hemos construido
conocimiento: un conocimiento en continua reconstrucción, gracias a la
reflexión, al contraste y al debate. Son muchas las personas que tendrían que
aparecer en este artículo: estudiantes, tutores y tutoras de los centros de
educación infantil y primaria, familias y, por supuesto, los denominados
alumnos.
La frase “los alumnos son los protagonistas del aprendizaje” aparece
donde quiera que miremos. Así, casi de repente, todas las propuestas didácticas, todas las
metodologías innovadoras y todos los materiales curriculares han incorporado el
concepto a pesar de que la mayoría de currículos son prescriptivos. Si alguien
fija claramente lo que hay que aprender, cómo, cuándo y dónde ¿cómo consiguen
que los alumnos sean los protagonistas del aprendizaje? ¿Es una broma o mi
mente me la está jugando? Si son los auténticos protagonistas ¿no van
construyendo su vida, alimentando sus sueños, imaginando nuevas realidades? ¿O
simplemente son protagonistas de una obra de teatro, con guion preestablecido y
papeles asignados (tú debes aprender, tú debes decir, tú no sirves para este
papel, tú puedes fingir que…)?
Somos seres humanos dotados de intelecto, emociones, sentimientos, con
capacidades increíbles; vivimos en un mundo incierto, con un presente y un
futuro por escribir, con mucho por hacer y por mejorar. Un mundo heterogéneo,
con grandes retos y desafíos pero con grandes esperanzas y con muchas
ilusiones. Si nos concebimos así, si todos nuestros congéneres pueden gozar de
estos derechos recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
¿qué currículum debemos “representar” (repetir, recitar…)? Si la característica
más humana y más deseada es la libertad ¿cómo conjugamos el ser protagonistas
con adquirir unos determinados contenidos y “representar”, repetir o hacer
aquello que nos dicen?
Puede parecer que las preguntas que planteo acabaran con el aclamado en
otros tiempos laisser faire. Ni de lejos.
Adquirir el compromiso de ser el auténtico protagonista del aprendizaje
supone contraer una enorme responsabilidad con uno mismo y con los demás. Siempre será más fácil no tener
ninguna responsabilidad; sin responsabilidades no podemos equivocarnos; sin
responsabilidades hay poco o nada que hacer; sin responsabilidades nunca
sabremos a quién acudir, nunca encontraremos la persona indicada (la enorme
telaraña de la burocracia es un buen ejemplo; nunca encontramos al
“responsable” último).
Pero sin responsabilidades nunca podremos ser libres. Y una persona que no es libre es
una persona enferma. Las personas hemos nacido para correr, gritar, saltar,
llorar, reír, explorar, pensar, decidir… Ser libre implica tomar decisiones,
ser responsable y saber explicarlas a la luz de argumentos y razonamientos
comprensibles. Michael Mazzaniga, director del SAGE para el estudio de la
mente afirma: «El cerebro es automático pero la persona es libre. Y por lo
tanto responsable».
Pero ser libres y responsables implica un amplio conjunto de habilidades
éticas: la empatía, el altruismo, la confianza, el autocontrol y la capacidad
de agradecer, de sentir y expresar agradecimiento, entre otras. Posiblemente este
eslogan, como muchos otros, implica mucho más de lo que aparenta y si queremos
realmente que deje de ser una simple frase, el trabajo que se nos presenta es
inmenso. Inconmensurable, pero necesario. Y nada fácil. Olvidémonos de
eslóganes y pongamos manos a la obra. Y reconozcamos el enorme esfuerzo que
implica y aceptemos, humildemente, los errores que cometemos y que cometeremos;
aceptemos nuestras limitaciones como humanos, nuestras virtudes y nuestras
miserias… y mantengamos las brasas de la curiosidad, del descubrimiento, del deseo
y de la emoción con las puertas y ventanas abiertas de par en par al
conocimiento siempre cambiante, siempre sorprendente, siempre apasionante.
Las instituciones
escolares y otras muchas instituciones, empresas y colectivos trabajan “de
fuera para adentro”. Quieren inculcar, instruir o convencer al que no sabe.
Legítimo si vivimos en libertad. Pero para sentirnos protagonistas de nuestro
aprendizaje (en cualquier etapa de nuestra vida) debemos tener en cuenta otra
alternativa: “de dentro a fuera”. Esto va más allá de metodologías. Implica un
cambio de mentalidad. Si consideramos que todos disponemos de “algo” valioso
dentro (ideas, teorías, preconcepciones, sentimientos, emociones, vivencias,
experiencias…) conseguimos tres hitos importantes:
·
Reconocemos que todos podemos aportar algo valioso.
·
Reconocemos la dignidad; la dignidad nos hace sentirnos seres humanos,
libres y respetuosos con los principios éticos que rigen nuestra convivencia.
·
Reconocemos que, mediante la educación, podemos ir mejorando lo que
somos y adquirir, descubrir, crear y recrear el inmenso conocimiento acumulado.
Y a la vez, construir conjuntamente, un profundo sentimiento de humildad ante
la inmensidad del universo y ante todos los retos que se nos plantean día a
día.
Si compartimos nuestros
conocimientos, intuiciones, teorías, sentimientos, deseos, emociones,
proyectos, ilusiones la “escuela”, la educación adquiere pleno sentido:
Solo con la
educación es posible alcanzar una conducta humana digna y doblegar las
conductas indignas, aquellas que vejan, violan, desprecian a cualquier otro ser
humano por el color de piel, la conformación anatómica de su cuerpo, sus
creencias, su cultura, su edad, su sexo, discapacidad o condición social.
Habilitemos
espacios y tiempos para el diálogo, la conversación, la discusión guiada… para
poner sobre la mesa sus intuiciones, teorías, sentimientos, emociones y,
mediante una constante actitud interrogativa (profundamente respetuosa),
reconstruyamos el conocimiento, replanteémonos aquello que pensábamos, aquello
sobre lo cual teníamos certezas, aquello que hacemos por inercia (¡siempre ha
sido igual!). Esta discusión guiada debe llevarnos a reflexionar sobre qué
aprendemos, sobre cómo aprendemos, sobre cómo podemos saber lo que hemos
aprendido…
Solo podemos sentirnos protagonistas del aprendizaje si vivimos en
libertad, nos consideramos dignos y sabemos reflexionar sobre cómo aprendemos y
cómo enseñamos. Reflexionar aprendiendoenseñando y enseñandoaprendiendo. Concretemos.
·
Barreras, normas y limitaciones. Se habla de barreras arquitectónicas
para personas con diversidad funcional. Hablemos entonces de barreras. Las
aulas cerradas, en grandes edificios vallados aislados del entorno con grupos
de niños y niñas organizados por edades cronológicas (o por otras características
personales más sutiles) limitan e incluso impiden su participación activa,
global, heterogénea, creativa y multidimensional. Si nuestra mente aprende
siempre, ¿cómo limitar determinados aprendizajes a determinados espacios
cerrados? Educar es transformar, actuar, mejorar… con barreras no puede
educarse. Trasformar los espacios en los que vivimos mejorará, sin duda, el
bienestar de todos.
·
Cuando alguien (o algún grupo) no confía en sus congéneres edita normas,
dicta órdenes, impone sanciones, limita movimientos… Cuanto más normativizado y
vallado más seguridad y más garantías, dicen. ¿Seguridad y garantías para
quién? Sabemos que la confianza es esencial en todas las relaciones humanas
positivas. Y debemos fomentarlas. ¿Por qué? Porque está en la base de nuestra
humanidad: la oxitocina, en nuestro cerebro, fomenta la confianza entre los
seres humanos. Y cada día, cada hora, cada minuto se producen en el mundo
millones de intercambios basados en la confianza. ¿Por qué oscuro motivo
algunos nos quieren hacer creer que hay que desconfiar? Algo ganan con ello. Y
no es precisamente placer o felicidad.
·
Que los estudiantes sean realmente protagonistas de su aprendizaje no
implica que hagan lo que quieran, que estén votando continuamente, que
determinados proyectos se eternicen y se enquisten en un cúmulo de preguntas
simples inacabables (¿cómo es por fuera? ¿Cómo es por dentro?…). O
lanzarse a un viaje sin rumbo iniciando un proyecto sobre los animales y acabar
describiendo toda la clasificación de seres vivientes, dejando claro dos
conceptos trabajados de forma repetitiva a lo largo de décadas: los vertebrados
y los invertebrados. Los educadores deben tener claros grandes ejes
organizadores que deben permitir encajar las explicaciones científicas con las
preocupaciones, intereses y motivaciones de los estudiantes. Sin estos ejes
podemos instruir pero no educar. Sin estos ejes no conseguiremos personas más
libres, más dignas, más respetuosas, más confiadas, más curiosas. Uno de estos
ejes es especialmente relevante: los contenidos que trabajamos deben
relacionarse sólidamente (aprender es relacionar) e incluir los procedimientos,
las estrategias, las habilidades de razonamiento, los sentimientos y las
emociones. Mantener la curiosidad (inicio de toda explicación científica) exige
disponer de múltiples recursos y estrategias. ¿Por qué entonces intentar trabajarlas
por separado? Ahora toca clase de emociones; ahora comprensión lectora,
después razonamiento lógico… Trabajar así fracciona las mentes; las
parcela y, por lo tanto, impide que los estudiantes se impliquen (que sean
partícipes y protagonistas de su aprendizaje) en su totalidad biológica y
cultural buscando explicaciones al funcionamiento del fascinante mundo en el
que vivimos.
·
Para ser protagonistas de nuestro aprendizaje debemos reflexionar sobre
algunos aspectos centrales en los procesos de enseñar y aprender. Y debemos
fijar estos aspectos conjuntamente, siempre desde la flexibilidad y dispuestos
a cambiar si no nos satisface:
o Debemos fijar aquello que queremos
conseguir; debemos poder imaginarnos un final, un producto, un conocimiento, un
hecho, una ilusión, un deseo… Previsualizar lo que queremos conseguir nos
orientará en un proceso que debe ser abierto, creativo y, por qué no, incierto.
o Debemos pensar en las estrategias,
razonamientos, conocimientos, procedimientos, herramientas… que necesitaremos para
conseguir lo que nos hemos fijado.
o También hemos de plantearnos algunos
indicadores consensuados que nos guíen a lo largo del proceso; unos indicadores
que nos permitan saber, por nosotros mismos, si vamos en la dirección correcta
para conseguir lo que hemos previsualizado inicialmente.
o Debemos compartir lo que hemos
conseguido (un nuevo conocimiento, un producto, un hecho, un cambio
substancial…) y saber explicarlo para someterlo al escrutinio de la discusión,
del contraste y del debate público.
o Y, finalmente, debemos saber
reflexionar, repensar y revisar el proceso seguido para introducir los cambios
que nos permitan mejorar.
No es fácil. Pero
es fascinante la aventura. En el fondo nos jugamos mucho: el bienestar de toda
la humanidad. Es alcanzable. Las personas humildes y anónimas somos los
auténticos protagonistas de la historia. Sin nosotros no habría historia.
Nuestro potencial es casi ilimitado. Nuestra curiosidad insaciable.
Nuestros deseos de vivir en paz son universales. Nuestra capacidad de crear
sorprendente. Está en juego nuestra libertad y nuestra dignidad.
Si nos sentimos protagonistas de nuestro aprendizaje nadie será capaz de
poner un punto final. La historia acaba de comenzar. Escribámosla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario