A
finales del año 2019 se difundió la noticia de un brote de un virus
desconocido en la provincia de Hubei, en particular en su capital Wuhan (China)
y que fueron reportados a la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En
un principio todo parecía un problema circunscripto a un grupo de personas que
comían animales salvajes. Luego, vinieron las alarmantes cuentas de enfermos y
muertos, que estaban ocurriendo en Wuhan.
Las
autoridades china de inmediato reaccionaron y establecieron algunas medidas
para contener el virus y se acordó poner en ejecución la cuarentena, con
resultados muy positivos.
Pero
el virus se expandió más allá de las fronteras de China y terminó siendo
calificada por la OMS de pandemia.
El
coronavirus y su origen
Para
la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019): “Los coronavirus (CoV) son una
amplia familia de virus que pueden causar diversas afecciones, desde el
resfriado común hasta enfermedades más graves, como ocurre con el coronavirus
causante del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el que
ocasiona el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV). Un nuevo coronavirus
es una nueva cepa de coronavirus que no se había encontrado antes en el ser
humano.
Los
coronavirus se pueden contagiar de los animales a las personas (transmisión
zoonótica). De acuerdo con estudios exhaustivos al respecto, sabemos que el
SRAS-CoV se transmitió de la civeta al ser humano y que se ha producido
transmisión del MERS-CoV del dromedario al ser humano. Además, se sabe que hay
otros coronavirus circulando entre animales, que todavía no han infectado al
ser humano.
Esas
infecciones suelen cursar con fiebre y síntomas respiratorios (tos y disnea o
dificultad para respirar). En los casos más graves, pueden causar neumonía,
síndrome respiratorio agudo severo, insuficiencia renal e, incluso, la muerte.
Las
recomendaciones habituales para no propagar la infección son la buena higiene
de manos y respiratoria (cubrirse la boca y la nariz al toser y estornudar) y
la cocción completa de la carne y los huevos. Asimismo, se debe evitar el
contacto estrecho con cualquier persona que presente signos de afección
respiratoria, como tos o estornudos”.
Sobre
el origen del Coronavirus, aparte de lo ya dicho por la OMS, hacen presencia
las “teorías de la conspiración”, las especulaciones y también interviene la
religión.
Hay
una tesis que sostiene que el Covid-19 fue incubado en los más oscuros
laboratorios de guerra biológica, provocando, por tanto, experimentación y
muertes por doquier, especialmente en países que erigen, como desiderátum de la
historia, el modelo consumista capitalista, aunque al final, eso salga de su
control, como Frankenstein, y termine afectándolo a ellos mismos.
Desde
el punto de vista religioso también hay una explicación. Según publicación de
la redaccionp21@peru21.pe, el
05/03/2020, Brian Tamaki, pastor de Destiny Church (Iglesia del
Destino), Nueva Zelanda,
durante un discurso dijo que al coronavirus: “No debemos
temerle. Hay mucha histeria que ha sido engendrada por ciertos elementos sobre
esta pandemia. Creo que el ministerio de Cristo trae esperanza, y que
hay una manera de combatir estas pestes, pandemias y plagas”.
Y
agregó que “el príncipe del poder del aire, Satanás, tiene el control de las
atmósferas, a menos que seas un creyente amante de Jesús, creyente en la
Biblia, lleno del Espíritu Santo y que paga diezmo”.
Pero
más allá de todas esas consideraciones, lo que está pasando en el mundo con el
Covid-19, es una prueba de fuego para el humanismo y la razón enfrentándose al
narcisismo y egoísmo.
De
la “alegría” a la pandemia
En
el libro Sobre la muerte y los moribundos, su autora, la
suizo-estadounidense, Elisabeth Klubel-Roos, analiza cinco (5) etapas o fases
-mental y/o emocional-, por el que pasa una persona desde que es diagnosticada
con una enfermedad terminal hasta el momento en que admite su situación
personal. Estas cinco fases son: negación, ira pacto, depresión y aceptación.
En
el caso del Covid-19 se pueden encontrar dos reacciones, mentales y emocionales.
Una,
macabra, propia del capitalismo y de la deshumanización, que ante la
información de la existencia de este virus en Wuhan, China, la reacción de
muchos comentaristas occidentales de The Guardian, la revista Newsweek,
el ABC de España fue de un sentimiento de alegría por la desgracia de los
chinos (sinofobia). Se habló de un “Chernobil chino”. La revista Foreign
Policy llegó a acusar a China de haber “puesto en riesgo al
mundo” con su “incompetencia”.
Al
respecto, Boaventura de Sousa Santos, en su artículo: “Coronavirus: todo lo
sólido se desvanece en el aire”, publicado en El País el 17/03/2020, afirma:
“la forma en la que se construyó inicialmente la narrativa de la pandemia en
los medios de comunicación occidentales hizo evidente el deseo de demonizar a
China” y “la verdad es que, según la Organización Mundial de la Salud, el
origen del virus aún no se ha determinado. Por lo tanto, es irresponsable que
los medios oficiales en Estados Unidos hablen del “virus extranjero” o incluso
del “coronavirus chino”, sobre todo porque solo en países con buenos sistemas
de salud pública (Estados Unidos no es uno de ellos) es posible hacer pruebas
gratuitas y determinar con precisión los tipos de gripe que se han dado en los
últimos meses”
La
otra, es cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que estábamos
en presencia de una pandemia.
En
efecto, el miércoles 11/03/2020, la OMS a través de su Director General, el
eritreo Tedros Ghebreyesus, le anunció al mundo que el coronavirus ya era
oficialmente una pandemia, era global y que todos los países iban a tener que
poner mucho de su parte para combatir el virus.
Dijo:
“Estamos muy preocupados por los alarmantes niveles de propagación y gravedad,
y por los alarmantes niveles de inacción”.
Y
fue muy claro con lo que iba a suceder a partir de ese momento: “En los
próximos días y semanas esperamos que el número de casos, de muertes y de
países afectados aumente aún más”.
Llamó
la atención en el uso del término pandemia y al respecto aclaró: “Es una
palabra que, mal usada, puede causar un miedo irracional, o la aceptación
injustificada de que la lucha se ha acabado, lo que llevaría a un sufrimiento
innecesario y a muertes”.
Además
de dar un toque de atención a algunos Estados, Ghebreyesus quiso mencionar a
los que han hecho un gran esfuerzo para contener el virus. Recordó que más del
90% de todos los contagios se habían producido únicamente en cuatro países, y
que dos de ellos (China y Corea del Sur) ya habían conseguido rebajar el número
de casos. También señaló que 81 naciones no habían comunicado ningún caso de
coronavirus y que 57 habían registrado 10 casos o menos: “No podemos decirlo
más alto, más claro o con más frecuencia: todos los países están a tiempo de
cambiar el curso de esta pandemia”.
Y
añadió: “Si los países detectan, hacen el test, aíslan, buscan los contactos y
movilizan a su ciudadanía en la respuesta, los que solo tienen un puñado de
casos de Covid-19 pueden prevenir que se conviertan en grupos de transmisión y
que estos se conviertan en transmisión comunitaria”.
Los
países, aseguró el director general, “tienen que encontrar el equilibrio entre
proteger la salud, minimizar el trastorno económico y social y respetar los
derechos humanos”. Y recordó qué se espera de los miembros de la organización:
“Preparad vuestros hospitales, proteged y entrenad a vuestros sanitarios.
Cuidémonos unos a otros”.
Ghebreyesus
reconoció que algunos países estaban teniendo dificultades para lidiar con esta
pandemia. Unos, por “falta de capacidad”, otros por “falta de recursos” y el
resto por “falta de decisión”, subrayando una vez más la idea de que no todos
los mandatarios mundiales se han tomado suficientemente en serio la amenaza.
Ante
esa pandemia. ¿Qué hacer?
Ante
una realidad, una pandemia, el Covid-19, las respuestas humanas no se ha hecho
esperar. Estamos en presencia del humanismo y su cara contraría: la
deshumanización a su máxima expresión.
En
ese sentido, bueno es recordar que varias novelas y cuentos nos narran esas
reacciones humanas ante situaciones parecidas al Covid-19.
En
el Decamerón (1351 y 1353), su autor, Giovanni Boccaccio,
cuenta que un grupo de diez jóvenes (siete mujeres y tres hombres) se reúnen en
una villa en las afueras de Florencia, para tertuliar sobre el significado de
la peste bubónica, epidemia de peste negra que golpeó a Florencia en 1348. Ante
esa situación acordarán respetar unas reglas convenientes no sólo a su salud
física sino a la salud del espíritu, porque la peste genera tristeza y
depresión, como bien lo dice el profesor y filósofo Nuccio Ordine, en
entrevista para La Vanguardia.
Agrega
este filósofo que “Boccaccio es inteligente y nos dice que lo peor es el miedo
al miedo, esa extrema confianza que te hace hacer cosas contra ti mismo y tu
comunidad, él describe la irracionalidad de esa gente que cree estar haciendo
cosas para mejorar su salud pero que en realidad son muy dañinas”. Por tanto:
“Humana cosa es tener compasión de los afligidos”.
En La
peste (1947), novela de Albert Camus, se narran los estragos de una
epidemia que causa centenares de muertes a diario, en una ciudad, Orán, con una
vida frenética, absolutamente materialista, donde casi nadie repara en las
existencias ajenas. Sus habitantes carecen de sentido de la comunidad. No son
ciudadanos, sino individuos que escatiman horas al sueño para acumular bienes.
La propagación imparable de la enfermedad empujará a las autoridades a imponer
un severo aislamiento.
De
esta novela se puede deducir que ante el avance de una catástrofe colectiva
(una peste de salud pública), también puede estar presente otra (una peste
política), como por ejemplo, la ocupación nazi de Francia durante la segunda
guerra mundial y ante ambas peste el único valor que debe prevalecer es el de
la solidaridad.
Edgar
Allan Poe, en el cuento “La màscara de la muerte roja” (1948), se puede leer
que los que màs tienen y màs pueden (aristócratas medievales), se consideran
inmunes y por momentos piensan que la muerte es de otro, cuando resulta que
esta trasciende las clases sociales, las ideologías y el poder. Las pandemias
son masivas y “democráticas”.
En Ensayo
sobre la ceguera (1995) José Saramago, en los dos primeros capítulos,
nos narra que un hombre de 38 años, manejando su automóvil y estacionado frente
al semáforo, esperando la luz verde para avanzar, no lo puedo hacer al quedar
ciego. Ante esto se ofrecen dos transeúntes para acompañarlo a su casa y uno de
ellos, ladrón de oficio, se queda con las llaves de su automóvil y se lo roba.
No pasaría entonces mucho tiempo, para que esta persona de “bajas pasiones” y
comportamiento deshumanizado, fuera trágicamente recompensado también con la
ceguera.
Deshumanismo
versus humanismo
Ante
el Covid-19, analicemos entonces dos comportamientos humanos.
Uno,
la concepción de “salvase quien pueda” para enfrentar el Covid-19, que
representa muy bien el gobierno del Reino Unido en contraste con los que están
haciendo otros países.
El
gobierno de Boris Johnson se ha resistido al “distanciamiento social” y a tomar
otras medidas de contención que recomienda la OMS y se utilizan en la mayoría
de los países- Ha considerado mejor permitir que la enfermedad se propague para
que no haya un colapso de los servicios de salud pública del Reino Unido.
Ha
levantado la tesis de la “inmunidad colectiva” que significa permitir que este
virus se propague a las personas más jóvenes que corren menos riesgo de morir.
También,
en un principio, se ha resistido a cerrar las escuelas en el Reino Unido,
públicas y privadas.
Lo
ha dejado al libre arbitrio de cada habitante y ha dicho: “Somos una democracia
madura, adulta y liberal, en la que la gente entiende muy claramente las
recomendaciones que le damos”.
Como
corolario y sin mayor desparpajo sería: que se mueran los que tenga que
morirse, en particular los de la tercera edad para arriba, eso inmuniza a la
sociedad.
Dos,
una visión humanista de las relaciones entre los seres humanos.
Es
así como el gobierno cubano (siempre Cuba) autorizó por “razones
humanitarias” el atraque, el 16/03/2020, del crucero MS Braemar, de
la compañía británica Fred Olsen, con cinco casos confirmados del
Covid-19 y más de mil personas a bordo, desde donde sus pasajeros serán
repatriados hacia el Reino Unido.
Debe
enfatizarse que este crucero estuvo buscando desesperadamente donde desembarcar
luego que se le negara acceso a múltiples puertos en el Caribe.
El
jefe de prensa de la cancillería cubana, Juan Antonio Fernández,
declaró. “Se han adoptado todas las medidas para el traslado seguro,
hospitalario y expedito de los pasajeros y tripulantes de la embarcación”
Mientras
tanto el secretario de Estado para Asuntos Exteriores del Reino Unido,
Dominic Raab, agradeció al gobierno cubano por permitir el atraque
del barco y al respecto declaró:
“Estamos
muy agradecidos con el gobierno cubano por permitir rápidamente esta operación
y por su estrecha cooperación para garantizar que pueda tener éxito”.
“Qué
cosa más grande, diría un cubano”, porque definitivamente, la grandeza del ser
humano está en su capacidad de amar, no en su ambición personal.
Conclusiones
-Una
verdad verdadera es que el Covid-19 es una amenaza para todos los continentes,
todos los países y todas las clases sociales. Es asunto de todos y trasciende
ideología y fanatismos.
-Nuestro
narcisismo y yoismo está en crisis, El Covid-19 no le concierne sólo al otro.
Nuestra campana de cristal se ha agrietado y por tanto, debemos estar conteste
que no somos invulnerables.
-El
Covid-19 nos pone a pensar sobre el tiempo y el abanico de posibilidades que
contiene cada minuto. No dejarse abrumar por el miedo y el terror, son malos
consejeros porque sólo traen parálisis y estancamiento.
-En
esta batalla contra el Covid-19 el fanatismo ideológico estorba y mucho. Es
bueno mirar un poco más allá, pensando sobre todo en lo humano. Lo ha
practicado Cuba en el caso del crucero del Reino Unido.
-Finalmente:
¿Qué será de nosotros cuando el Covid-19 pase? ¿Seguiremos con nuestra
arrogancia o lo recordaremos como el momento que nos desnudó lo frágil que es
la vida?
Por:
Franklin González
Fuente:
El autor escribe para el Portal Otras Voces en Educación