¿El pensamiento en decadencia?
Desde
el 2016 muchas jurisdicciones de nuestro país, Argentina, han adoptado la
educación emocional, la neurociencia y el pensamiento computacional como
rectores de sus políticas educativas. Entre ellas la Provincia de Buenos Aires,
con las 2000 escuelas dentro de la denominada Red de Escuelas de Aprendizaje,
para ampliarlas al resto del sistema educativo. Y considerando que en muchas
jurisdicciones dicha política educativa se perfila continuada aún en el próximo
gobierno, independientemente de los lineamientos nacionales y en virtud de las
autonomías provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, valgan las
siguientes consideraciones.
Si
entendemos los procesos interculturales como la posibilidad de enriquecimiento
mutuo entre diferentes culturas que, modificándose mutuamente, mantienen su
propia identidad ampliándola en el encuentro, ya no como un mero “in-contra”
sino como un “entre”, cabría preguntarse si en la actualidad se dan sus
condiciones de posibilidad, condiciones de posibilidad de una interculturalidad
liberadora que no resulte mera declaración, mas bien una praxis histórica
fructífera. De ahí, el título de la presente ponencia, bajo el planteo de “un
deseo frustrado”.
Algunos
interrogantes para pintar el problema pueden ser los siguientes:
·
Las
emociones son una cualidad humana. Desde cierto encuadre de las Neurociencias y
de la Inteligencia Emocional, se las fragmenta, favoreciendo el entendimiento,
que siempre segmenta, aunque no el pensar[1]
que tiende desde la praxis a lo global.
·
Si
las emociones anteceden al pensar, mientras dichas emociones tienen una base
neuronal, por un lado se imposibilita desde el vamos un diálogo intercultural,
por el otro se apela a una especie de “primer motor inmóvil” a lo neuronal que
desde las investigaciones empíricas de laboratorio deciden el destino de lo
humano.
·
En
este último sentido aparece la exclamación: “el cerebro piensa”. En realidad,
es el humano contextualizado quien en la multiplicidad de sus interrelaciones
piensa. El pensamiento no es consecuencia de una simple determinación neuronal.
Si así lo fuese, desde el laboratorio de investigación empírica podrían
establecerse todas las condiciones del deseo. Es obvio que el sentido último de
las investigaciones empíricas se encuentra establecido por quienes las
financian.
·
Veamos
algunos ejemplos práxicos de la cuestión:
o
a) el
conocimiento, control y autogestión de las propias emociones individuales como
base del éxito y liderazgo empresarial, proclamado en la Cumbre del G-20 en
Argentina 2018;
o
b) el
conocimiento, control y autogestión de las propias emociones individuales como
base del aprendizaje de conocimientos en el ámbito escolar, proclamado en la
Cumbre del G-20 en Argentina 2018;
o
c) la
imposibilidad en el ámbito académico para poner en discusión/dialógica las
problemáticas del presente a partir de quienes sostienen ópticas divergentes
y/o contradictorias a la vez, que en lenguaje coloquial se denomina “grieta”;
o
d) la
imposibilidad en el ámbito político y/o comunicacional para poner en
discusión/dialógica las problemáticas del presente a partir de quienes
sostienen ópticas divergentes y/o contradictorias a la vez, que en lenguaje
coloquial se denomina “grieta”;
o
la
sistemática, en profusión creciente, de noticias falsas a partir de las
actuales tecnologías de la información y la comunicación;
o
e)
las redes sociales/digitales que tienden a sintetizar toda la realidad a
impactos emotivos, cuya definición supuestamente universalizante se reduce en
el caso de Facebook, en primer lugar, al “me gusta” o “no me gusta”;
o
f) la
exacerbación de la emocionalidad en segmentos religiosos/evangélicos que
limitan al fervor de aquella la posibilidad del pensar.
Ciertamente, si comprendemos lo que interculturalidad significa desde el
punto de vista sociológico/cultural como plexo complejo entre acuerdos,
negociaciones y conflictos, según el predominio de lo uno o de lo otro hasta
puede definirse la destrucción de la humanidad, la destrucción de la reproducción
y producción de la vida en tanto todo se resuelva a favor del conflicto.
Solamente desde la profusión de movimientos sociales, dialogando en sí
mismos y entre sí, y su organización no espuria, puede entreverse la
posibilidad de un mundo intercultural más justo.
Autor
Miguel Andrés Brenner
Facultad de Filosofía y
Letras – UBA
Diciembre 2019
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