jueves, 28 de noviembre de 2019

INTERCULTURALIDAD LIBERADORA: ¿DESEO FRUSTRADO?


¿El pensamiento en decadencia?


Desde el 2016 muchas jurisdicciones de nuestro país, Argentina, han adoptado la educación emocional, la neurociencia y el pensamiento computacional como rectores de sus políticas educativas. Entre ellas la Provincia de Buenos Aires, con las 2000 escuelas dentro de la denominada Red de Escuelas de Aprendizaje, para ampliarlas al resto del sistema educativo. Y considerando que en muchas jurisdicciones dicha política educativa se perfila continuada aún en el próximo gobierno, independientemente de los lineamientos nacionales y en virtud de las autonomías provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, valgan las siguientes consideraciones.


Si entendemos los procesos interculturales como la posibilidad de enriquecimiento mutuo entre diferentes culturas que, modificándose mutuamente, mantienen su propia identidad ampliándola en el encuentro, ya no como un mero “in-contra” sino como un “entre”, cabría preguntarse si en la actualidad se dan sus condiciones de posibilidad, condiciones de posibilidad de una interculturalidad liberadora que no resulte mera declaración, mas bien una praxis histórica fructífera. De ahí, el título de la presente ponencia, bajo el planteo de “un deseo frustrado”.
Algunos interrogantes para pintar el problema pueden ser los siguientes:
·         Las emociones son una cualidad humana. Desde cierto encuadre de las Neurociencias y de la Inteligencia Emocional, se las fragmenta, favoreciendo el entendimiento, que siempre segmenta, aunque no el pensar[1] que tiende desde la praxis a lo global.
·         Si las emociones anteceden al pensar, mientras dichas emociones tienen una base neuronal, por un lado se imposibilita desde el vamos un diálogo intercultural, por el otro se apela a una especie de “primer motor inmóvil” a lo neuronal que desde las investigaciones empíricas de laboratorio deciden el destino de lo humano.
·         En este último sentido aparece la exclamación: “el cerebro piensa”. En realidad, es el humano contextualizado quien en la multiplicidad de sus interrelaciones piensa. El pensamiento no es consecuencia de una simple determinación neuronal. Si así lo fuese, desde el laboratorio de investigación empírica podrían establecerse todas las condiciones del deseo. Es obvio que el sentido último de las investigaciones empíricas se encuentra establecido por quienes las financian.
·         Veamos algunos ejemplos práxicos de la cuestión:
o   a) el conocimiento, control y autogestión de las propias emociones individuales como base del éxito y liderazgo empresarial, proclamado en la Cumbre del G-20 en Argentina 2018;
o   b) el conocimiento, control y autogestión de las propias emociones individuales como base del aprendizaje de conocimientos en el ámbito escolar, proclamado en la Cumbre del G-20 en Argentina 2018;
o   c) la imposibilidad en el ámbito académico para poner en discusión/dialógica las problemáticas del presente a partir de quienes sostienen ópticas divergentes y/o contradictorias a la vez, que en lenguaje coloquial se denomina “grieta”;
o   d) la imposibilidad en el ámbito político y/o comunicacional para poner en discusión/dialógica las problemáticas del presente a partir de quienes sostienen ópticas divergentes y/o contradictorias a la vez, que en lenguaje coloquial se denomina “grieta”;
o   la sistemática, en profusión creciente, de noticias falsas a partir de las actuales tecnologías de la información y la comunicación;
o   e) las redes sociales/digitales que tienden a sintetizar toda la realidad a impactos emotivos, cuya definición supuestamente universalizante se reduce en el caso de Facebook, en primer lugar, al “me gusta” o “no me gusta”;
o   f) la exacerbación de la emocionalidad en segmentos religiosos/evangélicos que limitan al fervor de aquella la posibilidad del pensar.
Ciertamente, si comprendemos lo que interculturalidad significa desde el punto de vista sociológico/cultural como plexo complejo entre acuerdos, negociaciones y conflictos, según el predominio de lo uno o de lo otro hasta puede definirse la destrucción de la humanidad, la destrucción de la reproducción y producción de la vida en tanto todo se resuelva a favor del conflicto.
Solamente desde la profusión de movimientos sociales, dialogando en sí mismos y entre sí, y su organización no espuria, puede entreverse la posibilidad de un mundo intercultural más justo.

Autor
Miguel Andrés Brenner
Facultad de Filosofía y Letras – UBA
Diciembre 2019


[1] Según Hegel, desde el entendimiento se analiza, desde el pensamiento se sintetiza.

martes, 19 de noviembre de 2019

GREGORIO LURI: «LA ATENCIÓN ES EL NUEVO COCIENTE INTELECTUAL DEL SIGLO XXI»


Más de 200 familias se acercaron al colegio CEU San Pablo Sanchinarro para escuchar al escritor Gregorio Luri, en un nuevo CEU talk del Colegio. En este espacio de reflexión Luri, doctor en Filosofía y licenciado en Ciencias de la Educación, habló sobre los problemas a los que se enfrentan las familias actuales a la hora de educar a sus hijos y cómo tenemos en nuestras manos recursos suficientes para vivir la experiencia de educar con tranquilidad, satisfacción y emoción.

Considerado uno de los mayores referentes de la educación en España, Gregorio Luri se siente más cómodo llamándose «maestro de escuela», y asegura que ante el futuro incierto que se presenta, los padres están más preocupados que nunca por sus hijos y por ello centran toda su atención en su educación. Gregorio Luri apela, en esta situación, al «sentido común». «No hay familias perfectas y pretender gestionar la vida de nuestros hijos de forma “pluscuamperfecta”, es someterlos a una exigencia injusta y a un estrés innecesario».
Habla incluso de una «neurosis de los padres jóvenes», y explica que ese sentido común al que apela consiste básicamente en que tengan confianza en sí mismos. «Es importante que sepan que van a tener ciertos fracasos, y que no es posible controlar todas las cosas humanas». Afirma Luri también que «nuestros hijos tienen derecho a tener un padres tranquilos e imperfectos», y defiende de manera sistemática la «imperfección sensata».
Educar sin esperar la respuesta exacta
«Nuestra casa es el único lugar en el que nos quieren incondicionalmente por el mero hecho de haber llegado; en la escuela no debemos querer a nuestros alumnos como les quieren los padres. El maestro es el amante celoso de lo mejor que puede ser un alumno». De hecho -añade- «estamos para hacer visible a nuestros alumnos lo mejor que pueden llegar a ser. Los padres somos extremadamente buenos, como nunca llegará a ser un profesor, para captar el estado de ánimo de nuestros hijos; y los profesores, por su parte, son mucho mejores para evaluar su comportamiento de forma objetiva. Podemos decir que “los maestros son los profesionales y los padres somos los aficionados».
Según Gregorio Luri, los padres tienen que educar sin esperar a tener la respuesta exacta. «Lo importante es no dramatizar esa duda». «Ser humano es precisamente actuar descubriendo con frecuencia que los resultados de tus acciones no eran los que habías previsto. Nos movemos en la incertidumbre, y esa es la grandeza; eso es ser humano y es lo que te permite la creatividad y la espontaneidad», explica.
El nuevo cociente intelectual del siglo XXI
Estamos rodeados de muchísima información y, según Gregorio Luri, para que esa información se pueda transformar en conocimiento hay que operar sobre ella, pero para operar sobre ella se necesitan dos cosas: «capacidad atencional e insistencia».
Por eso asegura que la atención es el nuevo cociente intelectual. «La capacidad de una persona para moverse de manera inteligente en la sociedad de la información va a depender de su capacidad atencional».
Insiste en que no somos conscientes de la importancia de educar la atención. «Todos los seres humanos nacemos con una atención débil. Nos distraemos con rapidez, pero es algo que se entrena. A los hijos se les puede, y se les debe, enseñar a mantener la atención», explica, y se puede educar con la música, las matemáticas, la oración o la lectura lenta por ejemplo.
Sabemos que todos nos distraemos pero, una persona atenta, es aquella que se da cuenta de que se ha distraído y vuelve a su objetivo de atención. «Sin atención no hay sentido común, y el sentido común es la solución para la educación».
Utilizar las palabras mágicas en familia
Durante ese CEU talk del Colegio CEU San Pablo Sanchinarro Gregorio Luri se refirió también a las nuevas tecnologías y su papel en la educación, lamentándose de que lo moderno ha ocupado el lugar que ocupada lo bueno. «Una escuela debe perseguir lo bueno esté donde esté, y si la nueva tecnología no encaja en nuestro proyecto, no tenemos por qué ir a por ella». Aunque reconoce que «sería absurdo no tener una relación normal con las nuevas tecnologías», afirma que «no hay métodos tecnológicos superiores a un maestro».
Luri se despidió con tres consejos para los padres: Intentar conseguir que las horas más relevantes del día no sean las más caóticas; el uso habitual de las palabras mágicas «que tienen efectos extraordinarios» en las relaciones personales (gracias, por favor, perdón, confío y tienes razón); y por último: más que hablar a nuestros hijos de lo que tienen que hacer, debemos enfocar su conducta desde una perspectiva familiar, o lo que es lo mismo, desde una voluntad de estilo familiar («esto los Fernández no lo hacemos», por ejemplo ).
Carlos Ortiz Sanchidrián, director del Colegio CEU San Pablo Sanchinarro, moderó esta entrevista en torno a las necesidades reales de los padres de hoy y las expectativas y emociones de los niños del siglo XXI, y explicó que los CEU talks son espacios de puesta en común, y reflexión «de la mano de los mejores expertos en educación y profesionales de éxito en una sociedad tan competitiva como la nuestra».


Por: abc.es
Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/padres-hijos/abci-gregorio-luri-atencion-nuevo-cociente-intelectual-siglo-201910240130_noticia.html


martes, 12 de noviembre de 2019

CLAVES PARA TRABAJAR LA EDUCACIÓN EMOCIONAL


Cansado de leer y escuchar por todos lados sobre la excelencia de la educación emocional finlandesa (y de otras latitudes), me decidí a preguntar por la vía de las redes, cuánto se está haciendo en nuestro país. Mi sorpresa fue mayúscula al comprobar que decenas de personas me enviaron sus comentarios, fotos, programas de trabajo, en una generosa muestra de que hemos madurado lo suficiente en el sistema educativo como para instalar, definitivamente, este aprendizaje crucial en la vida de las personas. Y digo personas y no sólo niños o alumnos porque se expande a docentes, padres y personal en general de las instituciones.

¿Quién podría dudar de la importancia de educar las emociones, de guiarlas hacia una construcción saludable y enriquecedora de nuestras vidas? ¿Quién hoy puede negar que las emociones son las responsables de cómo va a ser nuestro paso por este mundo, si sintiéndonos felices o padeciendo las peripecias de la existencia? De todas formas, debo comenzar con una discusión interesante que nos ayude a entender mejor este proceso.

¿Qué educamos?: Competencia Emocional versus Inteligencia Emocional

A pesar del enorme e inconmensurable éxito y difusión de la obra de Daniel Goleman y de su concepto de inteligencia emocional, muchas personas del ámbito científico (y yo me incluyo) tenemos objeciones a su validez. Esta aclaración es importante porque muchísimos de los proyectos educacionales son incluidos bajo el paraguas de la inteligencia emocional en las escuelas.
Sol Fittipaldi, becaria doctoral del Laboratorio de Psicología Experimental y Neurociencias LPEN- INCYT, nos dice al respecto lo siguiente: “Evito hablar del concepto de “inteligencia emocional” ya que es controvertido. El concepto de inteligencia en sí es controvertido, en tanto está atado al clásico sistema de medición, la escala de CI (coeficiente intelectual), que se enfoca en capturar habilidades de velocidad de procesamiento de información y pensamiento abstracto. Sin embargo, es claro que estas habilidades no bastan para moverse adecuadamente en la vida. El ejemplo paradigmático es el autismo de alto funcionamiento o síndrome de asperger. Estos pacientes tienen CI normal (o incluso superior a la población neurotípica) y sin embargo, dados sus problemas sociales y emocionales, fallan en lograr una adaptación satisfactoria en los ámbitos social, laboral, entre otros”.
En lugar de inteligencia, la especialista prefiere hablar de competencia emocional y social. “Esta incluye diversas habilidades: autoconsciencia (capacidad de reconocer las propias emociones), consciencia social (comprender los sentimientos de los demás, empatía), autorregulación (estrategias para manejar las propias emociones), habilidades sociales (capacidad de mantener relaciones positivas, ej, compartir y cooperar), y toma de decisiones responsable (solución de problemas, responsabilidad personal, moral y ética). Hay evidencia fuerte de que los programas de aprendizaje emocional y social (así es como se los llama) en la escuela conducen a resultados satisfactorios en el bienestar de los estudiantes y su capacidad para usar los conocimientos académicos para tomar decisiones beneficiosas para uno mismo y para los otros. Estas habilidades se asocian asimismo a un mejor desempeño escolar. Estimo que programas de este tipo tendrían un efecto positivo también en ámbitos laborales” .

Tener un mapa claro de cómo trabajar

Algo que sí parecen tener las escuelas finlandesas, que aún nosotros debemos desarrollar, es claridad metodológica y sistematicidad en la manera en que se trabajan las emociones. La gran cantidad de información que me enviaron desde distintos puntos del país puede variar en solidez conceptual y claridad aplicativa según el caso, pero en general aún no cuenta con el respaldo de estudios científicos que nos ayuden a entender cómo se despliegan los procesos de aprendizaje emocional. Tenemos que probar protocolos durante un buen tiempo y armarlo mejor.
Suponemos que el reconocimiento emocional, el etiquetar las emociones y aprender a gestionarlas desde una actitud de no juicio y naturalidad funciona positivamente en las personas, pero aún no sabemos muy bien cuál es la mejor forma de direccionarlo.

¿Qué hacer y cómo?

Podemos encontrar distintas formas de aplicar la educación emocional en nuestro país. Lo más habitual son los programas de base cognitiva, programas de mindfulness aplicados a distintos entornos educativos, o lo que llamábamos inteligencia emocional. Más allá de la intervención específica y la necesidad de protocolizarla, algunos tips parecen ser importantes a considerar:
✔️Es importante tener en cuenta el contexto cultural en el cual se brindan los programas de educación emocional. Es recomendable no extrapolar programas de otros países en una automática reproducción de contenidos.
✔️El reconocimiento de las emociones y su etiquetamiento son muy importantes y ayudan a gestionar mejor nuestra vida anímica.
✔️La regulación de las emociones aflictivas debe ser enseñado como un proceso progresivo y fortalecedor y no como una forma evitativa de no sentirse bien.
✔️Cultivar emociones altruistas (o positivas), hablando de ellas, enfatizando su gestión en los ámbitos cotidianos, es fundamental. La educación emocional no puede basarse sólo en el trabajo con emociones negativas.
✔️En las instituciones educativas es clave que sea introducido como práctica curricular y no sólo como taller, ya que lo primero garantiza una continuidad y un aprendizaje más cristalizado de las habilidades.
✔️Introducir a la familia de los niños y adolescentes es muy importante. Las personas también son lo que su entorno les brinda diariamente. Si bien hemos visto que a veces los niños llevan vientos de cambio a sus familias (como con las técnicas meditativas) es crucial ampliar el espacio interventivo.
✔️Quienes enseñan educación emocional deben tener un trabajo consigo mismos, para que su transmisión no sea un acto de incoherencia que se hace evidente rápidamente para los alumnos.
✔️Educación emocional no es sólo escuelas: hay muchos lugares, como empresas, cárceles, organizaciones varias, donde se puede (y se debe) fortalecer este aprendizaje.

Por: Martín Reynoso. 

Fuente del artículo: https://www.clarin.com/buena-vida/8-claves-trabajar-educacion-emocional_0_30BFlJSz.html

lunes, 11 de noviembre de 2019

CÓMO IMPACTA EL ESTRÉS INFANTIL SOBRE EL PROCESO DE APRENDIZAJE


Óliver Jiménez, formador e investigador en mindfulness y gestión emocional, analiza por qué sufrir estrés durante el proceso de aprendizaje puede repercutir de manera muy negativa a la hora de afianzar conceptos y contenidos.

Pablo acaba de recibir la calificación de su primer examen de matemáticas. Es una nota de sobresaliente, así que su profesora lo felicita delante de todos sus nuevos compañeros mostrándolo como modelo a seguir en su asignatura. Cualquiera podría pensar que Pablo debe estar muy contento con su nota y, sobre todo, por empezar así su nueva etapa. Para Pablo, es todo lo contrario. Piensa que a partir de ahora tendrá que sacar siempre un sobresaliente en esa asignatura para cumplir con la expectativa de su nueva profesora, siendo cualquier otro resultado un tremendo fracaso. Sobre todo, desde que sus padres se han divorciado y está viviendo con su madre en un lugar diferente, lo que hace que la situación sea especialmente difícil. Desde el punto de vista de Pablo, sentirse estresado por ello es muy lógico, sobre todo teniendo en cuenta el cúmulo de circunstancias que se dan en su vida en ese momento, pero de mantenerse en el tiempo ese nivel de alerta y activación, Pablo podría desarrollar un estrés negativo. Esta es una manera de demostrar que el estrés infantil impacta sobre el proceso de aprendizaje.
El concepto de estrés, debido a su extendido uso de forma coloquial o a su mal uso, suele ser confundido con otros conceptos (por ejemplo, con el de ansiedad), lo que conlleva en muchas ocasiones a patologizar situaciones puntuales de estrés, como pueden ser la vuelta al trabajo después de las vacaciones, o enfrentarse a un mal resultado. Ello implica que valoremos frecuentemente el estrés como algo negativo que hay que evitar en todo momento. Sin embargo, el estrés que podemos experimentar en estas situaciones es totalmente adaptativo y necesario, lo que nos ayuda a lidiar con las nuevas demandas del contexto que tenemos que afrontar.
El lado positivo del estrés
El estrés se puede definir como la respuesta (cognitiva, fisiológica y conductual) que da nuestro organismo cuando el entorno al que nos exponemos es evaluado como desbordante, ya sea por falta de recursos o por suponer una amenaza para nuestro bienestar (Lazarus y Folkman, 1984). La respuesta de activación fisiológica, cognitiva o conductual (dependiendo de la duración y la intensidad), puede provocar un estrés puntual que sea adaptativo y nos permita desarrollar nuevas herramientas para afrontar la situación (ej: aumentar nuestros momentos placenteros, priorizar tareas o pedir ayuda), o un estrés negativo (distrés) que puede incluso llegar a ocasionarnos algún trastorno psicofisiológico o psicosomático, como pueden taquicardia, asma bronquial, psoriasis, etc… (Labrador y Crespo, 1993).
Es por ello que el estrés negativo depende totalmente de la vivencia personal, lo que hace que una misma situación pueda ser evaluada de forma totalmente opuesta por personas diferentes. Por eso Pablo estaría experimentando su sobresaliente como algo estresante, aunque para cualquier otro sería una situación positiva y digna de celebración.
Pablo podría tener una serie variada de conductas como respuestas al estrés: evitar la situación (poner excusas para no ir clase de matemáticas), sentir hostilidad, llorar, bloquearse ante problemas que antes solventaba, o la más frecuente, experimentar cansancio, agotamiento o ansiedad (Sapolsky, 2015). Todas estas respuestas tendrán consecuencias negativas en el entorno familiar y escolar, por lo que Pablo podría experimentar un deterioro en la relación con sus compañeros, ver la escuela como una amenaza o pensar que no puede afrontar o soportar las demandas del nuevo contexto. Jermott y Magloire (1985) relacionan altos niveles de estrés prolongados en el tiempo con una disminución del sistema inmunitario, haciendo a Pablo más susceptible de caer enfermo y reducir su asistencia a clase, lo que podría afectar a su rendimiento académico, su autoestima o sentirse fracasado o indefenso frente a las demandas del nuevo contexto, entrando en un círculo vicioso que incrementaría el estrés.
En el caso concreto del aprendizaje, cuando nuestro organismo se encuentra bajo una amenaza (real o subjetiva), la reacción funcional y adaptativa es la de abordar de forma inmediata dicho peligro e intentar solventarlo, por lo que nuestra atención y recursos van destinados a ello, afectando al modo en que pensamos, sentimos y actuamos. Pablo entraría en ‘modo supervivencia’, pasando a un segundo lugar (o dejando de lado) todo lo relacionado con el proceso de aprendizaje: memorización de contenidos a corto y largo plazo, la atención sostenida, la retención de conceptos novedosos, la resolución de problemas, entre otros. Un estudio reciente pone de manifiesto que los estudiantes de entre 6 y 8 años que experimentan altos niveles de ansiedad en matemáticas, sufren una reducción en el uso de la memoria de trabajo, impidiendo solucionar problemas complejos de forma eficaz, aunque posean una gran capacidad para solventarlos (Ramirez, Chang, Maloney, Levine y Beilock, 2016).
El aprendizaje de Pablo, por tanto, se ve afectado al estar puesta su atención en los pensamientos, emociones o sensaciones relacionadas con la fuente de su estrés, experimentando frecuentemente culpabilidad por la separación de sus padres o pensar habitualmente que tiene que sacar buenas notas para agradar a sus nuevos compañeros. Por ello es normal que Pablo se sienta agotado o fatigado a diario, duerma mal y experimente tristeza o ganas de llorar constantes.
” El aprendizaje se ve afectado al poner la atención en pensamientos, emociones o sensaciones relacionados con la fuente de estrés “
Es normal, por tanto, que Pablo se distraiga con facilidad, sienta frustración o desarrolle conductas hostiles que antes no mostraba, experimentando continuamente una gran inestabilidad emocional y viéndose perjudicado, una vez más, su proceso de aprendizaje y adaptación al nuevo entorno, desarrollando menor flexibilidad a los cambios y experimentando una peor relación con sus profesores, sus compañeros y el entorno educativo (Jensen, 2003).
Por ello es importante la realización de intervenciones preventivas en los entornos escolares que doten (tanto a docentes como a su alumnado) de herramientas que reduzcan la exposición de forma continua a experiencias estresantes, minimizando su impacto a fin de lograr una mayor salud psicológica a corto y largo plazo.

Por: Educación 3.0


viernes, 8 de noviembre de 2019

SI A LOS NIÑOS SE LES ENSEÑAN HABILIDADES PARA GESTIONAR CORRECTAMENTE SUS EMOCIONES SE PUEDEN EVITAR PROBLEMAS FÍSICOS Y MENTALES DE POR VIDA


Las emociones tienen un papel fundamental en nuestras vidas, pero muchas veces se lo negamos o lo ignoramos. Entrevistamos a Silvia Álava y Ruth Castillo sobre el papel que tienen y cómo familias y docentes pueden aprender de ellas para mejorar la inteligencia emocional de niñas y niños.
Hablamos con Silvia Álava, doctora en Psicología Clínica, y Ruth Castillo, doctora en Psicología de la Educación, sobre la importancia de las emociones en la vida de niñas y niños, de adultos también. Qué podemos aprender de ellas, cómo gestionarlas y mejorar nuestra relación con los demás. Ambas han colaborado con el proyecto Aprendemos juntos del BBVA en su reto ‘Hechos de emociones‘ que quiere dar herramientas y conocimiento a familias y profesorado sobre inteligencia emocional para que puedan desarrollarla junto a niñas y niños.

¿Vivimos en un mundo que prima lo racional, que castiga la vertiente emocional de las personas?
Silvia Álava: Vivimos en mundo en el que la formación ha ido dirigida a la parte racional, a generar contenidos y a memorizar datos. Desde pequeños en las escuelas a los niños se les enseña a leer y a escribir, pero las emociones tradicionalmente han quedado fuera de las aulas. Cuando llegamos al mundo adulto, tratamos a los trabajadores como si fueran máquinas, sin pararnos a valorar su parte emocional, sin percatarnos de que esta nos acompaña en cada día de nuestra vida, y que la mayor parte de los conflictos laborales suelen ocurrir por temas emocionales. Si no aprendemos a relacionarnos de forma sana con nuestras emociones, podemos enfermar e, incluso, perder el equilibrio físico y emocional. Por eso es importante que cada vez la educación emocional esté más presente en todas las esferas de la sociedad.
Ruth Castillo Gualda: Más que castigar el ámbito emocional, yo diría más bien que los adultos tenemos todavía muy arraigada la idea de que las emociones nos hacen vulnerables. ¿Cuántas veces nos han aconsejado que deben esconderse determinadas emociones para no mostrar debilidad? Esa mentalidad está compuesta por las pautas educativas, las ideas que nos han inculcado, nuestro autodiálogo a la hora de tomar decisiones, la sociedad o la cultura en la que hemos vivido. Todas estas ideas las llevamos grabadas a fuego muchos de los adultos (papás o maestros) que somos responsables actualmente de la educación emocional de los niños. Por eso, la educación emocional invita a romper esa creencia, a transformar la opinión que tenemos acerca de que las emociones como aspectos que pueden entorpecer o hacernos más vulnerables. En cambio, debemos verlas como mensajes, como una información más a la que debemos atender cuando queremos dar una respuesta efectiva. La inteligencia emocional nos ayuda a entender que mostrar las emociones puede ser un símbolo de valentía y de coraje y que escuchar las de los demás nos hace más efectivos y más empáticos.
Hoy día la neurociencia nos da algunas claves sobre la importancia de las emociones a la hora de, por ejemplo, guiar nuestro aprendizaje, cómo se fija el conocimiento que adquirimos…
Silvia Álava: Así es. Las emociones forman parte de nuestra vida, podemos utilizarlas a nuestro favor para facilitar el aprendizaje o ignorarlas y entorpecer los procesos de aprendizaje. Hoy en día tenemos ya superado el refrán “la letra con sangre entra”, de hecho, sabemos que cuando los alumnos sienten emociones desagradables como el miedo, su aprendizaje se ve afectado. El miedo no va a favorecer procesos claves del aprendizaje como son la atención a los que dice el profesor, el razonamiento lógico, la capacidad de memorización… Más bien todo lo contrario, nos bloquea y no nos deja pensar con claridad. Otro ejemplo con el que seguro que casi todos nos hemos visto reflejados es la ansiedad. Cuando los alumnos están muy estresados merma su capacidad de aprendizaje y fallan en los exámenes. Sin embargo, emociones como la curiosidad, favorecen el aprendizaje porque incitan a que al niño le apetezca aprender. Las emociones mantienen la curiosidad y favorecen el interés por descubrir lo nuevo.
Nadie nunca recibió demasiada información sobre cómo funcionan las emociones. Familias y docentes tampoco. Esto complica mucho romper con la sensación de que hay cosas que es mejor no sentir, ¿no?
Silvia Álava: Es importante que tanto las familias como los docentes estén formados en inteligencia emocional. Lo primero, porque ellos serán el modelo que sus hijos y alumnos seguirán. Si no regulan bien sus emociones será complicado que pidan a los menores que lo hagan. Tenemos que perder el miedo a sentir, a sentir todas las emociones, tanto las agradables como las desagradables. Porque las emociones son información y nos dicen lo que nos está pasando. Cuando no escuchamos nuestras emociones no tomamos bien las decisiones. Y cuando las negamos, estas vuelven con más fuerza e, incluso, si lo hacemos durante un periodo largo de tiempo, puede desembocar en enfermedades somáticas. Es decir, el dolor es el mismo, pero la causa no es orgánica sino emocional. Por ejemplo, molestias gástricas que no están causadas por una intoxicación o un virus, sino por los nervios; al igual que los dolores de cabeza, las erupciones en la piel…
Ruth Castillo Gualda: El problema de esta idea es que nos encontramos con gente adulta que tiende a reprimir o negar sus emociones. Las emociones que se bloquean pueden conllevar a importantes problemas de salud mental, como la ansiedad o la depresión. Es precisamente esa discrepancia entre lo que se siente y lo que se muestra, la principal fuente de estrés y consumo de recursos en una persona. Además, esto no atañe solo a la población adulta. Según informes recientes realizados por la OMS, los trastornos emocionales como la depresión, están siendo la principal causa de discapacidad entre niños de 10 a 19 años. Por ello, la educación emocional se convierte en una herramientas preventiva en la que el centro educativo, los iguales y los adultos con los que se relaciona el niño, representan un elemento clave. Si a los niños, desde pequeños, se les enseñan habilidades para gestionar correctamente sus emociones se pueden evitar problemas físicos y mentales de por vida, y en psicología, como en otras disciplinas, prevenir siempre es más efectivo que solucionar.

Siempre se dice que hay emociones buenas y malas. ¿Cómo lo veis desde vuestro conocimiento?
Silvia Álava: No existen emociones buenas ni malas. Todas las emociones son buenas porque nos dan información. Sin embargo, hay emociones que llamamos agradables o positivas que a todos nos gusta experimentar, como puede ser la alegría, la calma, la tranquilidad… Y otras son emociones desagradables o negativas porque no nos gusta sentirlas, como puede ser el miedo, el enfado, el asco, la frustración… pero que son igualmente necesarias porque nos dan información sobre lo que nos ha pasado y podemos utilizarlas para resolver la situación. Por ejemplo, si me he enfadado por la conducta que un compañero de trabajo ha tenido conmigo, puedo utilizar la energía de la emoción del enfado para decirle de forma asertiva, que cuando hizo algo en concreto yo me sentí decepcionada, o enfadada porque no me ha gustado y me gustaría que para otra vez me pidiese o hiciese lo que en ese momento me hubiese gustado recibir.
Ruth Castillo Gualda: Una persona con inteligencia emocional no es aquella que vive en un mundo happy, entusiasmado o relajado todo el tiempo. Eso es una idea irreal y poco acertada desde de mi punto de vista. La paternidad no es lo que nos contaron, en la que todo sale como esperamos, en la que nos sentimos pacientes todo el tiempo. Tampoco los alumnos en clase están siempre dispuestos a aprender y motivados con las tareas. Pero en ambos casos, como educadores, sí podemos contagiar emociones, es más, las emociones son muy contagiosas y tanto en casa como en clase, estamos continuamenteo co-regulando emociones con los demás. Lo que yo haga y cómo lo haga va a influir en el comportamiento y las emociones del otro, y viceversa. Por ello, nuestra labor es fundamentalmente emocional. Y desde lo emocional podemos activar y despertar muchos procesos cognitivos complejos. Es decir, la educación emocional promueve las habilidades para gestionar o generar las emociones más útiles con el objetivo de dar una respuesta adecuada a la tarea que estamos realizando o al objetivo que perseguimos. Por eso, implica reconocer la utilidad de todas las emociones. La frustración, la decepción o la preocupación pueden ser experiencias muy acertadas en determinadas ocasiones.
¿Por qué las emociones negativas, las que nos resultan desagradables, son más fáciles de recordar?
Silvia Álava: Cuando sentimos una emoción se activa una parte del cerebro que se llama el sistema límbico o cerebro emocional, y los acontecimientos se fijan más en la memoria cuando esa parte está activada. Por eso decimos que el aprendizaje asociado a las emociones es más difícil de olvidar, sobre todo cuando se activa el hipocampo, que es donde se registra la memoria de lo percibido y aprendido. Tradicionalmente, por la forma en la que nos han educado y por nuestras vivencias, ponemos mucho más el foco en lo que nos pasa negativo que en lo positivo. Algunas investigaciones sugieren la activación o el choque de una emoción desagradable, la cual puede igualar o superar el de tres de emociones agradables. Por ello, sería conveniente esforzarnos en tener el triple de experiencias positivas que negativas, y lo ideal sería que las quintuplicasen.
¿Cómo pueden las familias y el profesorado atender a las emociones de niñas y niños?
Ruth Castillo Gualda: ¿Cuántas veces pedimos a nuestros hijos que manejen o controlen su rabia o sus celos, cuando ni siquiera saben que se sienten así, cuáles son sus pensamientos o qué detonantes han provocado esa emoción? Les pedimos “empezar la casa por el tejado”. Actualmente, existe mucha conciencia de la importancia de la educación emocional pero poca estructura sobre cómo trabajarlo. A través del reto ‘Hechos de emociones’ del programa educativo ‘Aprendemos juntos’ de BBVA, se proporciona organización sobre cómo abordar y trabajar cada una de las habilidades relacionadas con la inteligencia emocional. En primer lugar, proponemos y diseñamos ejercicios para trabajar la percepción e identificación de las emociones, posteriormente la comprensión y el vocabulario para describir las emociones, y por último, la regulación efectiva de las mismas. Todo esto tanto a nivel personal como a nivel social. Por tanto, con este reto ofrecemos pautas prácticas y estructuradas para trabajar con los niños de manera progresiva y/o adaptada a su nivel de desarrollo madurativo, desde la etapa de primaria hasta la adolescencia, y en dos ámbitos sumamente relevantes, como son eleducativo y el familiar.
¿Por qué es importante que chicas y chicos conozcan sus emociones, sepan identificarlas y gestionarlas?
Ruth Castillo Gualda: Mi carrera investigadora ha estado fundamentalmente centrada en demostrar la efectividad de la educación emocional. Cuando aplicamos programas de educación emocional estructurados y correctamente implementados, las resultados muestran que los alumnos tienen mayor salud mental, es decir, reportan menos problemas de estrés, ansiedad, somatizaciones o depresión. La calidad de las relaciones entre los alumnos mejora, la respuestas agresivas disminuyen y tienen más conductas empáticas, en comparación con clases que no reciben educación emocional. Además, el impacto de la educación emocional no se limita únicamente al alumnado, los adultos pueden beneficiarse de muchas maneras. Los profesores, tienen mayor capacidad para responder a las demandas del alumnado, saben cómo conectar con sus emociones, validarlas y atenderlas, siendo un buen modelo de gestión emocional. Los profesores que integran herramientas de educación emocional en su pedagogía para enseñar poseen mayores niveles de motivación, manejan mejor el estrés, así como mayor satisfacción y compromiso en su labor docente. En definitiva, la manera en que los educadores gestionen sus propias emociones, así como la forma en la que se relacionen con las emociones de los niños, será el elemento clave y diferenciador para promover en ellos un desarrollo óptimo y saludable.


Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/extraeducacion/2019/11/07/si-a-los-ninos-se-les-ensenan-habilidades-para-gestionar-correctamente-sus-emociones-se-pueden-evitar-problemas-fisicos-y-mentales-de-por-vida/

martes, 5 de noviembre de 2019

INÉS DUSSEL. “LA ESCUELA DEBERÍA SER EL ESPACIO DE LO DIFÍCIL PERO IMPORTANTE”

En la época de la cultura digital la tecnología obliga a repensar el futuro de las escuelas. En un extremo están los optimistas radicales que hablan de un “tsunami” digital que arrasará con la institución escolar; en el otro, hay quienes sostienen que las escuelas incorporan las nuevas tecnologías pero siguen haciendo lo mismo, indiferentes y aisladas. Lejos de esos polos, Inés Dussel -doctora en Educación, especialista en temas de escuela y cultura digital- explora alternativas a partir de sus investigaciones en México y la Argentina y busca estrategias para rediseñar el espacio, el tiempo y los contenidos en las aulas.

Primera invitada a debatir en el Ciclo Conversaciones, organizado por Fundación Medifé, que empezó el mes pasado en el Malba, la investigadora -que dirigió el área de Educación de Flacso entre 2001 y 2008- introduce la noción de “economía de la atención” para evaluar la idea de que la inmediatez y lo fragmentario que signan estos tiempos se enfrentan con la estabilidad que tradicionalmente necesitan las aulas para funcionar.
“Uno de los problemas de las tecnologías es que portan muchas promesas: que van a cambiar el mundo, que los chicos van a aprender fácil y rápido. Eso no sucede mágicamente, sigue dependiendo de la acción de buenos docentes y de escuelas que propongan otro tipo de actividad. Es un desafío, de la misma manera que era un desafío escribir bien”, dice.
¿Cuánto coincide con el diagnóstico repetido de que la escuela tiene que adaptarse a esta época?
Se habla de que las escuelas no cambian nunca. Se dice que las computadoras de Conectar Igualdad o del Plan Sarmiento se compraron y no se usan tanto, que los docentes resisten. Por otro lado, se dice que las nuevas tecnologías llegaron y cambiaron todo, ese optimismo tipo TED. Creo que hay que ser más cautos con relación al modo en que las instituciones y los sujetos procesan los cambios. La escuela es una institución que lo hace de una manera más lenta, tiene tradiciones muy instituidas. Algo de eso me parece que está bien; hay que pensar para qué traemos las nuevas tecnologías. Hay videojuegos muy desafiantes y otros poco interesantes, de la misma manera en que hay libros muy desafiantes y otros poco interesantes. No es tanto el soporte o el medio en sí, sino qué te permite hacer, qué complejidad tiene y qué desafíos está planteando. La escuela tiene que encontrar una posición de apropiarse de lo que vale la pena. ¿Qué me interesa que aprendan? Por ejemplo, Facebook no es sólo un medio de comunicación más rápido, sino que también trae otras consecuencias; por un lado, le doy mis datos y por el otro, me someto a este algoritmo de la popularidad. Lo que importa es lo que es más popular, no necesariamente lo que es verdadero o justo o bello. Me parece que es importante negociar ese ingreso, procesarlo de una manera que tenga que ver con cuáles son los objetivos educativos de hacerlo. En la Argentina muchos docentes se entusiasman con la posibilidad de recapturar la atención de los chicos, y según lo que investigamos, no siempre se ve que esté produciendo otro tipo de conocimiento, otro tipo de procesos y desafíos intelectuales.
¿En qué medida concuerda con el postulado que contrapone el lenguaje “divertido” de la industria del entretenimiento con el “aburrido” de las escuelas?
Es una discusión que surgió cuando apareció el cine, la idea de “traer la vida” a la escuela. Decían: “¿Quién va a querer abrir un libro de historia frente a una película de la Paramount?”. Lo mismo se dice hoy. Es cierto, la atracción visual del fenómeno emocional más impactante compite con las operaciones que propone la escuela, que son de distanciamiento y de una emoción más moderada. Podemos entusiasmar con el conocimiento escolar, pero no va a ser lo mismo que el súper videojuego que vale millones de dólares. Y no tiene por qué serlo. Habría que tratar de preservar que la escuela es otra cosa. Son necesarias en la sociedad y en la vida distintos tipos de operaciones. Creo que hay que oponerse a este lenguaje dominante de la industria del entretenimiento cuando es fácil y banal, sobre todo en términos de la escolarización, que tiene que ir progresando en dificultad. Es importante que los chicos vayan accediendo a textos más difíciles.
¿Y cómo abordar eso difícil pero importante que lo instantáneo parece dejar afuera?
Ésa es una idea de José van Dijck, una holandesa que trabaja en medios de comunicación y que tiene un libro muy interesante: La cultura de la conectividad. Ella dice que existe el botón de “me gusta” de Facebook, que es el de la popularidad y la adhesión instantánea, pero no existe el de “difícil pero importante” que sería: “esto me cuesta pero tengo que hacerlo”. La escuela debería ser el espacio de lo difícil pero importante. Aprender a leer y escribir al principio nos costó bastante y ya nos olvidamos de eso.
¿Qué estrategias pueden implementarse para lograrlo?
No sé si hay reglas generales. Un criterio sería tratar de buscar cómo volver interesantes ciertas actividades o propuestas que les hablen más a los chicos. No es tanto por dónde empiezo, sino con qué preguntas voy y adónde llego. Me acuerdo de una profesora de arte que trabajaba mucho con Los Simpson, me decía que ahí estaba todo. No es tanto el objeto o el contenido en sí, sino qué tipos de preguntas y qué tipos de operaciones se van proponiendo. Me acuerdo de otra actividad: un profesor de historia les proponía a sus alumnos crear historias con noticieros, los hacía leer y armar el audio de cuál sería la narración de esos sucesos. Ese tipo de actividades propone un desafío mayor.
Ahí se juega también la diferencia de valores entre la escuela como el lugar de la “verdad” y otros espacios sociales donde el valor es lo “auténtico”.
La idea de verdad está en desuso. En la política, en la cultura, en la sociedad importa más el impacto de lo auténtico, de lo que me emociona. Como sociedad tenemos un problema. Y cuando digo “verdadero” no me estoy refiriendo a una verdad revelada de una vez y para siempre. Sabemos que la verdad es una construcción, lo que es verdadero va cambiando, pero al mismo tiempo tenemos un acuerdo colectivo como sociedad. Cada vez es menos importante y me pregunto si eso está bien. Alessandro Baricco diría: “Podés preguntártelo pero ya no importa, ya no va a ser así, no va a haber ese tipo de experiencia más profunda de una búsqueda de la verdad”.
Baricco en relación con el lenguaje digital dice: “Superficie en vez profundidad, viaje en vez de inmersiones, juego en vez de sufrimiento”.
La navegación también implicó ese viaje profundo. Quizás hay que recuperar ese costado de exploración de otros mundos, de otros lenguajes. Ésa es una parte que a los humanos nos ha entretenido desde hace algunos milenios. ¿Cómo recuperar en esa navegación una densidad de búsqueda? Contraponer profundo a superficial suena más viejo. ¿Qué es profundo y qué es superficial? Lo superficial también puede ser algo muy interesante y algo muy revelador de otras cuestiones; más bien pensaría en la densidad de conexiones y caminos que habita ese texto, esa experiencia. La escuela tendría que ocuparse de que haya al menos alguna de estas experiencias más intensas, más exploratorias, de entender la complejidad de los fenómenos y no quedarse boyando en ese montón de contenidos. Esto conecta con algo viejo de la escuela, de los currículums enciclopédicos. Esa tensión la veo muy clara: traemos las nuevas tecnologías que tienen la promesa de lo intenso, lo divertido, el involucramiento identitario. Sin embargo, cuando esas tecnologías están ahí, un docente en cuarenta minutos con treinta chicos no puede hacer ese proceso de seguimiento más individualizado. El formato de la escuela no lo permite. Lo único que puede hacer es algo superficial. Quizás tenemos que pensar en una estructura más costosa pero que va a funcionar mejor.
¿Qué mitos percibe que existen con los chicos y la tecnología?
Uno de los mitos más difundidos es que los nativos digitales ya saben hacer todo. En nuestra investigación vimos que los docentes empiezan a trabajar y enseguida se dan cuenta de que no es así; hacen dos o tres cosas, pero no es cierto que sepan hacer todo eso que se pensaba. Estamos acostumbrados a pensar el aula de manera homogénea y hoy el saber es muy heterogéneo, no solamente tiene que ver con el sector social, sino también con cómo se vinculan con las tecnologías. El segundo mito es que las tecnologías capturan y resuelven el problema de la atención, que es un problema bastante notorio en la realidad contemporánea y en las escuelas en particular. Y no necesariamente es así, depende de qué se propone y cómo; las computadoras también pueden ser muy aburridas para los chicos. También está el mito de los docentes resistentes. En mi experiencia encuentro a muchos docentes que están entusiasmados, las usan mejor o peor, pero los entusiasman las tecnologías. Una de las preguntas que más me interesa es qué pueden hacer los docentes que están trabajando con eso.
¿Y qué están logrando?
En la Argentina es bastante notorio cómo entraron en la escuela muchos registros de la televisión, Zamba, Diego Capusotto, Mario Pergolini, los noticieros. Creo que sería bueno que haya más formación sobre cómo usarlos. Hay elementos interesantes que hablan de una búsqueda, de que la escuela dialogue más con lo contemporáneo. Entre las tecnologías, una propuesta pedagógica a partir de los intereses de los chicos, con poca conceptualización respecto de para qué las traigo, termina creando mucha confusión. En unas clases que observamos se trabajaban los videos de Capusotto como si fueran un noticiero o un documental. El noticiero o el documental son géneros, tienen su especificidad, están contando la realidad de cierta manera, con reglas que proponen ser veraces. En cambio, Capusotto está haciendo un comentario irónico sobre la realidad, no se puede tomar como si fuera lo mismo. La escuela no trabaja sobre eso.
De algún modo se aborda igual que se hacía con el manual tradicional.
Exactamente, se pasa del manual a la imagen visual sin una crítica, no en el sentido de lo malo sino en el sentido de cómo se produjo. Y así como no se decía en el manual cómo se produjo ese conocimiento, tampoco ahora se está trabajando eso. Lo que termina pasando es que se instala cierto régimen de la opinión donde lo único que importa es lo que yo pienso. Creo que los chicos aprenden realmente a argumentar, pero no aprenden a argumentar más fundadamente. Quizás esto también es algo muy típico argentino. Un poco en la línea de Facebook, se reduce el comentario a su mínima expresión y a una adhesión emocional muy poco razonada, muy poco fundamentada en otros textos y en otras perspectivas. El aula es un espacio que tiene algunas características interesantes en cuanto a lo participativo, respecto del desarrollo de una argumentación oral, que es un valor y una habilidad importante en esta sociedad. A veces, cuando uno observa ciertas clases, la impresión es que los chicos se van más o menos con lo que ya pensaban, la clase no los modificó en nada. Habría que pensar cómo dar fundamentos para esas opiniones, cómo pasar de la opinión al comentario organizado, a una crítica más estructurada, a traer ciertas operaciones del conocimiento escolar académico que son importantes para poder fundamentar mejor y crecer en la perspectiva que uno tiene. Si lo comparo con las escuelas mexicanas, allá hay muy poco debate, poca argumentación, en la sociedad mexicana no son valores, la gente no discute. Si pienso en la Argentina, sí sucede y eso es algo positivo de nuestra historia.
¿Cuán preocupados percibe a los argentinos por la educación?
La escuela es un espacio valorado por la sociedad argentina, pero últimamente está deslegitimado, muy criticado. Si no está haciendo las cosas bien, en vez de dedicarnos a destruirla, pensaría en cómo podemos fortalecer lo que tiene que hacer bien, este trabajo con la lengua y con los lenguajes. También el trabajo con lo que llamaría una civilidad: aprender a hablar, a escuchar, la perspectiva con otros, el diálogo con otras generaciones. La escuela es un espacio desafiante y una experiencia muy formativa.


Biografía
Inés Dussel es doctora en Educación y profesora investigadora del Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav, en México. Dirigió el área de Educación de Flacso entre 2001 y 2008. En los últimos diez años se especializó en políticas y pedagogías de la imagen a través de investigaciones y producción de materiales.

Fuente de la entrevista: https://www.lanacion.com.ar/opinion/ines-dussel-la-escuela-deberia-ser-el-espacio-de-lo-dificil-pero-importante-nid1929399
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