En la Institución Educativa Pedro Antonio Molina, en
Cali, los estudiantes de transición empiezan todos los días con una jornada de
meditación en la clase. Victoria Quiñones, la profesora, toca el gong para
guiar a los menores en el proceso de regular el ritmo de su respiración. Hace
dos años que en este colegio empezaron a aplicar lecciones de mindfulness, que
traduce algo así como “conciencia plena”, y, según los docentes, los resultados
son muy positivos: los alumnos son más disciplinados, se concentran más y
escuchan más a sus profesores.
Cada experto tiene su propia manera de explicar esta metodología de
origen budista (es uno de los elementos del Noble Camino Óctuple), pero Jon
KabatZinn, quien en los años setenta la adaptó a la tradición científica
occidental como técnica para reducir el estrés, la describe como “la conciencia
que surge de prestar atención sin prejuicios a lo que sucede en el presente”.
El objetivo es lograr que el practicante esté plenamente consciente de lo que
sucede dentro de su mente para entenderse mejor y regular sus emociones. Desde
entonces, el mindfulness ha venido adquiriendo cada vez más adeptos.
Steve Jobs la usaba para tomar decisiones. El director de cine David
Lynch dice encontrar creatividad y felicidad en ella y el periodista Anderson
Cooper habla de cómo le cambió la vida. Además, gigantes empresariales como
Google o Apple imparten talleres de esta técnica para sus empleados. Y aunque
la mayoría de practicantes son adultos, los más jóvenes tampoco son
ajenos a esta tendencia. En países como Estados Unidos, Reino Unido o Australia
muchas escuelas lo incluyen dentro de su programa educativo.
En Colombia, además del Colegio Pedro Antonio Molina, otras 31
instituciones en todo el territorio han trabajado con la fundación Respira, que
fomenta la práctica de mindfulness en el aula. La fundación trabaja con los
profesores de las es- cuelas que quieran participar en el pro- ceso y los
acompaña para que sean ellos mismos quienes luego trabajen la técnica con sus
alumnos y también, muchas veces, con los padres de familia. La Universidad del
Rosario tiene un Centro para Mindfulness, que surgió como cursos para los
estudiantes de Medicina por “la importancia que tiene para los médicos el
manejo del estrés y la necesidad de formar profesionales más cercanos a sus
pacientes”, asegura Alexander Streubel, director del centro. Actualmente, los
cursos se extendieron a todos los miembros de la comunidad, incluyendo docentes
y empleados administrativos.
El aquí y ahora
No es solo el mindfulness; en el mundo están de moda las pedagogías que
promueven la introspección del alumno, la meditación y trabajar en su
felicidad. Es lo que muchos llaman las técnicas de “el aquí y ahora”, que
pretenden concientizar a las personas de su propio cuerpo y emociones. Desde
una perspectiva psicológica, la idea es “que los jóvenes se enfoquen en el
presente, pues cuando piensas mucho en el futuro o en las cosas que no logras,
solo aumentas tus respuestas emocionales”, cuenta Tabata Cuervo, especialista
en psicología clínica y coordinadora de Tu Línea Amiga, de la Universidad de La
Sabana.
Algunos colegios usan el yoga, por ejemplo, como técnica para mejorar la
concentración y la convivencia. El año pasado, Alexander Rubio, docente del
colegio Rodrigo Lara Bonilla, fue uno de los 50 nominados al Global Teacher
Prize por su trabajo de yoga con estudiantes de Ciudad Bolívar. En esta
institución, los alumnos de bachillerato tienen cuatro horas semanales de yoga
como parte integral de su currículo. De hecho, el año pasado rompieron el
récord Guinness de la clase de yoga más larga del mundo, con 36 horas
seguidas.
Esto ha logrado, primero, fomentar el sentimiento de pertenencia de los
estudiantes, como cuenta Rubio. “Cuando se habla de los estudiantes de un
colegio público en Ciudad Bolívar, muchas veces el rótulo que reciben es de
‘ñeros’. Pero el récord se ha vuelto un factor de orgullo para los chicos, e
incluso una opción de vida: muchos se han convertido en instructores de yoga”.
También ha incidido directamente en la mejora de la convivencia sana y
pacífica en el colegio. “Nosotros les enseñamos a tomar decisiones diferentes
por medio de la respiración. Acá, el medio les impone que sean violentos, pero
con este tipo de trabajo les enseñamos a ser muy sensibles, pacíficos y
tranquilos”, agrega el profesor. De esta manera, el bien- estar interno de los
alumnos los ayuda a afrontar la vida más relajados.
Una generación hiperestresada
Varios estudios apuntan a que en los últimos años ha crecido la tasa de
depresión, ansiedad y suicidios entre los niños y jóvenes de todas partes del
mundo. En Colombia, el 44,7 % de los menores entre 7 y 11 años tienen por
lo menos un síntoma de un trastorno mental, según la Encuesta Nacional de Salud
Mental 2015. Los síntomas más reportados son: lenguaje anormal (19,6 %),
asustarse o ponerse nervioso sin razón (12,4 %), presentar cefaleas frecuentes
(9,7 %) y jugar poco con otros niños (9,5 %).
“Lo que está pasando actualmente es que el mundo tecnológico te lleva a
que no tengas que hacer un esfuerzo. Antes, para conseguir una información,
necesitabas ir por el libro, averiguar dónde encontrarlo, leerlo; ahora todo
está en internet. Se ha descubierto que los celulares generan un bienestar
inmediato, por lo que los nativos digitales no aprenden a vivir un proceso para
conseguirlo”, dice Tabata Cuevo.
El problema con esta autopista de satisfacción inmediata es que las
nuevas generaciones se estrellan cuando encuentran una barrera y no saben cómo
manejar esa frustración. No en vano las universidades en Estados Unidos están
creando cursos, talleres y programas para compartir experiencias vergonzosas,
disminuir la presión por sacar notas perfectas y enseñarles a los jóvenes cómo enfrentar
el fracaso.
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“Puede haber una cuestión de insatisfacción. La ciencia y la tecnología
han avanzado mucho y, aún así, no sentimos que seamos más felices. Todo eso que
hemos creado no nos da más tranquilidad”, opina Matthias Rüst, cofundador de
Respira en Educación. “Ahí es donde desempeñan un papel fundamental estas
técnicas de conciencia plena, porque aquí la satisfacción viene de adentro, no
depende de lo exterior”.
De hecho, usar técnicas como el mindfulness o el yoga en el colegio ha
demostrado mejorar las competencias socioemocionales de los estudiantes y
varios estudios apuntan a esta dirección. Por ejemplo, una investigación
publicada por Clinical Child Psychology asegura que el yoga mejora la autoestima,
la relación con los padres, los problemas para enfocarse y la ansiedad de niños
con déficit de atención. Otro artículo del Journal of Child and Family Studies
subrayó que el mindfulness aplicado a niños de entre 9 y 13 años disminuye los
problemas de concentración, de ansiedad y de comportamiento. Más allá de los
datos científicos, son los profesores los que avalan estos beneficios que han
podido comprobar en el interior de sus clases. En el colegio Pedro Antonio
Molina, cuando el salón está muy “alborotado”, la profesora pone a los niños a
meditar, aunque ya han logrado que ellos mismos lo hagan solos para
tranquilizarse. Los que están inquietos o deprimidos se sientan a ver una
botella de agua revuelta con tierra o con escarcha —un ejercicio tradicional del
mindfulness—. Esta es la representación de su mente, turbia y agitada. Y se
quedan callados, controlando su respiración, mientras la escarcha se asienta y
el agua que estaba oscura empieza a aclararse. Como su mente cuando se calman y
empiezan a tener más claridad. Así hasta que se tranquilizan, sin que nadie les
diga nada.
Fuente del
articulo: http://www.semana.com/educacion/articulo/nuevas-alternativas-de-ensenanza-que-se-crean-en-el-aula-yoga/554485