Toda a comunidad ha de cuidar su
participación y compromiso con el entorno-contexto, como comunidad de vida. Es
la escuela pública el lugar propicio para hacer realidad la escuela del cuidado
mutuo.
En la sociedad actual hablamos con frecuencia de la “crisis de los
cuidados”. En un mundo tan deshumanizado como el nuestro, con sus nuevas
realidades críticas cada vez más cercanas al colapso, reiteradamente anunciado
por quienes conocen en profundidad las dinámicas sociales más destructivas, es
importante que se visibilice esta realidad, denunciada especialmente por
ecologistas y ecofeministas. Todo esto está ayudando a que se hable cada vez
con más insistencia del cuidado como una vía posible de respuesta a nuestra
autodestrucción como especie.
El mundo dominado por el patriarcado y las visiones androcéntricas
ha puesto el trabajo de los cuidados reproductivos y de mantenimiento de la
vida en manos de las mujeres como una carga invisibilizada y opresiva de
dominación. A la vez, a los hombres se nos ha situado en los trabajos
productivos y hemos sido expropiados de las tareas de la producción y
reproducción de la vida. Esto, sin duda, nos ha empobrecido y castrado como
seres humanos, porque se nos ha robado uno de los rasgos fundamentales de ser
humanos.
Son muchos los pensadores que nos enseñan que la identidad humana
fundamental está básicamente en el cuidado, porque todos “somos cuidado”.
Freire nos decía que nadie educa a nadie, que todos nos educamos entre todos.
Nosotros podemos decir, desde la perspectiva que aquí quiero plantear, que
todos nos cuidamos a todos y que hemos de prestar más atención a quien más lo
necesita. El cuidado mutuo es una constante de nuestras vidas basadas en el
reconocimiento de la dignidad humana. De distinta manera según el momento, es
verdad, pero siempre y todos necesitamos cuidar y ser cuidados porque es la
plasmación de amar y ser amados. Somos seres biológicamente amorosos y, si no
vivimos de amor y cuidado, nos morimos literalmente. Hemos olvidado nuestra
tarea fundamental: que lo importante hoy es cuidar a los demás en la
reciprocidad afectiva y normativa que todos necesitamos para cumplir nuestra
función en la comunidad de la vida de la que formamos parte. Es el camino en la
construcción de una nueva sociedad orientada por los procesos de humanización.
Por eso hoy es central recuperar y hacer nuestra, de todos los seres
humanos, la conciencia de que “somos cuidado”. Generar esta cultura y esta
ética del cuidado, como componentes esenciales de la comunidad de la vida, es
hoy una de nuestras tareas centrales para una transformación del vivir nuevos
procesos de emancipación humana. Forma parte de nuestra utopía viable. “El
cuidado es lo que permite la revolución de la ternura(…) , hace que surja un
ser humano complejo, sensible, solidario, amable y conectado con todo y con
todos en el universo. El cuidado ha dejado su huella en cada partícula, en cada
dimensión y en cada recoveco del ser humano”. (L. Boff).
Hoy el cuidado nos sirve de referencia crítica en este punto crucial de
nuestra civilización. Es necesario para salir de la indiferencia, del descarte
de los débiles, de los excluidos, de los insolventes, de los inútiles, de los
invisibilizados. Necesitamos construir un nuevo “nosotros” inclusivo de toda la
humanidad y de toda la comunidad de la vida. La conciencia de separación, de
aislamiento y de lejanía del prójimo (próximo) se asienta en una desconexión,
aislamiento y abandono del “otro” cada vez mayor. Sin embargo, sabemos que
somos seres interdependientes y que nos hacemos humanos con los demás. Creo que
también el cuidado mutuo puede ser un potente principio inspirador de un nuevo
modelo de convivencia cívica. Por ello se hace urgente generar esta cultura
como referente.
Muchos consideramos que la educación requiere de este principio
inspirador para poder aportar su grano de arena a los crecientes procesos de
humanización que necesitamos para salir del camino de insensibilidad que
vivimos. Es clave que lo tengamos en cuenta en los procesos educativos. En
ello, la consolidación de la escuela pública como espacio y tiempo de cuidado
mutuo puede tener un papel central.
En el mundo de la educación se percibe, cada vez con mayor claridad, la
necesidad de analizar lo que la escuela cuida hoy con mayor atención.
Observamos que se centra especialmente en la eficacia de los resultados, en el
éxito de los mejores, en la consolidación del darwinismo escolar, en las
pruebas y exámenes internos y externos como medida de la eficacia de los
centros, en cumplir los objetivos completando los programas, en la cultura del
esfuerzo individual, en el fomento de la competitividad, en la especialización,
en el bilingüismo selectivo, en el fomento de la tecnolatría, en la nueva
gestión empresarial de los centros educativos y de los recursos para hacer más
con menos y en la ocultación de los conflictos. También sigue manteniendo una
visión androcéntrica donde la reflexión sobre el género está casi ausente.
Cuando nos proponemos cambiar la escuela, en el movimiento de
transformación de la educación creo que sí se contempla el cuidado, pero se
hace de una manera unidireccional. Ponemos en el centro del proceso educativo
al niño y al adolescente. Cuidamos que consiga el desarrollo de su
personalidad, de sus potencialidades como la concreción de su derecho a la
educación. Hacemos que todas nuestras miradas y atención se centren en él y que
él se centre en sí mismo. Estamos consolidando la escuela solo centrada en las
necesidades del niño, con frecuencia un tanto paternalista, errática y
deshumanizadora. Quizás no sea lo más acertado para generar la escuela
coherente con la concepción de que todos somos cuidado ni con los procesos de
emancipación y liberación.
Considero que se trata de educar en el cuidado mutuo donde este sea
constitutivo de los procesos educativos desde el primer momento de la escuela.
Ello me parece especialmente relevante. Esta perspectiva, considerando lo
fundamental de lo que somos y nos constituye como seres humanos, es central en
el vivir y convivir en la escuela. Ello significa la descentración del niño y
la niña en el proceso educativo para resituarlo en las personas en un proceso
permanente de humanización de todas ellas. Por eso el niño y la niña a la vez
que son cuidados y aprenden a ser lo que cada uno es, aprenden a practicar el amor,
el respeto y a tener en cuenta a los demás, a sus compañeros y compañeras, a
sus maestras y maestros, a sus familiares.
Es el aprendizaje experimentado en la cotidianeidad de la vida escolar
de las reciprocidades afectivas y normativas que nos hacen conscientes de la
relación que somos. Es el aprendizaje de la propia identidad creada y
construida en estrecha interrelación e interdependencia con los demás. Por eso,
saber que tiene que cuidarse a sí mismo y a los demás va a ir modelando su
propia personalidad para un convivir en la “cuidadanía” (Amaia Pérez Orozco) y
en la ciudadanía sustentada en las relaciones fraternas de cooperación, dando
sentido a lo colectivo, a lo común, a lo público.
Esa también es la práctica constante de todas las personas que formamos
parte de la comunidad educativa como comunidad de cuidado mutuo. Los docentes
hemos de cuidar al alumnado, hemos de prestarnos atención entre nosotros como
equipo docente y hemos de cuidar a las familias para que todos sean
protagonistas en los procesos educativos. Las familias han de cuidarse entre
sí, al profesorado y a todo el alumnado. Todos, alumnado, profesorado, familias
han de cuidar su participación y compromiso con el entorno-contexto (pueblo,
barrio, ciudad) como comunidad de vida. Sin entrar en el desarrollo en la
práctica de todo dicho hasta ahora, muchos constatamos en diferentes encuentros
de educación que esa es la propuesta que hoy se está desarrollando ya en
diferentes centros educativos.
Observando todo esto, una vez más sostengo que el espacio de la escuela
de titularidad pública es el lugar propicio para hacer realidad la escuela del
cuidado mutuo, y que el cuidado de esta escuela es la gran responsabilidad que
todos y todas tenemos. Ese compromiso con el cuidado de la escuela pública hoy
se extiende, de forma inexcusable, a los responsables de las políticas
educativas, a quienes hemos de pedir responsabilidades por su desatención y
abandono de la escuela de todos.
Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/06/12/la-escuela-del-cuidado-mutuo/
Por: JULIO
ROGERO
Maestro de educación primaria, miembro del Movimiento de Renovación
Pedagógica Escuela Abierta de la Federación de MRP de Madrid. Ha pasado por
todas las etapas del sistema educativo. Los diez últimos años en programas de
Garantía Social con jóvenes en riesgo de exclusión social. Colabora con
diversas revistas educativas
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