¿Cómo eran vistas las diferencias en las prácticas pedagógicas tradicionales? ¿Cuál es la propuesta neoliberal respecto de las diferencias? ¿Qué opción se nos presenta ante las desigualdades?
La diferencia en la escuela se padece y se sufre como una
marca pesada. Se entiende a partir de generalizaciones que naturalizan y
presuponen determinadas conductas y comportamientos, apoyados en prejuicios y
estereotipos.
En ese espacio educativo, el otro se configura, como expresan
Baudrillard y Guillaume, a través de la reducción del otro radical al otro
próximo, es decir, la amenaza necesita ser normalizada, ser convertida en
proximidad.
Del mismo modo, la nominación del otro como diferente asigna
una posición, de tal manera que sólo podrá ser lo que se define como deber ser.
Es decir, se significa a alguien lo que es, y que debe conducirse
consecuentemente a como se lo ha significado (Bourdieu).
De esta manera, en la institución educativa, las diferencias
se inscriben en relaciones de poder y saber, instalando la clasificación de los
estudiantes y ejerciendo mayor control y regulación de la alteridad a través de
la predicción de trayectorias escolares vinculadas con el fracaso escolar,
atribuido a causas propias y naturales. Se construye una biografía social e
intelectual anticipada; es decir, se predeterminan sus respuestas y se elaboran
estrategias pedagógicas y actitudinales que responden exclusivamente a las
expectativas de los docentes.
En el espacio escolar, “la
relación nosotros-otros se (re)presenta como una relación entre colectivos
irremediablemente opuestos” (Sinisi). Las escenas diarias escolares,
incluidas en el contexto actual de mercantilización de la vida cotidiana y
destrucción del tejido social, se caracterizan por la afirmación de la
rivalidad, la competitividad y la individualidad. La propuesta neoliberal, como
señala Pablo Gentili, expresa la doble dinámica que caracteriza a toda
construcción hegemónica; por un lado, es un proyecto con estrategias políticas,
económicas y jurídicas orientadas a encontrar una salida dominante a esa
crisis; y por otro, expresa y sintetiza un proyecto de reforma ideológica
vehiculizado mediante la construcción y difusión de un nuevo sentido común que
brinda coherencia, sentido y legitimidad a las propuestas impulsadas.
Concepciones sobre las diferencias se instalan en este nuevo
sentido común desde la afirmación de que toda sociedad de hombres libres es
inherentemente desigual; por lo tanto, el progreso desencadena movimientos, y
esos movimientos presuponen diferencias, heterogeneidad, diversidad. Se
proclama la naturaleza evolutiva del sistema como naturalmente selectiva, pues
es el resultado de la puesta en práctica de acciones individuales, mecanismo
que genera el progreso de algunos individuos, justificando diferencias
absolutamente legítimas. De este modo, la desigualdad que origina el progreso
resulta siempre justa. Desde este modelo neoliberal, la igualdad de
oportunidades se refleja en el respeto a las normas competitivas y a las
consecuencias que de ellas derivan. Así, la desigualdad denota competencias
cognitivas genéticamente heredadas o ambientalmente determinadas, que tornan a
algunos individuos biológicamente más competitivos que otros. La exclusión de
algunos grupos sociales es simplemente el resultado de un ejercicio de
libertad, en el que se ponen en juego las condiciones individuales para ocupar
el lugar que se merece. Este proceso agudiza la lucha de todos contra todos, el
“sálvese quien pueda”, y justifica la exclusión social.
En este contexto, las prácticas pedagógicas cotidianas
reproducen estas creencias y actitudes que naturalizan modos de ver y actuar
constituyendo un sentido de la
realidad. Sin embargo, y al mismo tiempo, pueden aportar a la
transformación hacia sociedades más justas y democráticas. La reproducción
resulta una categoría insuficiente para dar cuenta de todo lo que sucede
cotidianamente en la
escuela. En ella podemos reconocer espacios de autonomía
relativa desde los cuales son posibles movimientos de resistencia y procesos
contrahegemónicos.
Abordar y asumir las diferencias en este escenario escolar
sacude su transcurrir cotidiano, irrumpe la particular forma de
desenvolvimiento diario, generando inseguridad e incertidumbre. Pero también
puede resultar una “oportunidad”, entendida no como hecho fijo y consolidado
sino como tránsito que produce el paso de un estado a otro, promoviendo
acciones instituyentes, fuerzas alternativas al modo de funcionamiento
establecido.
Extraído de
Hacia una pedagogía de las diferencias desde los aportes de
la propuesta de Paulo Freire
Marisa Fernández*
Profesora en Ciencias de la Educación. Profesora
Regular a cargo de la cátedra Pedagogía,
Centro Regional Universitario Bariloche, Universidad Nacional del Comahue.
Profesora Regular titular de Pedagogía, Instituto de Formación Docente
Continua, Bariloche, Argentina
En
Paulo Freire, Contribuciones para la pedagogía
Moacir Gadotti, Margarita Victoria Gomez, Jason Mafra,
Anderson Fernandes de Alencar [compiladores]
No hay comentarios:
Publicar un comentario