lunes, 7 de marzo de 2016

Expertos educativos. ¿Vendedores de humo?

Publico un artículo que invita a reflexionar sobre el valor de los conocimientos generados por las prácticas docentes, y la necesidad de miradas críticas sobre lo que ocurre en el aula.


Un tema recurrente, y escabroso, ha aparecido desde el inicio de esta pequeña (o grande) revolución pedagógica. Han surgido toda una serie de personas, instituciones y organizaciones a los que se ha denominado “expertos/as educativos”.  Con nombres rimbombantes, con hashtags llamativos,  y con un gran marketing, especialmente en las redes sociales, hemos sido avasallados con una serie de especialidades, teorías, modelos y métodos a cual mejor.

Sin embargo, no puedo dejar de sorprenderme, cuando compruebo la facilidad con la que se otorgan los títulos: experto, gurú..  o cuando cualquier persona, sea del campo que sea, se atreve a dar su opinión sobre lo bien o lo mal que lo hacemos los docentes en el aula. Lo siento, pero la palabra experto o gurú no me termina de convencer, y a los ajenos a la materia, me cuesta creerlos si no han pisado un aula en su vida.

Mi intención con este post no es descubrir a nadie, ni tirar de la manta. No quiero acusar, pero como afirma Víctor Cuevas, parece que tuviéramos que pedir perdón a los expertos por hacerlo lo mejor posible en el aula.

¿Qué criterios me hacen dudar de algunos expertos educativos?. Pues, en primer lugar, el sentido común. ¿Cuánto tiempo ha estado esa persona trabajando en un aula?, ¿esa persona, publica o ha publicado evidencias de lo que  realiza o ha realizado en su aula?, ¿cuánto tiempo lleva poniendo en práctica esa experiencia?. La razón de todas estas preguntas es, que no pocas veces he encontrado supuestos expertos, sin evidencias de aula, ni tiempo suficiente como para poder dar una visión de largo recorrido. De hecho, os recomiendo que os paséis por las diferentes webs de muchos expertos/as y/o proyectos de gran renombre. Sería interesante comprobar cuantos muestran evidencias de sus proyectos, evidencias de aprendizaje del alumnado, o mejor aún, cuantos muestran los fallos y errores que han cometido hasta conseguir mejorar.

El segundo criterio es ¿qué hay detrás de ellos?. Sabemos que la revolución pedagógica está llena de innovaciones, y algunas de ellas parecen ser bastante caras o ir de la mano de empresas que venden aparatos, tecnologías o libros, que nos permite mejorar nuestra práctica educativa. Mis dudas aparecen cuando el experto nos vende una supuesta mejora acompañada de su libro, sus cursos, o una tecnología vendida por la propia empresa que subvenciona sus cursos.

El tercer criterio es ¿lo qué vende o predica, lo ha creado esa persona o esa empresa?.Varias veces me he encontrado con copias más o menos descaradas de lo que han hecho otros docentes. Otras veces he llegado a encontrar materiales de docentes, que las propias editoriales habían copiado, o peor aún, encontrar una web que vende libros a través de un sistema de comercio electrónico. Libros como el manual creado por Pujolás y Lago, que se cedió de forma solidaria por los creadores del programa Cooperar para Aprender.

Termino apostillando que deberíamos ser más humildes (me incluyo yo mismo) y más críticos. Si no lo somos, puede que nos acabe pasando como en ese corto de animación tan famoso, que sólo nos acaben vendiendo humo.



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