domingo, 8 de noviembre de 2015

Ojalá los profesores fueran la causa del fracaso escolar

El artículo que transcribimos se refiere al contexto español, pero se trata de un interesante aporte sobre las responsabilidades en el fracaso escolar.


El eco mediático de las declaraciones del filósofo José Antonio Marina acerca de la responsabilidad de los profesores en el fracaso escolar ha abierto nuevamente el debate de la educación en nuestro país. He explicado muchas veces en Mundiario las posibles causas de este fracaso escolar y qué soluciones existen para ese escenario; muchas de ellas consensuadas y debatidas con compañeros de trabajo a los que ni sindicatos ni Administración escuchan.
La obra de Marina, Despertad al diplodocus,  razona sobre importantes aspectos que, desde la gestión administrativa y la formación de profesores y directores, podrían mejorar nuestro sistema. En algunos de sus posicionamientos estoy de acuerdo con el profesor. Sin embargo, el hecho de que algunas de sus intervenciones televisivas se hayan centrado en responsabilizar a los profesores de ese fracaso me preocupa. Ojalá la causa del fracaso educativo fueran los profesores. La solución sería rápida, pero el problema es intencionadamente complejo.
Que deberían entrar los mejores expedientes universitarios a las aulas, no lo discuto. Que los futuros docentes deberían superar una clase de MIR y ser continuamente evaluados, me parece necesario. Que la metodología es obsoleta y los contenidos poco realistas, es cierto. Pero el señor Marina olvida lo siguiente en sus últimas intervenciones.
1. Los docentes de la Educación Pública superan una oposición a diferencia de los profesores de la Concertada y la Privada. Aunque sea una oposición mejorable en muchas de sus pruebas, los docentes de la Privada y la Concertada, menos despretigiados socialmente, no la superan, pues son contratados sin ningún tipo de evaluación intelectual.
2. La Educación pública en España ha sido sensible y generosa con miles y miles de ciudadanos inmigrantes que necesitaban conocer nuestro idioma y nuestra cultura, y se incorporaban a las aulas sin ningún tipo de recursos. A veces estábamos desbordados y no podíamos atender personalmente a todos los alumnos. Sigue pasando. Colegios  concertados y privados nunca tuvieron esa sensibilidad hacia la inmigración, salvo honrosas excepciones. Algunos países europeos con excelencia en su educación nos han dejado claro, con la crisis siria, qué clase de sensibilidad tienen ante la llegada de inmigrantes. Ninguna.
3. Filósofos y pedagogos como el señor Marina denuncian la falta de innovación metodológica en los profesores, pero ellos firman contratos con editoriales para elaborar los libros de texto, uno de los grandes males en la gestión del aula. Pero un gran negocio para varios lobbies.
4. Las ratios de alumnos conflictivos en situación de exclusión social es significativamente superior en la Pública que en la Concertada y en la Privada.
5. El constructivismo, base de la LOGSE, que defienden conjuntamente el PP y el PSOE se ha convertido en una corriente pedagógica intocable, un dogma religioso donde no es posible la revisión y la crítica. Quizá, esa laxitud de la LOGSE hacia valores como el esfuerzo autónomo y la competencia nos han llevado a esta situación.
6. La sociedad española no respeta a los docentes, pues no los considera un eslabón fundamental en la formación de ciudadanos. Se trata de un problema cultural y prejuicioso que valora más las ventajas del oficio que su utilidad para el ciudadano. La mala prensa que desde la Administración se infundió a los funcionarios para justificar los recortes nos ha hecho mucho daño. El aumento de las ratios y la bajada de sueldo han potenciado aún más ese desprestigio del maestro como educador e intelectual.
7. Marina tiene razón en algo fundamental: la formación del profesorado en España no existe. Cursos privados, autodidactismo y formación a distancia son la única forma de mejorar en estrategias metodológicas que jamás se aplican. En la mayor parte de las ocasiones, los docentes realizan estos cursos para cumplir con las horas necesarias que requiere el pago de los sexenios. A diferencia de otros países, los horarios tampoco permitirían una formación presencial continuada y evaluada de los docentes.
8. Marina tiene razón en otra cosa; al profesor bueno no se le valora. A los doctores o funcionarios con más de una titulación o con idiomas no se les premia ni pueden ascender a puestos donde su autoestima se vea reforzada. Los sindicatos son muy responsables de esta situación, porque ha prevalecido una lucha por la mejora del Cuerpo de Maestros que promocionaron a Secundaria y no por la mejora económica y laboral de los profesores de ESO y Bachillerato. Sé que me busco enemigos.
9. La burocracia ha convertido la labor docente en una labor administrativa donde los profesores dedican inútilmente horas de su vida personal a informes, programaciones, baremaciones y un largo compendio de papeleo que nadie revisa ni inspecciona, en vez de dedicar esas horas a elaborar nuevos temas y métodos para sus alumnos.
10. Algunos pedagogos separan habilidad metodológica de intelectualidad. A Marina le oí decir una vez que un buen profesor no es aquel que sabe mucho, sino aquel que sabe enseñar. Esa sentencia nos ha perjudicado muchísimo. El respeto social, fundamental para un ambiente óptimo en las aulas, se origina cuando los padres  reconocen que el profesor de su hijo es un sabio. Ser un intelectual y ser profesor deben ser virtudes conjuntas y la sociedad debe ver en los docentes un referente moral del conocimiento. Los alumnos, me consta, son sensibles al profesor que sabe mucho y lo demuestra.
11. Ante el fracaso escolar por cuestiones como las que hemos referido, muchos pedagogos han querido inventar la pólvora creando grupos de estudio, gestoras y seminarios para buscar nuevos enfoques educativos que subsanen estos fracasos, en vez de responsabilizar a la Administración de la inflación de asignaturas y la mala distribución y gestión de los recursos. Educar en las emociones, el bilingüismo o la llegada de las tablets a las aulas se han convertido en una panacea para muchos profesores. Pero no es así, los fracasos siguen siendo estrepitosos, porque la burocracia del sistema y su composición tecnocrática anulan la rentabilidad de cualquier innovación.
Necesitamos a los mejores en la enseñanza, necesitamos un modelo de escuela pública y un modelo de escuela privada, un currículo actualizado, silencio y disciplina que vengan impuestos desde casa para poder disfrutar enseñando y aprendiendo, necesitamos recursos, muchos recursos en Primaria, para aquellos alumnos que tienen dificultades en edades tempranas, necesitamos itinerarios realistas con talleres y materiales para muchachos que estén en riesgo de abandono escolar y necesitamos a los docentes colaborando en la gestión política de la enseñanza.
12. Los profesores se han relajado porque están frustrados por la mala educación que los niños reciben en casa y porque la sociedad y la Administración no los valoran lo suficiente. No ganan incentivos. No promocionan. Los cambios continuos de interinos y plazas en expectativa dificultan la realización de proyectos de centro, y el fácil acceso a las carreras docentes para alumnos que han acabado con una nota baja su Bachillerato ha devaluado la calidad intelectual y formativa de la carrera y sus preparadores. En Medicina, no sucede. Acceden los mejores y el prestigio de la sanidad en nuestro país es reconocido internacionalmente.
13. Marina olvida que la división en Pública, Concertada y Privada ha convertido la educación en España en una forma de desigualdad social cada vez más significativa. Un derecho universal como la educación está creando conciencia clasista a través de tres formas de dirigir los recursos económicamente. La pérdida de valores y el escepticismo de los padres hacia la escuela han arraigado ya y la educación en casa se ha relegado a maestros y profesores que se ven superados por esta realidad. La falsa "gratuidad" de lo público que vocifera la izquierda y el inmovilismo que han practicado PP y PSOE han obligado a que las clases medias dependan de academias, concertados, profesores particulares y clases extraescolares para cerciorarse de que sus hijos reciben educación de calidad en aquello que les interesa. Aunque sea mentira.


Autor
Manuel García Perez
Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Murcia y licenciado en Antropología por la UNED, Premio Nacional Fin de Carrera (2000), es el coordinador del área de Sociedad y Cultura de MUNDIARIO. Docente, investigador y escritor de narrativa juvenil, su última obra es el poemario Luz de los escombros. Es columnista y crítico de MUNDIARIO.


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