Es innegable la necesidad de una adecuada formación contínua del docente en América Latina. En esta publicación transcribo reflexiones del organismo regional de la Unesco, sobre los problemas que se detectan en esa formación.
La caracterización antes realizada de las acciones de
formación continua o desarrollo profesional docente da cuenta de importantes
aspectos críticos que merecen ser atentamente revisados.
a) Escasa relevancia
y articulación de la formación continua
Una de las principales críticas a las políticas educativas
emprendidas en América Latina durante los años noventa es que se concedió una
importancia relativamente menor al componente más relevante para su éxito, es
decir, el desarrollo profesional de los docentes.
El elevado número de docentes que es necesario atender y los
costos asociados que ello implica, sumado a la dificultad de disponer de los
tiempos para la participación de los maestros, tiende a poner el acento en
otras políticas como la formación inicial, las evaluaciones de desempeño y los
incentivos, desconociendo que ninguna de estas tendrá efectos masivos ni
inmediatos.
Por otra parte, el juego de ofertas y demandas de
perfeccionamiento docente pone en riesgo la búsqueda de la calidad y relevancia
de las acciones, porque las instituciones oferentes tienden a privilegiar
acciones que no demandan mayores costos ni exigencias, lo que tiende a empatar
con las aspiraciones de muchos profesores a obtener certificaciones sin
desplegar demasiados esfuerzos ni ocupar mucho tiempo, por lo demás escaso en
las jornadas docentes.
Otro nudo problemático se refiere a la limitada inserción de
los programas de desarrollo profesional en políticas de largo plazo dirigidas a
los docentes. Es decir, en ausencia de un programa coherente y bien coordinado,
las actividades propiamente de desarrollo profesional conviven con múltiples
iniciativas promovidas desde diversas instancias administrativas y de gestión
con la consecuente dispersión y falta de pertinencia para los objetivos
relacionados con la profesionalización.
Muchas iniciativas consistentes, bien construidas y
conducidas por profesores, expertos y académicos, no han dispuesto de apoyo
suficiente y sostenido. Un problema adicional es que una buena parte de las
experiencias prometedoras fueron sustituidas para iniciar otros programas o
bien abandonadas prematuramente por la autoridad o por quienes las impulsaron
en sus inicios sin que se haya dispuesto de suficiente tiempo para mostrar
resultados a partir de evaluaciones de impacto que acreditaran su efectividad.
Varias de ellas han sido evaluadas externamente, pero los resultados no han
sido utilizados para hacer ajustes a contenidos y procesos, por lo que, aunque
quedan documentadas y bien descritas, no dan lugar a esquemas de mejora
(Ávalos, 2007; Vaillant, 2009b; Terigi, 2010).
En suma, los balances críticos sobre los programas de
formación continua en los países de la Región coinciden en que es insoslayable
un cambio radical en los conceptos, modelos y procesos que se han ensayado, en
la dirección de una modificación de las prácticas de enseñanza.
b) Bajo impacto de
las acciones emprendidas
A pesar de las múltiples actividades que se registran a lo
largo de las últimas dos décadas en América Latina y el Caribe en torno a la
formación y capacitación de los docentes, diversos análisis revelan su bajo
impacto en el aula.
La calidad de la oferta de capacitación actualmente
existente no es homogénea y, en muchos casos, es bastante precaria, pues está
constituida, en lo fundamental, por instituciones que presentan debilidades en
la formación inicial que imparten. No obstante que se han descrito prácticas
innovadoras a cargo de instituciones académicas, predominan ofertas
tradicionales desvinculadas de las necesidades prioritarias de los docentes y
de las escuelas. En parte este problema se relaciona con la escasa relevancia
que las instituciones formadoras otorgan al trabajo con docentes en servicio
asumiéndolo, muchas veces, como una tarea de extensión y de menor valor.
Otro factor importante es que las metodologías tradicionales
de enseñanza frecuentemente utilizadas no contribuyen a una reflexión y
apropiación crítica del conocimiento por los docentes a la vez que generan
modelos contradictorios con las tendencias actuales de aprendizajes
colaborativos.
Contribuye al bajo impacto el diseño de acciones formativas
desvinculadas de las realidades de las comunidades escolares. Cuando muchos
docentes y directores perciben que las acciones de formación continua no son
efectivas, aluden a la desvinculación entre estas y las prácticas en el aula,
así como a las condiciones en que se desarrolla el trabajo docente. En tanto
las capacitaciones docentes se alejan de dichas prácticas, pierden su
efectividad y desmotivan a los profesores que en ellas participan. La tensión
entre teoría y práctica está en el fondo de esta brecha entre formación y
enseñanza en aula.
Por otra parte, los estímulos asignados a los docentes están
más ligados a la asistencia a cursos y a talleres que al logro de aprendizajes
y, menos aún, a su transferencia al trabajo de aula y su impacto en los
aprendizajes de sus alumnos.
Si se comparan las coberturas que generalmente logran los
programas de formación continua con el universo de las poblaciones docentes
nacionales, se llega a la conclusión de que los porcentajes de cobertura son
bajos. Más aún, al suponer que un docente debe participar en programas formativos
cada cierto número de años.
Un problema frecuente es la dificultad de los sistemas
educativos para hacer posible la participación de los profesores en los
programas de formación continua ofrecidos. Esto se explica, en parte, por el
carácter voluntario de la participación y por la realización de actividades en
periodos de vacaciones de los docentes y/o durante los fines de semana.
c) Desconocimiento de
la heterogeneidad docente
Sólo en el último tiempo las políticas de formación continua
toman en cuenta los distintos ciclos de desarrollo de los profesionales de la educación. Persisten
las programaciones que desconocen la heterogeneidad entre los docentes según su
edad, experiencia, etapa de su carrera, el tipo de formación inicial y los
contextos donde se desempeñan, entre otros factores.
Las líneas de investigación que abordan esta temática han
carecido de una visión comparada, que permita comprender mejor los motivos,
expectativas y el nivel del compromiso que acreditan los distintos grupos de
profesores, según el momento de su trayectoria profesional, las condiciones de
ejercicio, el nivel en el que se desempeñan, la disposición individual para
mejorar la práctica y la percepción sobre su profesión.
La conceptualización emergente sobre los ciclos de
desarrollo de los profesionales de la educación contribuye a la formulación de
políticas y al diseño de intervenciones más pertinentes y de mayor calidad. En
especial, conviene poner atención al apoyo requerido por los profesores
principiantes para su inserción en la docencia y en sus contextos escolares
específicos. A nivel internacional, la inducción de los docentes principiantes
se intenta abordar a través de distintas estrategias, tanto como una necesidad
de afianzar su formación como para evitar el abandono prematuro. En cambio, en
la Región las iniciativas de apoyo a la inserción son escasas e incipientes.
Los profesores principiantes participan en las mismas actividades de
perfeccionamiento y tienen obligaciones similares en el aula. La diversidad de
contextos en que se desempeñan los docentes constituye un factor fundamental a
considerar. Es evidente que hay docentes que se desempeñan en ambientes
escolares más complejos, lo que implica desarrollar habilidades pedagógicas
especiales relacionadas con el clima escolar y el tratamiento de la diversidad.
d) Falta de
regulación de la oferta
Respecto a los oferentes, conviene reconocer que una de las
consecuencias no deseadas de abrir la provisión de servicios de formación
continua a la participación de variados agentes ha sido la emergencia de un
mercado difícil de regular, especialmente en aquellos países en los que parte
importante de la oferta queda a cargo de organismos privados, con o sin fines
de lucro.
En la mayoría de los países de la Región existen diversas
iniciativas de formación continua que entregan propuestas independientes,
asociadas a propuestas educativas o a intereses económicos de algunas
entidades, o bien por demanda de algunas instituciones escolares privadas.
Estas ofertas pueden tener una mayor relevancia, porque se acercan a las
demandas específicas de las escuelas y de los docentes. Sin embargo, tienen la
debilidad de ser muy heterogéneas respecto a la calidad de los aprendizajes y
de difícil regulación.
El profesorado vinculado a este universo heterogéneo es
igualmente diverso y desigual. Este rasgo se relaciona con las decisiones de
los oferentes de apresurar su salida al mercado con los más bajos costos
posibles, lo que ocasiona que operen con los docentes que tienen a su alcance,
independientemente de sus perfiles.
Este problema se agrava ante la debilidad de la
institucionalidad pública para regular y evaluar la oferta de formación
continua proveniente de instituciones académicas y de organismos privados de
capacitación con el fin de garantizar su calidad y relevancia, ligada a la
ausencia o baja consideración de estándares para el desempeño profesional que
sirvan como referentes para la formación continua al mismo tiempo que para la
evaluación de desempeño. La capacidad institucional para una regulación
efectiva es crucial, pues una regulación también puede ser poco pertinente,
limitando iniciativas innovadoras o burocratizando procesos con pérdida de
flexibilidad y respuestas oportunas. Los avances de varios países en materia de
elaboración de estándares o criterios para la evaluación docente abren caminos
para orientar la formación continua.
e) Poca consideración
de la realidad de las escuelas y del aprendizaje colaborativo
Si bien se han descrito importantes experiencias de
aprendizaje colaborativo entre pares, una de las modalidades más apreciadas por
los maestros por su impacto en el quehacer cotidiano, la oferta académica y de
capacitación ha estado predominantemente centrada en modalidades tradicionales
de cursos alejados del contexto escolar. En parte, este fenómeno puede
explicarse por la distancia entre el mundo académico y técnico –responsable en
gran medida de la oferta de capacitación docente– y la realidad escolar
concreta. Otra explicación posible es que la oferta tiende a generalizarse para
grupos diversos de profesores, más allá de la unidad escolar, incluso a veces
por motivos de eficiencia económica. Para alcanzar a un gran número de
profesores resulta generalmente más fácil hacerlo a través de la estrategia de
“cascadas” desatendiendo las limitaciones de esta vía.
Aprender observando las prácticas de otros, intercambiando
experiencias y reflexionando en conjunto son vías que, estando presentes en los
programas públicos, no adquieren la fuerza necesaria, sea por su carácter
innovador o por la carencia de herramientas y metodologías específicas para
implementarlas. El aislamiento de los educadores en el aula les impide
comprender a la escuela como totalidad y les dificulta la necesaria interacción
y colaboración con otros.
Para las políticas de desarrollo profesional el mayor
desafío es el diseño de intervenciones consistentes con las realidades de las
comunidades escolares. El desarrollo profesional docente no puede concebirse
aisladamente de las necesidades específicas de cada escuela; un concepto que
sintetiza esto es el de “aprendizaje situado” que expresa que el desarrollo
profesional sea que se realice en el espacio físico de la escuela o fuera de
él, se oriente siempre a la solución de problemas que el docente enfrenta en su
trabajo cotidiano para lograr que todos sus estudiantes alcancen los
aprendizajes esperados.
f) Dificultades para
la regulación y pertinencia de la oferta de postgrados
Un extenso número de estudios sobre la Educación Superior
en América Latina y el Caribe se ha referido a la expansión desordenada de la
oferta de estudios de postgrado (diplomados, especializaciones, maestrías y
doctorados) y ha demostrado que esta eclosión, particularmente visible en
aquellos sistemas de educación superior con una alta participación de
instituciones privadas sujetas a registros de validez laxos, tiene una
naturaleza reactiva y se ha desarrollado sin apego a reglas de calidad y
pertinencia.
Aún en el caso de los programas evaluados en el marco de los
mecanismos de aseguramiento de la calidad, el juicio se emite en función de los
criterios e indicadores propios de la investigación, lo que limita el
desarrollo de opciones con distintas orientaciones como, programas de carácter
profesionalizante.
Entre los investigadores que forman parte de redes
internacionales regionales, cuyo campo es la formación docente en programas de
maestría y doctorado, existe un activo debate sobre el impacto en las prácticas
atribuibles a los distintos modelos, diseños curriculares y orientaciones
metodológicas. Una parte de la discusión se ha concentrado en el
esclarecimiento de las características deseables en los programas que
explícitamente buscan convocar a los practicantes reflexivos interesados en
ampliar el dominio de las estrategias de enseñanza que facilitan a alumnos
diversos la apropiación de contenidos curriculares altamente demandantes.
Los sistemas nacionales de acreditación y certificación, en
principio, respaldan la calidad de los programas de postgrado ofrecidos por
instituciones de educación superior, de acuerdo a los parámetros
internacionalmente aceptados. Hay que reconocer que la experiencia predominante
atañe a la preparación para la investigación fundamental, lo que es positivo en
términos de la solidez institucional del oferente. Pero, si se pretende
impulsar modelos de postgrado relevantes, que enfaticen los componentes de la
formación práctica, centrales para la modificación de las prácticas de
enseñanza, es insoslayable desarrollar criterios e indicadores complementarios
que permitan una criba más fina, centrada en la pertinencia y el potencial de
impacto.
Regular la oferta de programas de postgrado en educación,
con base en referentes de calidad y pertinencia, que aún no están
suficientemente desarrollados ni son compartidos por la comunidad, es una tarea
urgente en la Región.
Extraído de:
Estrategia Regional sobre Docentes
OREALC / UNESCO Santiago
Antecedentes y Criterios para la Elaboración de Políticas
Docentes en América Latina y el Caribe
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