¿En qué consiste la identidad profesional docente? ¿Qué la condiciona? ¿Cuáles son sus componentes centrales? Las siguientes son reflexiones del organismo regional para América Latina de la Unesco.
El desarrollo de una cultura profesional, clave para la
solidez de los sistemas educativos, implica mirar los esfuerzos realizados en
esta dirección tanto por las políticas públicas como por el propio magisterio.
En las secciones anteriores se han descrito iniciativas en la formación
inicial, en la formación continua y en la generación de instancias de
desarrollo profesional de los propios educadores que merecen ser rescatadas. No
obstante, también han sido señaladas las limitaciones de tales iniciativas en
relación con su alcance y profundidad. La identidad profesional de los docentes
se encuentra condicionada por su propia formación, en muchos casos precaria,
por un estatus social disminuido y por presiones por resultados que, muchas
veces, les llevan más a procurar soluciones simplistas o justificaciones
externas que a asumir realmente una responsabilidad profesional.
Investigaciones como las del PISA confirman que la calidad
de los maestros, que se expresa en los tres componentes centrales de la
institucionalización –conocimientos, valores y prácticas– sigue siendo uno de los
principales correlatos de buenos resultados educativos. La relevancia que
actualmente se concede al trabajo docente como uno de los factores decisivos
para una educación de calidad y equitativa representa un desafío enorme para la
profesión y para quienes inciden en su fortalecimiento. La opción por una
educación inclusiva, que aspira a garantizar el derecho al aprendizaje de todos
los estudiantes, eleva también sustancialmente los requerimientos que la
sociedad formula a los cuerpos docentes.
Las reformas curriculares han intentado, y deberán continuar
haciéndolo, incorporar los avances del conocimiento científico y tecnológico,
pero sobre todo, contemplar el desarrollo de habilidades de pensamiento y de
aprendizaje permanente a lo largo de la vida. Estos propósitos plantean nuevos desafíos a
la profesión docente, especialmente complejos para los maestros que, en su
mayoría en el contexto latinoamericano, deben atender a estudiantes que provienen
de medios familiares con bajo capital cultural. Esto implica, desde luego, un
riguroso conocimiento pedagógico de los contenidos de enseñanza y el dominio de
una pedagogía para el trabajo con diversidad sociocultural.
Los esfuerzos realizados por algunos países por elaborar
estándares son de gran importancia, no solo porque estos constituyen una
referencia clave para el desarrollo profesional y la evaluación del desempeño,
sino porque definen una identidad profesional basada en lo que debe saber y poder
hacer un docente, en general y de acuerdo a su respectiva área de
especialización. Estos estándares adquieren plena validez en tanto sean
concordados, elaborados por la propia profesión y legitimados por los órganos
rectores del sistema educativo. Al definirse un campo propio de la profesión
docente –elemento clave de cualquier profesión– este se convierte en una
herramienta para el diálogo y el trabajo interdisciplinario con otras
profesiones. Ingvarson considera que los estándares profesionales juegan un
papel importante en la definición pública de la identidad de la profesión
docente: “un buen estándar para
profesores es aquél que ayuda a cambiar la percepción del público en general
sobre la profesión docente al entregar evidencia convincente sobre la
complejidad de lo que un buen profesor sabe y es capaz de hacer en distintos
niveles de enseñanza y respecto de diferentes asignaturas del currículo”.
El tránsito desde una docencia asumida con una visión
puramente vocacional o técnica hacia una dimensión profesional es
necesariamente largo y complejo. Además de los avances cualitativos requeridos
en materia de formación inicial y continua, supone, desde las políticas
públicas, alcanzar un equilibrio entre la confianza en la labor de los maestros
y la responsabilización por su desempeño, entre grados crecientes de autonomía
y el monitoreo y apoyo para que tal autonomía sea utilizada de la manera más
conveniente para el aprendizaje de los estudiantes.
Diversos autores convergen en la necesidad de fortalecer un
profesionalismo docente, construido y asumido por el profesorado, que considere
competencias y condiciones para implementarlas, en dimensiones clave como las
siguientes: capacidad para diseñar, ejecutar y evaluar buenas prácticas
docentes a partir de un dominio de los contenidos y de cómo enseñarlos;
autonomía y responsabilidad profesional; capacidad de innovar
metodológicamente, de tomar iniciativas pertinentes y de adoptar buenas
decisiones pedagógicas; competencias para crear, seleccionar y adaptar
materiales educativos adecuados; capacidad para trabajar en equipo; asunción de
los resultados de las evaluaciones internas y externas como información crucial
para el mejoramiento de la enseñanza y los aprendizajes; realización de
esfuerzos consistentes de superación profesional; capacidad de reflexión y
autoevaluación sobre sus prácticas y de asumir evaluaciones sobre su desempeño
para mejorar; y capacidad de generar diálogo fructífero con otros actores:
colegas, directivos, supervisores, otros profesionales y trabajadores, padres,
estudiantes y comunidad en general.
En una perspectiva de futuro, la identidad profesional
docente necesita asumir las nuevas formas de aprender de los niños y jóvenes,
más allá de la propia escuela. Estos nuevos escenarios, más que disminuir la
responsabilidad de los profesores, la hace más desafiante en un rol de guía de
aprendizajes de mayor profundidad.
Finalmente, un elemento clave en el camino del
fortalecimiento de la profesión, es la capacidad de las propias organizaciones
docentes para definir normas éticas y de desempeño profesional que orienten y
regulen su quehacer, cuestión sobre la cual no se han encontrado mayores
evidencias en la Región y que debiera ser un norte de su quehacer y desarrollo
futuros. El desarrollo comparable más relevante al respecto es la participación
decisiva de los gremios docentes de algunos países de la OCDE en la elaboración
de los estándares que rigen a la profesión.
Extraído de:
Estrategia Regional sobre Docentes
OREALC / UNESCO Santiago
Antecedentes y Criterios para la Elaboración de Políticas
Docentes en América Latina y el Caribe
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