Paulo Freire considera la reflexión y acción como unidad indisoluble. Partiendo de esta base, y en búsqueda de acciones emancipadoras ¿Cuál es su punto de vista sobre la acción del neoliberalismo en la dimensión ideológico político? ¿Qué efectos produce? ¿Cómo describe Freire el fenómeno de “adhesión al opresor?
Reflexión y acción de
los hombres sobre el mundo para transformarlo.
Pedagogía del oprimido. Paulo Freire
Reflexión y acción como unidad indisoluble, como par
constitutivo de la misma y por lo tanto imprescindible. La negación de uno de
los elementos del par desvirtúa la praxis, transformándola en activismo o un
subjetivismo, siendo cualquiera de los dos una forma errónea de captar la realidad. La tensión
entre este par dialéctico es una cuestión que constantemente se repite en toda
práctica social.
Si bien en algunos escritos como “Astutos e inocentes”
Freire habla de praxis teórica: “la
praxis teórica es lo que hacemos desde el contexto teórico, cuando tomamos
distancia frente a la praxis que se ha realizado o se está realizando en un
contexto concreto con el fin de clarificar su sentido”, ello no implica que
deje de estar refiriéndose al par completo de la misma, ya que reconoce que “sólo es auténtica en la medida en que no se
interrumpe el movimiento dialéctico entre ella y la subsiguiente praxis
realizada en el campo concreto. De ahí que ambas praxis sean momentos
indivisibles dentro de un mismo proceso que podemos conocer en términos
críticos”.
Lo cotidiano y la
Praxis
Desde estas aproximaciones teóricas pienso en mi quehacer, y
advierto que muchas veces no es fácil cumplir con esta premisa que nos marca la
praxis cuando uno se encuentra frente a jóvenes que aceptan natural y fatalistamente
el modo en que las cosas son. Si hay algo en lo que considero han sido eficaces
los neoliberales es en convertir el pensamiento único en sentido común. “El gran poder del discurso neoliberal reside
más en su dimensión ideológica-política que en su dimensión económica” (Freire).
Me parece que actualmente, y por encima de la condición
social, existe una lógica de lo posible que se impone como determinante y hasta
deseable. Esta cuestión se manifiesta claramente en los dos espacios en los que
trabajo.
Con los alumnos, cuando se les pregunta qué sueños, pasiones
y proyectos tienen, muchos de ellos, ganados por el escepticismo, sólo apuestan
a proyectos individuales como recibirse, tener un buen pasar económico, irse
del país; otros en cambio reconocen no saber “qué van a hacer con su vida” y
que entraron a esa carrera para “ver qué onda”; son muy pocos los que tienen
alguna inquietud social o política. Es recién en ese momento cuando uno
comprende hasta dónde ha llegado el grado de alineación al que han sido
sometidas nuestras sociedades. Freire afirmaba: “Los oprimidos, acomodados y adaptados en el propio engranaje de la
estructura de dominación temen a la libertad, en cuanto no se sienten capaces
de correr el riesgo de asumirla”. Es también allí cuando uno siente que, en
vez de que el desasosiego y la impotencia lo inmovilicen, tiene algo que decir
y hacer.
A veces, algunas preguntas o disparadores puntuales sobre la
realidad más cruda alcanzan para empezar a correr el velo con el que los
poderosos ocultan la miseria humana; esto sirve para situarnos,
educadores/educandos, en un plano más reflexivo, logrando un espacio dialógico
que bien puede ser el comienzo de un camino diferente que permita superar, por
un lado, la contradicción educador/educando y, por otro, el inmovilismo.
Hago un breve paréntesis aquí recordando que, respecto al
diálogo, Freire destacaba la importancia y el derecho que tiene cada hombre a
pronunciar su propia palabra. Decía: “existir
humanamente es pronunciar el mundo, es transformarlo. Los hombres no se hacen
en el silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción en la reflexión”.
Considero que es precisamente en el diálogo en donde debemos hacer mayor
énfasis en la actualidad, rescatándolo como “exigencia existencial”. El
contexto neoliberal vende una falacia de comunicación; la era tecnológica hace
desaparecer, de alguna manera, espacio y tiempo, pero olvida el componente
esencial de la comunicación: sus sujetos.
Otras veces, los alumnos se resisten a abandonar su
condición de objetos porque ello los despojaría de la comodidad que ofrecen el
placer, la inmediatez, lo liviano y superficial. Afirman: “¡No nos complique!”;
“Nosotros no tenemos la culpa de lo que pasa”; o directamente “El mundo no se
puede cambiar”. Además de provocar mucha tristeza, esto nos obliga a todos los
que creemos en “la posibilidad de otra sociedad” (Gadotti) a redoblar los
esfuerzos para demostrar que la historia no es un conjunto de acontecimientos
que se suceden mecánicamente, sino el producto de la decisión de los hombres, y
que cada época histórica se revela ante el hombre como desafío, como situación
límite a superar entre el ser más y el ser inacabado que somos. Por tanto, si
la cultura es creación de los hombres, no existe ningún determinismo fatal que
impida recrearla, hacerla nuestra, volverla humana.
Con los adolescentes cartoneros, en tanto, la praxis se
plantea de modo diferente. El mayor esfuerzo está puesto en no quedarnos
sumidos en el activismo. Es cierto que las urgencias económicas que los chicos
tienen actúan como un obstáculo para la reflexión, pero sería erróneo pensar en
ellas como determinantes.
El nudo, obviamente, se encuentra en la situación
estructural de deshumanización a la que son sometidos a diario. No se plantean
el ser más porque la violencia que se ejerce contra ellos niega la condición
humana. Actúan desde la “prescripción” de sus conciencias albergando la
conciencia del opresor, mirándose con los ojos del opresor. Grafica muy bien
esta situación un relato del Subcomandante Marcos, del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional (EZLN), en el que narra que el león mata mirando a su
enemigo más débil, porque el animalito más débil no se está viendo a sí mismo y
a su fuerza, sino que se está mirando con los ojos del león que ve su miedo y
que, viéndolo temeroso, lo vence.
En la práctica concreta, muchas veces la discusión con los
jóvenes se da en torno a esta dualidad interna oprimido-opresor, ya que las
normas que se ponen entre ellos son autoritarias y duras, los vínculos tienden
a ser violentos, reproduciendo la ley del más fuerte e identificando su ser
hombre con el ser opresor, fenómeno al que Paulo Freire denomina “adherencia al opresor”.
A algunos de estos jóvenes los hemos visto, con dolor e
indignación, optar por sumar violencia a la violencia inclinándose por el robo,
las drogas, la
prostitución. Ellos constituyen el testimonio de la cultura
necrófila del opresor de la que hablaba Paulo Freire, una cultura que acentúa
como rasgos constitutivos el carácter violento y delincuencial de los pobres,
que opera como una suerte de profecía autocumplida.
La recolección-venta de papel y cartón y el reciclaje de los
mismos a través de un taller de artesanía permiten situarnos alrededor del eje
del trabajo y abrir, no sin dificultades e interrupciones, un espacio semanal
donde adolescentes-educadores populares, trabajando juntos, discutimos y
reflexionamos sobre las posibles opciones que tienen frente a la realidad,
sobre el valor de apropiarse de su vida y sobre los riesgos que ello implica.
Autora
Ana Masi
El concepto de praxis en Paulo Freire
Licenciada en Psicología de la Universidad Nacional
de San Luis (UNSL), Argentina. Docente de Sociología de la Educación de la
Facultad de Ciencias Humanas.
En
Paulo Freire, Contribuciones para la pedagogía
Moacir Gadotti, Margarita Victoria Gomez, Jason Mafra,
Anderson Fernandes de Alencar [compiladores]
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