sábado, 4 de mayo de 2013

Los ámbitos de incumbencia de la escuela

¿De qué debe ocuparse la escuela? La respuesta está muy relacionada con nuestra idea sobre el tipo de sociedad que queremos. La institución escolar debe desarrollar prescripciones oficiales, pero también cumple con un “currículum oculto”, muchas veces relacionado con el clima escolar que se viva ¿Mejorar la democracia? ¿Inclusión social?




La escuela tiene especial incumbencia en determinados ámbitos para promover deliberadamente aprendizajes que favorezcan el desarrollo integral de los niños y los jóvenes. En este sentido, el currículo explícito oficial se puede constituir en un importante recurso para lograr en los estudiantes aprendizajes relacionados con la convivencia escolar. Por un lado, por los temas mismos que incorpora, pero especialmente esto tiene lugar cuando temas polémicos son abordados sin excluir las diferencias, cuando el aprendizaje ayuda a desnaturalizar categorías y ubicarlas en el contexto en que surgen, para reconocerlas como productos históricos y sociales particulares y contingentes, sometidas a cambios de acuerdo con las construcciones de sentido que cada época produce. El lugar de las mujeres en la sociedad, el de los inmigrantes, los distintos credos religiosos, las particulares situaciones de exclusión, las guerras, las nacionalidades… pueden resultar temas controvertidos y, por lo mismo, ser motivo de distintas posturas, asentadas en la ruptura de referentes que se produjo en la modernidad. Este hecho, precisamente, los constituye en asuntos apropiados para la formación en una convivencia respetuosa, si se favorecen los procesos que permitan admitir el disenso, aprender a trabajar con él y a fundamentar las propias razones. Pero, además, el abordaje de estos temas puede permitir plantear la acción educativa a partir del reconocimiento de los distintos valores que los sustentan, y que esto sea causa de un debate serio y respetuoso, para poner de relieve que en toda postura es indispensable una reflexión crítica y una argumentación basada en un diálogo genuino, donde el reconocimiento del otro en su identidad sea respetado. Esta convivencia respetuosa puede iniciar el camino hacia una escuela no solo inclusiva sino también integradora.


Muchas veces las interpretaciones y contextualizaciones que cada escuela realiza del currículo oficial, como las prácticas docentes que promueve o en las que tiene que insertarse para desarrollar la planificación o proyectos, despiertan la inquietud de si, efectivamente, los objetivos e intereses del currículo explícito son recogidos en la práctica escolar. Es fácil constatar que muchas de las intenciones del currículo prescrito quedan opacadas por lo que comúnmente se conoce como “currículo oculto”. Por esto, algunos autores coinciden en destacar a este como el más real desde la perspectiva de quienes participan en el proceso educativo. Las prácticas profesionales, los discursos, la cultura institucional, las reglas constitutivas de los vínculos, los fenómenos de la cotidianidad escolar… son el contexto formativo real, tanto para maestros como para alumnos. A partir de esas prácticas, los alumnos se apropian de diversos conocimientos, valores, formas de vivir y sobrevivir. La experiencia en las escuelas es formativa también para los maestros.



Todo ello configura una modalidad característica, un estilo institucional, que se percibe de forma directa en el clima, en el movimiento de la vida cotidiana de la escuela, en las “maneras” de actuar de sus miembros. Estudios recientes indican que el clima escolar es la variable que mayor influencia ejerce sobre el rendimiento de los estudiantes. Lo que era posible percibir intuitivamente, ahora se manifiesta más abiertamente: cuando las escuelas logran generar ambientes respetuosos, acogedores y positivos, pueden hacer una importante contribución al desempeño de los estudiantes. Si bien los factores de contexto socioeconómico tienen una influencia poderosa en el rendimiento, las variables asociadas a la escuela -como la creación de ambientes agradables son esenciales para promover el aprendizaje de los alumnos.

 
El clima escolar está dado por
la capacidad que tiene una organización para responder a las expectativas de sus miembros […] La calidad ambiental se mide por la satisfacción o malestar que encuentran los sujetos al trabajar juntos en ella, motivo por el cual se percibe emocionalmente, y el grado de satisfacción o malestar ejerce un fuerte condicionamiento sobre la calidad de los resultados.

 
Establece una relación educativa, que no se realiza entre términos personales, por ejemplo maestro-alumno, alumno-alumno, sino que lo hace en términos grupales y colectivos: grupo familiar-hijos, institución educativa-alumnos. Por ello el clima escolar se constituye en un enseñante colectivo que, como decía Durkheim, es algo más que la suma de los enseñantes individuales y, como tal, transfiere saberes, ideas, normas, prácticas y valores.









Extraído de
El desafío de la convivencia escolar: apostar por la escuela
Alicia Tallone
En
EDUCACIÓN, VALORES Y CIUDADANÍA
Bernardo Toro y Alicia Tallone
Coordinadores

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