La escuela tiene
especial incumbencia en determinados ámbitos para promover deliberadamente
aprendizajes que favorezcan el desarrollo integral de los niños y los jóvenes.
En este sentido, el currículo explícito oficial se puede constituir en un
importante recurso para lograr en los estudiantes aprendizajes relacionados con
la convivencia escolar. Por un lado, por los temas mismos que incorpora, pero
especialmente esto tiene lugar cuando temas polémicos son abordados sin excluir
las diferencias, cuando el aprendizaje ayuda a desnaturalizar categorías y
ubicarlas en el contexto en que surgen, para reconocerlas como productos
históricos y sociales particulares y contingentes, sometidas a cambios de
acuerdo con las construcciones de sentido que cada época produce. El lugar de
las mujeres en la sociedad, el de los inmigrantes, los distintos credos
religiosos, las particulares situaciones de exclusión, las guerras, las
nacionalidades… pueden resultar temas controvertidos y, por lo mismo, ser
motivo de distintas posturas, asentadas en la ruptura de referentes que se
produjo en la
modernidad. Este hecho, precisamente, los constituye en
asuntos apropiados para la formación en una convivencia respetuosa, si se
favorecen los procesos que permitan admitir el disenso, aprender a trabajar con
él y a fundamentar las propias razones. Pero, además, el abordaje de estos
temas puede permitir plantear la acción educativa a partir del reconocimiento
de los distintos valores que los sustentan, y que esto sea causa de un debate
serio y respetuoso, para poner de relieve que en toda postura es indispensable
una reflexión crítica y una argumentación basada en un diálogo genuino, donde
el reconocimiento del otro en su identidad sea respetado. Esta convivencia
respetuosa puede iniciar el camino hacia una escuela no solo inclusiva sino
también integradora.
Todo ello
configura una modalidad característica, un estilo institucional, que se percibe
de forma directa en el clima, en el movimiento de la vida cotidiana de la
escuela, en las “maneras” de actuar de sus miembros. Estudios recientes indican
que el clima escolar es la variable que mayor influencia ejerce sobre el
rendimiento de los estudiantes. Lo que era posible percibir intuitivamente,
ahora se manifiesta más abiertamente: cuando las escuelas logran generar
ambientes respetuosos, acogedores y positivos, pueden hacer una importante
contribución al desempeño de los estudiantes. Si bien los factores de contexto socioeconómico
tienen una influencia poderosa en el rendimiento, las variables asociadas a la
escuela -como la creación de ambientes agradables son esenciales para promover
el aprendizaje de los alumnos.
El clima escolar
está dado por
la capacidad que tiene una organización para
responder a las expectativas de sus miembros […] La calidad ambiental se mide
por la satisfacción o malestar que encuentran los sujetos al trabajar juntos en
ella, motivo por el cual se percibe emocionalmente, y el grado de satisfacción
o malestar ejerce un fuerte condicionamiento sobre la calidad de los
resultados.
Establece una
relación educativa, que no se realiza entre términos personales, por ejemplo
maestro-alumno, alumno-alumno, sino que lo hace en términos grupales y colectivos:
grupo familiar-hijos, institución educativa-alumnos. Por ello el clima escolar se constituye en un enseñante colectivo que,
como decía Durkheim, es algo más que la suma de los enseñantes individuales y,
como tal, transfiere saberes, ideas, normas, prácticas y valores.
Extraído de
El desafío de la
convivencia escolar: apostar por la escuelaAlicia Tallone
En
EDUCACIÓN, VALORES Y CIUDADANÍA
Bernardo Toro y Alicia Tallone
Coordinadores
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