martes, 10 de abril de 2012

Participación y ciudadanía

La democracia está íntimamente ligada a la participación ciudadana ¿Puede considerarse democrática una sociedad, donde la mayoría ha abdicado de sus derechos a la participación? En este sentido ¿Qué se puede hacer desde las escuelas? El problema no respeta fronteras, y la siguiente opinión, se formula desde el punto de vista de los padres de los alumnos.




La progresiva desafección de la ciudadanía en torno a la política hace que en los estados democráticos se produzcan elevados índices de abstención. En muchas ocasiones es poco más del 50% del cuerpo electoral el que se acerca a las urnas y decide quién gobierna y qué políticas se aplican.

La democracia, el mejor para muchos y para otros el menos malo de los sistemas, no puede sustentarse sólo en el ritual ante las urnas cada cuatro años; un ritual necesario, el de elegir a nuestros representantes en las instituciones, pero no suficiente. La democracia exige, si queremos que sea viva y transformadora, la participación activa de los ciudadanos y ciudadanas en partidos políticos, asociaciones empresariales y sindicales, ONG, movimiento vecinal o federaciones de padres y madres del alumnado.

Para comenzar a transformar la actual situación se precisa formación en valores democráticos, cauces en los que la gente se sienta protagonista y pueda palpar que su acción conjunta con otras personas ayuda a modificar el estado de cosas, por ejemplo, en los colegios e institutos. Y ello exige cambios a favor de un papel más decisivo de las familias en los consejos escolares. Pero, sobre todo, precisa de una mayor implicación de éstas en la educación de sus hijos y en la vida de los centros.

Vivimos en sociedades políticamente plurales y cada vez con mayor variedad religiosa u origen étnico. Aunque se empeñen los sectores más conservadores no hay una única forma de pensamiento, ni una única moral ni un único modelo de familia. Con ello hemos de saber convivir, aprovechando sus elementos más enriquecedores y teniendo como límite el escrupuloso respeto a los derechos humanos.

En ese marco se producen crispados debates, como el de la implantación de Educación para la Ciudadanía. Un sector radicalizado de la derecha la boicotea desde el poder político de algunas comunidades, como ha ocurrido en Valencia y Madrid, mientras algunos padres impulsan la objeción a la asignatura. Se cuestiona el papel del Estado como educador sobre la base de una supuesta exclusividad familiar en la formación en valores, de raíces poco democráticas y ajena a la realidad social en la que podemos y debemos compartir valores comunes.

La sentencia del Supremo a favor de Ciudadanía -señalando que es totalmente compatible con el derecho a la libertad religiosa e ideológica que proclama la Constitución debe hacer volver las aguas a su cauce. Y posibilitar que trabajemos desde el sistema educativo por una auténtica formación en valores, desde la pluralidad a la igualdad entre hombres y mujeres, desde la defensa del medioambiente a los derechos sociales y económicos; es decir, construyendo una sociedad más justa para todos y todas.





Autor
Luis Gil Moreno
Presidente de la Federación de APAS “Galdós” (Gran Canaria)
Fuente
en/feb/mar 2009 padres y madres de alumnos y alumnas Nro 47



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1 comentario:

  1. Buenos días Alberto,

    Suiza, en esto, no lleva muchísima ventaja. No sólo es obligado votar sino que lo hacen cada vez que alguien propone cambiar una ley. Igualito que en España, el caso que conozco. Puede que educar en la importancia del derecho democrático sea significativo, nos dará personas críticas y exigentes, pero mientras no se cambien las leyes electorales y se le de al pueblo lo que es del pueblo, no servirá para nada.

    Un saludo

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