jueves, 26 de abril de 2012

¿Es la docencia una profesión?

¿Es la docencia una profesión? O bien ¿Podemos hablar sobre una “profesionalización docente? Esta discusión sobre la actuación docente no es una simple abstracción, y está por encima de un mayor prestigio social sino que adquiere nuevos sentidos en estos momentos, en que se resalta el tema de la evaluación docente.



Comúnmente, cuando se piensa en la palabra “profesión”, se tiene en mente una serie de características según las cuales se configura dicho concepto, y consecuentemente, quiénes son merecedores de la denominación “profesional”. Usualmente, al tratar de precisar entonces qué entender por profesionalismo, se seleccionan aquellas características o rasgos que reúnen los profesionales en cuestión.

Son muchas las caracterizaciones que se han elaborado, tratando de exponer cuáles son esos rasgos definitorios de una profesión. Así, por ejemplo, según Skopp, los rasgos que caracterizan a una profesión son los siguientes:
– Un saber sistemático y global (el saber profesional).
– Poder sobre el cliente (la disposición de este a acatar sus decisiones).
– Actitud de servicio ante sus clientes.
– Autonomía o control profesional independiente.
– Prestigio social y reconocimiento legal y público de su estatus.
– Subcultura profesional especial.

Por su parte Fernández Enguita ha señalado como rasgos de toda profesión, los siguientes:
– Competencia (o cualificación en un campo de conocimientos).
– Vocación (o sentido de servicio a sus semejantes).
– Licencia (o exclusividad en su campo de ejercicio).
– Independencia (o autonomía, tanto frente a las organizaciones como frente a los clientes).
– Autorregulación (o regulación y control ejercido por el propio colectivo profesional).

Aunque frecuentemente se exponen los rasgos de las profesiones de la forma anteriormente mostrada, o sea, como elementos o aspectos diferenciados que dan como conjunto la caracterización de las mismas, quizá la forma en que Hoyle los expone permita entender el cuadro resultante como algo más homogéneo y no como una mera yuxtaposición de características.

Este autor caracteriza a una profesión de la manera siguiente:
– Una profesión es una ocupación que realiza una función social crucial.
– El ejercicio de esta requiere un grado considerable de destreza.
– Esta destreza o habilidad se ejerce en situaciones que no son totalmente rutinarias, sino en las que hay que manejar problemas y situaciones nuevas.
– Por consiguiente, aunque el conocimiento que se adquiere a través de la experiencia es importante, este saber de receta es insuficiente para atender las demandas y los profesionales han de disponer de un cuerpo de conocimientos sistemático.
– La adquisición de este cuerpo de conocimientos y el desarrollo de habilidades específicas requiere un período prolongado de educación superior.
– Este período de educación y entrenamiento supone también un proceso de socialización de los valores profesionales.
– Estos valores tienden a centrarse en la preeminencia de los intereses de los clientes y en alguna medida se hacen explícitos en un código ético.
– Como las destrezas basadas en el conocimiento se ejercen en situaciones no rutinarias, es esencial para el profesional tener la libertad para realizar sus propios juicios respecto a la práctica apropiada. – Como la práctica profesional es tan especializada, la profesión como organización debe ser oída en la definición de la política pública relativa a su especialidad, debe tener un alto control sobre el ejercicio de las responsabilidades profesionales y un alto grado de autonomía en relación al Estado.
– La formación prolongada, la responsabilidad y su orientación al cliente están necesariamente recompensadas con un alto prestigio y un alto nivel de remuneración.

Al analizar detenidamente las caracterizaciones antes referidas de lo que es una profesión, en este estudio se llega a la conclusión de que hay una debilidad sustancial en la teoría de los rasgos latentes que hace dudar de su valor para entender la realidad social de las profesiones y su posible relación con la docencia. Y esta debilidad consiste esencialmente en el simplismo de su punto de partida, al tratar de identificar lo que es una profesión con elementos que ya han sido seleccionados a priori.

Lo que se considera que es una profesión y cómo se representa socialmente o cómo se han construido históricamente las condiciones de trabajo y las imágenes públicas respecto a las mismas, responde a una dinámica compleja que no puede quedar explicada por una colección de características.

Algunos autores han preferido evitar el término “profesionalismo”, pues en este se suele mezclar, junto con valores deseables implicados en el término, una descripción del estatus y los privilegios sociales y laborales a los que se aspira. Esta mezcla, en la pretensión de diferenciarse de otras ocupaciones y de identificarse con aquellas profesiones liberales clásicas que han gozado de un mayor reconocimiento y prestigio social, se presta a la perversión de aquellos valores, en beneficio de intereses corporativos.

En su lugar han optado por el uso del término “profesionalidad”, como modo de rescatar lo que de positivo tiene la idea de profesional en el contexto de las funciones inherentes a la ocupación de la docencia. Hoyle, por ejemplo, ha interpretado la profesionalidad como “las actitudes hacia la práctica profesional entre miembros de una ocupación y el grado de conocimiento y destreza que aportan”.

Por su parte Gimeno la define como “la expresión de la especificidad de la actuación de los profesores en la práctica, es decir, el conjunto de actuaciones, destrezas, conocimientos, actitudes y valores ligados a ellas, que constituyen lo específico de ser profesor”.

La autora Julia Añorga define profesionalidad como “la cualidad de una persona que realiza su trabajo específico con relevante capacidad para dar cumplimiento a sus objetivos, lo que se manifiesta en ejecutar las tareas con gran atención, exactitud y rapidez, sobre la base de una elevada preparación, incluyendo la experiencia”.

Se pudiera considerar entonces, en síntesis, que la profesionalidad se refiere a las cualidades de la práctica profesional de los docentes en función de lo que requiere el oficio educativo. Luego, si se pretende evaluar el desempeño de los docentes, primero hay que determinar cuáles son los requerimientos de la profesión.
Resulta necesario entonces discutir al interior de los países y en los foros apropiados, las connotaciones que tiene la idea de “profesionalización” de los docentes, pues, para algunos, existe el supuesto de que ellos no son profesionales. En todos los demás campos la profesionalidad se da por adquirida con la formación universitaria, ¿por qué entonces en el caso de los profesores esto tiene que ser distinto?



Extraído de
Estado actual de la evaluación docente en trece países de América Latina
Alejandra Schulmeyer
En Maestros en América Latina:
Nuevas Perspectivas sobre su Formación y Desempeño
Preal











miércoles, 18 de abril de 2012

Los Proyectos: Aprender a Aprender

Para algunos vivimos en una “Sociedad del conocimiento”, aunque no estoy de acuerdo con esa expresión, es innegable que estos crecen con gran rapidez, y hasta su tiempo de vida, se va acortando. Esto lleva a la pregunta ¿Cómo se genera el conocimiento? Ya no es más el fruto de un trabajo en solitario, sino producto de una interacción social. Entonces ¿Por qué no aprender de la misma manera? La siguiente propuesta se relaciona con el tema.



El aprendizaje por proyectos es una metodología integral y multidisciplinar en la que el proyecto se articula como columna vertebral de la adquisición de conocimiento. Permite a los alumnos desarrollar sus fuerzas individuales y utilizarlas para construir su propio aprendizaje. Favorece la adaptación a diferentes formas, tiempos y culturas de aprendizaje, un valor fundamental en una sociedad como la actual cada vez más intercultural, integradora y globalizada. 

Mantener hoy en día a los estudiantes, de cualquier edad y condición, comprometidos y motivados es una tarea que se convierte en el gran reto del docente independientemente de su experiencia y creatividad. Aunque como tarea compleja que es, requiere de mucho esfuerzo del docente, parece que existen algunas estrategias o metodologías que favorecen la implicación del alumnado. Como metodologías podíamos citar algunas como las experiencias basadas en el trabajo de Lonis Malaguzzi en Reggio Emilia, el método Montessori o la pedagogía Waldorf iniciada por Rudolf Steiner. Actualmente está en auge una que, aunque no es nueva, parece recobrar importancia: El aprendizaje por proyectos.

Pero, ¿en qué consiste aprender por proyectos? El método por proyectos surge de una concepción educativa en la que el niño o estudiante es el protagonista y responsable de su propio proceso de aprendizaje. Además comprende ese proceso no como competitivo sino como colaborativo. El aprendizaje por proyectos es una forma de relacionarse con el conocimiento de forma interdisciplinar y generalmente grupal. El docente, en su tarea de acompañar y guiar al niño, propone una serie de temas sobre los que elaborar el proyecto. Serán los propios alumnos los que elijan el tema sobre el que más les interesa trabajar. Una vez que cuentan con un tema establecen una estructura de trabajo y temporalización.

Durante el tiempo que dura el proyecto se trabajarán diferentes contenidos, competencias y asignaturas de forma transversal. Es por esto que los centros que trabajan por proyectos no suelen tener libros de texto “al uso” ya que los materiales que utilizan se construyen sobre el propio aprendizaje y al mismo tiempo que éste.

El propio proceso de aprendizaje genera dudas, problemas y dificultades que el alumno, con el apoyo de sus compañeros y profesor, debe aprender a resolver por sí mismo. Este tipo de metodología desarrolla muchas capacidades como la autorregulación, toma de decisiones, aprender a pensar, reflexión, colaboración, trabajo en equipo, gestión del tiempo, negociación…ya que son ellos mismos los que planean, ejecutan y evalúan sus propios proyectos.

Es innegable que todas esas capacidades son aquellas que muchos padres quisieran desarrollar en sus hijos pero con todo, el legado más importante para este tipo de aprendizaje reside en su capacidad para motivar, generar deseos de aprender, alimentar la curiosidad innata de los niños, y fomentar el propio aprendizaje y desarrollo.
Los alumnos pueden constatar y comprobar las consecuencias de sus decisiones, la efectividad de las estrategias escogidas y el resultado que le ha dado cada uno de los medios de investigación que han utilizado. Por supuesto todo el conocimiento generado mediante esta metodología es altamente extrapolable a la vida real y por tanto mucho más significativo y enriquecedor. El proyecto ofrece al estudiante la posibilidad de generar algo que tenga un valor personal o social fuera del centro educativo y el entorno escolar lo que sin duda le otorga un valor añadido a la tarea de estudiar y aprender.
Aunque es un método que implica una gran carga de trabajo para el profesorado y un mayor esfuerzo a los alumnos se ha utilizado preferentemente en Educación Infantil, aunque cada vez hay más centros de Primaria que se animan a implantarlo ya sea como forma de trabajo principal dentro del plan de estudios o como complemento o apoyo a los sistemas de aprendizaje tradicionales.

Existen ejemplos de este tipo de metodología en colegio privados, pero también son cada vez más los centros públicos y concertados que, a pesar de la dificultad que supone adaptar estos métodos a las legislaciones educativas, tímidamente pero con paso firme van haciendo sus incursiones en metodologías más innovadoras o alternativas a las tradicionales.


Fuente
Revista digital de la Universidad de Padres on line
Autora
Coti Coloma
Psicóloga y Tutora de la UP on-line


martes, 10 de abril de 2012

Participación y ciudadanía

La democracia está íntimamente ligada a la participación ciudadana ¿Puede considerarse democrática una sociedad, donde la mayoría ha abdicado de sus derechos a la participación? En este sentido ¿Qué se puede hacer desde las escuelas? El problema no respeta fronteras, y la siguiente opinión, se formula desde el punto de vista de los padres de los alumnos.




La progresiva desafección de la ciudadanía en torno a la política hace que en los estados democráticos se produzcan elevados índices de abstención. En muchas ocasiones es poco más del 50% del cuerpo electoral el que se acerca a las urnas y decide quién gobierna y qué políticas se aplican.

La democracia, el mejor para muchos y para otros el menos malo de los sistemas, no puede sustentarse sólo en el ritual ante las urnas cada cuatro años; un ritual necesario, el de elegir a nuestros representantes en las instituciones, pero no suficiente. La democracia exige, si queremos que sea viva y transformadora, la participación activa de los ciudadanos y ciudadanas en partidos políticos, asociaciones empresariales y sindicales, ONG, movimiento vecinal o federaciones de padres y madres del alumnado.

Para comenzar a transformar la actual situación se precisa formación en valores democráticos, cauces en los que la gente se sienta protagonista y pueda palpar que su acción conjunta con otras personas ayuda a modificar el estado de cosas, por ejemplo, en los colegios e institutos. Y ello exige cambios a favor de un papel más decisivo de las familias en los consejos escolares. Pero, sobre todo, precisa de una mayor implicación de éstas en la educación de sus hijos y en la vida de los centros.

Vivimos en sociedades políticamente plurales y cada vez con mayor variedad religiosa u origen étnico. Aunque se empeñen los sectores más conservadores no hay una única forma de pensamiento, ni una única moral ni un único modelo de familia. Con ello hemos de saber convivir, aprovechando sus elementos más enriquecedores y teniendo como límite el escrupuloso respeto a los derechos humanos.

En ese marco se producen crispados debates, como el de la implantación de Educación para la Ciudadanía. Un sector radicalizado de la derecha la boicotea desde el poder político de algunas comunidades, como ha ocurrido en Valencia y Madrid, mientras algunos padres impulsan la objeción a la asignatura. Se cuestiona el papel del Estado como educador sobre la base de una supuesta exclusividad familiar en la formación en valores, de raíces poco democráticas y ajena a la realidad social en la que podemos y debemos compartir valores comunes.

La sentencia del Supremo a favor de Ciudadanía -señalando que es totalmente compatible con el derecho a la libertad religiosa e ideológica que proclama la Constitución debe hacer volver las aguas a su cauce. Y posibilitar que trabajemos desde el sistema educativo por una auténtica formación en valores, desde la pluralidad a la igualdad entre hombres y mujeres, desde la defensa del medioambiente a los derechos sociales y económicos; es decir, construyendo una sociedad más justa para todos y todas.





Autor
Luis Gil Moreno
Presidente de la Federación de APAS “Galdós” (Gran Canaria)
Fuente
en/feb/mar 2009 padres y madres de alumnos y alumnas Nro 47



Posteos recomendados
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Educar en vez de reprimir
La corrupución de la imagen

lunes, 2 de abril de 2012

Hasta ahora nuevas tecnologías son objetos decorativos del aula

Sabemos que la mera posesión de una herramienta no garantiza progresos, es necesario usarla correctamente, de acuerdo con sus posibilidades y los fines por los que fue creada. La aparición de nuevas tecnologías provoca en la sociedad cambios de hábitos, y sus consecuencias son difíciles de preveer, entonces ¿Qué sucede con las NT en el aula? ¿Qué podemos hacer?



México necesita formar docentes que sepan incorporar las nuevas tecnologías de la información y la comunicación a sus clases y, con ello, evitar que estas herramientas sigan siendo instrumentos decorativos, así lo aseguraron Rosario Izaguirre y Jesús Bernardo Miranda, investigadores en educación.

Izaguirre, de la Universidad Autónoma de Sinaloa, y  Miranda, de la Universidad del Valle de México campus Hermosillo, han realizado estudios que han demostrado que casos como Enciclomedia o HDT han culminado como instrumentos decorativos, pues no han generado ningún cambio o evolución en el desarrollo de la educación mexicana.
La estructura de la clase, revisada desde una perspectiva sociocultural de interacciones sociales que suceden y acontecen en el aula, permanecen exactamente igual que antes de la entrada de la tecnología”, afirmó Bernardo Miranda.

Tras presentarse en el XI Congreso Nacional de Investigación Educativa, los académicos dijeron que la tecnología no se debe introducir en el sistema educativo basándose en una justificación de rapidez, de avance o por mera imagen.

Con el uso de las nuevas tecnologías el maestro olvidó “provocar el dinamismo comunicativo… En eso sí erró (el docente) porque no buscó las estrategias educativas dentro del empleo de la tecnología y las separa creyendo que es una parte utilitaria”, dijo Rosario Izaguirre.

Los docentes tienen que reflexionar”, aseguró Bernardo Miranda, pues en pizarrón electrónico o en una tablet “se escribe y se lee diferente… la lectura ya no es lineal, es por hipervínculos, si eso no lo formamos en los profesores será otro fracaso de inversión en tecnología que se queda en asuntos superficiales y en asuntos decorativos del aprendizaje y de la enseñanza”.

Los investigadores explicaron que en la capacitación docente está la clave para acertar en una nueva enseñanza tecnológica en el país.


Autores
ED/ Luis Manuel Mendoza y Válek Rendón
Fuente
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