lunes, 20 de septiembre de 2010

Tenemos que fortalecer la Escuela y a toda la gente que trabaja allí.

La Escuela es el LUGAR (con mayúsculas) donde los chicos muestran lo que les pasa.

Los chicos sufren y los grandes estamos llenos de incertidumbre y de miedos. Nos estamos volviendo paranoicos.
La paranoia es un estado de locura, de desorden del espíritu. Es una enfermedad que se caracteriza por sufrir delirios de persecución (delirar = desvariar).
¿Cómo rescatamos valores para disminuir los daños en nuestras vidas?.... Construyendo lazos sociales sólidos.
Esta construcción implica que la persona, hombre, mujer, chico o grande, significa «algo para alguien». Lo subjetivo y lo social se construyen juntos.
Avancemos con el tema inhibición.
Creo que estará de acuerdo, estimado lector, que la «Inmediatez» se instaló entre nosotros. Todo debe ser ya. El que no se apura pierde. El que tarda es un retardado. Para «pertenecer» hay que apurarse, hay que subirse rápido porque nos dejan abajo. Para ser (ser humano) hay que tener. Y para tener hay que consumir. Entonces corremos hacia lo que nos ordenan, seducen, manipulan y convencen que debemos tener. Es probable, que si pudiésemos detenernos a pensar un poco en lo que necesitamos, muchos de los bienes materiales que nos matamos por conseguir, no son necesarios.
La cuestión es «avivarnos» (lo opuesto a matarnos) y pensar si valen la pena los costos que pagamos para satisfacer las necesidades que nos inventaron. Darnos cuenta que el consumir nos consume.
Entonces, esta inmediatez inhibe.
Cuando nos apuran nos inhibimos. Necesitamos tiempo para procesar necesidades, para elegir, para dar respuestas, para tomar decisiones.
Uno de los valores importantes que quedó inhibido es la AUTORIDAD. Los padres y los docentes se fueron inhibiendo ante las demandas y transgresiones de sus hijos y alumnos.
Otra causa de la perversa inmediatez a la que estamos sometidos, es el uso de la medicación. Todo se medica. La medicación inhibe.
Los chicos que no atienden, los inquietos, los asustados, los que participan con preguntas que los adultos no se bancan responder. Las crisis vitales por las que los adultos transitamos, duelos por diferentes cambios, alguna sintomatología orgánica que está avisando que algo hay que cambiar en el ritmo de vida, todo... se medica todo.
No se resuelve la problemática, se la tapa con medicación para adaptarnos a lo que se nos impone.
Las personas no se deprimen de la misma manera, cada uno tiene una historia diferente, pero la droga es la misma para todos.
Los alcoholistas dicen que toman para deshinibirse. -» ¡Cómo me la levanté!»  -»¿Estabas en pedo?». «Borracho mal, no!...alegre nomás»
¿Qué tiene inhibido? ¿El miedo a encarar?...¿La alegría?...¿Cómo es estar borracho bien?..
-»Che! Encarala sobrio» -» ¡Ni loco!»
Este ejemplo de diálogo se repite a montones con los chicos bebedores. Les cuesta mucho darse cuenta (tomar consciencia) que tienen miedo, inseguridad, vergüenza.
Los sentimientos normales de inhibición ante situaciones desconocidas, como son los primeros abordajes en la sexualidad adolescente son vividos como enfermedad y la enfermedad del alcoholismo es vivida como normalidad.
En la inmediatez del encuentro, hay que medicarse rápidamente y el alcohol es lo que más se tiene a mano. Los lazos sociales son tan débiles que ya el grupo de pares, la barrita de amigos, no es contenedora. Todavía sirve para acompañarse, pero no alcanza.
No importa que duela (dicen los que se cortan o tatúan), no importa la resaca, no importa cuando alguna consigna familiar o escolar es transgredida, no importa.
Y los adultos que inhibieron su autoridad, tampoco tienen consciencia de que la autoridad contiene, la autoridad protege.



Autora

Irene Sofia Rojek

http://www.elchubut.com.ar/

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