Este maestro de Primaria ha averiguado por qué no hace falta pedirle atención a los estudiantes. La respuesta está en la neurodidactica.
“Me pone
la gente con PASIÓN”. Esta es la frase con la que Chema Lázaro se presenta en
su perfil de Twitter.
Maestro de Primaria y co-fundador de Niuco,
una empresa de servicios de formación para centros educativos basados en los
principios de la neurodidáctica, Lázaro se encuentra inmerso en esta disciplina
para llegar a entender cómo funciona el cerebro para captar la motivación y
la atención del estudiante, capacidades que tanto anhelan los propios docentes
en sus clases. Nos lo cuenta en esta entrevista.
Pregunta: Estás especializado en neurodidáctica, ¿en qué
consiste exactamente esta disciplina?
Respuesta: Hablamos de una disciplina interdisciplinar,
es decir, que bebe de otras. Principalmente del campo de las
neurociencias y el funcionamiento del cerebro en entornos de aprendizaje, de la
psicología, en gran medida modelos cognitivos conductuales, y de la pedagogía,
que es en esta parte donde yo me siento más cómodo por mi experiencia
profesional y formativa.
En mi
caso también me ayuda mucho a entenderme y a entendernos y me genera una
mentalidad llena de posibilidades, donde si quiero, con mucho trabajo, puedo
alcanzar grandes metas y eso… me fascina. También nos ayuda y mucho, una vez
que conocemos el funcionamiento de este órgano del aprendizaje, a poder
analizar nuestras variables contextuales y a partir de ahí comenzar a elegir
las mejores estrategias didácticas en función de la etapa del neurodesarrollo
en la que nos encontramos y el momento del aprendizaje donde estamos. Es decir,
no hacemos lo mismo al inicio de un tema, que en una fase de consolidación
donde el alumnado está integrando estos conocimientos en sus memorias a largo
plazo.
«La
motivación es una de las grandes damnificadas en la escuela junto con la
memoria»
P: ¿Cómo define la ‘educación bulímica’?
R: Quizás es momento, en primer lugar, de
cambiar esta expresión, aunque yo la he usado muchísimo, simplemente por el
acto de empatizar con quien la sufre. Dicha expresión viene de usar un modelo
reproductivo de conocimiento donde el fin último es expulsarlo y no alimentarse
de ese conocimiento.
Por otro
lado, los educadores tendemos a evaluar lo que vemos y eso está en áreas
corticales, en memorias semánticas y episódicas… donde habitualmente la
estrategia que hemos utilizado para estos aprendizajes ha sido la memorización
o la mecanización de la información sin tan siquiera comprender la información
que hay detrás, por eso se habla de bulimia.
Dicho
esto, si queremos que los aprendizajes se fijen mejor debemos entender que hay
que trabajar desde todas las memorias: corticales y subcorticales, emocionales,
motrices, semánticas… así ayudaremos a forjar redes sinápticas más complejas.
Pero además la pedagogía nos da muchas pistas como, por ejemplo, evaluar el
proceso y darle más peso que al resultado para que el alumnado tenga más
oportunidades tomar conciencia sobre sus procesos de aprendizaje y hacer
pequeñas prácticas evaluativas espaciadas cada vez más en el tiempo. En
resumen: desarrollar y potenciar la metacognición.
P: En su frase: “Hay que captar y secuestrar la
atención del alumnado para no tener que pedírsela nunca más”, ¿cuál es la forma
de conseguirlo?
R: Es importante entender que esta atención es un
conjunto de redes atencionales que trabajan interconectadas y que unas dependen
de las otras. Con esto hay que enfatizar que existen una serie de estrategias
fantásticas para la captación atencional como la sorpresa, el humor, el
ejercicio físico, la curiosidad, la cooperación…. Son recursos fantásticos para
aplicarlos en momentos iniciales del aprendizaje o cuando la fatiga aparece;
sin embargo para ayudar a esa otra red atencional consciente, la concentración,
encontramos otras estrategias: el silencio, los tiempos largos para emitir
respuestas, la estructuración de los contenidos, el permitir integrar la
información, los trabajos multisensoriales… Al final depende del momento del
aprendizaje en el que estamos, pero podríamos destacar que la atención se capta
y la concentración se entrena.
P: Y la motivación, ¿cómo se capta?
R: Quizás sea una de las grandes damnificadas en la
escuela junto con la memoria. Creo que está muy mal entendida: hemos mezclado
activación con motivación, Durante tiempo hemos pensado que a mayor motivación,
mejor rendimiento y esto no es así.
Lo
primero que tenemos que desarrollar para que se de una motivación en el
alumnado es darle motivos, ayudarle a fijar un objetivo identificando las
necesidades de aprendizaje de los estudiantes y, de ser factible, atenderlas y
adaptar los contenidos de la asignatura. Otra propuesta es que, en la medida de
lo posible, procurar que los estudiantes progresen a su ritmo, incrementar su
participación activa, lo que apunta a elevar la responsabilidad de éstos en su
propio aprendizaje.
También
podemos buscar un equilibrio entre la estructura de la tarea a realizar,
proporcionada por el docente, y la autonomía que espera suscitarse en el
estudiante. Otra acción sería asignar tareas sencillas en las que los
estudiantes, en equipos, deban examinar determinado material, procesarlo,
seleccionar sus segmentos clave y preparar unas presentaciones para el resto de
compañeros, es decir, contextualizar los aprendizajes. Y la última y para mi
una de las más importantes es poner el foco en las evaluaciones. Deben servir
como formas de retroalimentación. Esto implica brindar información de carácter
cualitativo en torno a lo que el alumno debe mejorar, superar o
perfeccionar.
Como
conclusión: el docente debe desarrollar un propósito en ellos, fomentar su
autonomía y su maestría y nunca olvidar fomentar y desarrollar climas
socioemocionales sanos en el aula.
«Existen
una serie de estrategias para la captación atencional: la sorpresa, el humor,
el ejercicio físico, la curiosidad, la cooperación…»
P: ¿Hasta qué punto determina el entorno o la familia
la capacidad de atención y motivación del alumnado?
R: El otro día leía un tweet de Francisco Mora que
decía lo siguiente: “El Genoma (los genes, la herencia) cuenta un 25%. El
ambioma (la cultura en que se vive) un 75%. Y ya no hay discusión en esta
materia. Lo que vas siendo, lo que vas logrando y lo que vas sufriendo es
producido en su gran mayoría por los estilos de vida que hayas adoptado”.
Poco más
se puede decir al respecto, tan sólo buscar silencio y pensar en lo que estamos
haciendo. Las familias tenemos un peso increíble en el desarrollo de nuestros hijos
e hijas: desde la alimentación, el acceso a la cultura elaborada, la oferta de
ocio, el contacto con la naturaleza, los mensajes que les brindamos y van
ayudando a forjar su personalidad… Así que sí, determinamos hasta en un 75% lo
que son. Ahí es nada.
P: ¿Qué tres consejos prácticos daría a un docente
para motivar a sus alumnos?
R: Le diría que leyese la teoría de la
autodeterminación de Edward L. Deci y Richard M. Ryan y se plantee el reto de
cómo aplicarla. Ahora le doy unas pistas a modo de palabras: paisaje, juego y
personalización.
P: ¿Qué le sugieren estas tres palabras? Neurona,
sorpresa y docente
R: Neurona me sugiere cambio, oportunidad, eliminación
de etiquetas, posibilidades, un folio en blanco donde hay mucho escrito pero
casi todo está por escribir. También me sugiere red, personas, alegría,
repetición…
La
palabra sorpresa me sugiere emoción, un estado en el que me gusta vivir, donde
disfruto sorprendiéndome viendo todo lo que queda por hacer y saber y lo poco
que sé de ello. Es un puente, una pasarela, una oportunidad; una emoción que
nunca deberíamos perder, que nos conecta con nuestro yo y nos brinda un montón
de oportunidades, donde todavía las cosas son posibles.
Lo
primero que siento hacia un docente es admiración, esperanza, lucha y utopía.
Creo que de un tiempo a esta parte se ha intentado simplificar al máximo una de
las profesiones más complejas y que más variables maneja en tiempo real, por
ello siento ‘naje’, ese orgullo ajeno por el trabajo de otro, por sus ganas y
su pasión que a otros nos inspira y nos ayuda a retarnos y superarnos cada día.
Siento que también son incansables, tenaces, empáticos, críticos, soñadores… Yo
dejo cada día lo que más quiero en sus manos, así que sólo tengo palabras de
agradecimiento para la labor que hacen con mis hijos, que les ayudan a ser
mejores personas, más justas y libres para que se desarrollen y construyan ese
ideal del mundo que perseguimos desde los diferentes espacios educativos.
Por
Laura Román
Fuente
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