¿Qué es lo que más te cuesta en tu día a día en
esta cuarentena? Es natural estar estresados ante una situación compleja que
nos afecta a todos y en tantos frentes, sentir angustia, preocupación,
incertidumbre. Pero, el aumento global de la violencia intrafamiliar, la
predicción de un “tsunami” de enfermedades mentales, suicidios de niños de
primaria por la tarea, y otros lamentables indicadores, nos hacen preguntarnos:
¿podríamos lidiar mejor con lo que nos sucede?
La crisis trae a la luz la precariedad de una
educación socioemocional no sólo en los niños y jóvenes, sino en los adultos
responsables de proveerles un ambiente seguro en casa y en la sociedad; ha
evidenciado ciertas problemáticas que ya nos aquejaban, relacionadas con
nuestro estado mental.
Vivimos en un mundo distraído. Un experimento
científico de alto impacto encontró que pasamos 47% del tiempo distraídos:
con el cuerpo en un lugar y la mente en otra. El aumento en los problemas de
déficit e hiperactividad de la atención es notorio entre niños y jóvenes.
Definitivamente podríamos mejorar para no perdernos la vida casi la mitad del
tiempo.
Estamos cada vez más conectados, pero no quiere
decir que tengamos relaciones cercanas: la soledad es prevalente y causa más
muertes que la obesidad. La violencia es indicativa, además de muchos
problemas estructurales y sociales, de una falta fundamental de empatía y
compasión.
Mentalmente, millones de personas sufren por la
presencia de pensamientos destructivos: la angustia y la depresión van en
aumento, 56% de los adolescentes en México experimentan tristeza y
desgraciadamente ha crecido el índice de suicidios en el país.
Se ha perdido para muchos el propósito de vivir:
quienes no tienen una meta clara que le de sentido a su vida, tienen más
probabilidad de morir a los 60 años que otros coetáneos quienes encuentran
sentido a lo que hacen.
Estas problemáticas no son por lo tanto meras
experiencias subjetivas: afectan nuestra salud y nuestras relaciones. Afectan
también a la sociedad que conformamos.
El panorama puede parecer sombrío, pero tenemos
suficiente conocimiento científico para entender que estas problemáticas son
solubles: el bienestar es una habilidad que se puede desarrollar. Nuestro
cerebro cambia toda la vida en respuesta a las experiencias, pensamientos y
emociones que vamos teniendo. La gran noticia es que no somos totalmente
dependientes de lo que nos sucede: podemos incidir en cómo nos relacionamos con
el mundo, podemos tomar un papel más activo en nuestras maneras de pensar,
sentir y actuar.
Aunque solemos pensar que la vida nos sucede, la
ciencia señala que podemos transformar y mejorar aspectos de nuestro cerebro y
mente y así mejorar nuestra relación con nosotros mismos y el mundo, nuestra vida
y sociedad. Cuatro de estos aspectos son los llamados ABCD–pilares de
una mente sana y con bienestar: Atención, Bondad, Claridad y Dirección.
Primero, la A de atención. Cuando la
mente está agitada y distraída, es difícil hacer cualquier cosa. Se complica
leer una página o atender una conversación. Estar agitados nos resta libertad
para elegir pues nos pone en un estado muy reactivo. Sin embargo, podemos
aprender a estar presentes y calmos y con eso recuperar nuestra vida y el
espacio para decidir cómo actuar en vez de reaccionar.
La B es de bondad y se refiere a
generar relaciones más sanas y armoniosas, basadas en la empatía, el aprecio,
la gratitud, la generosidad y la compasión. En vez de sentirnos aislados, en un
mundo hostil y carente, podemos pasar de estar excesivamente centrados en
nosotros mismos a extendernos hacia los demás, identificar y valorar nuestras
similitudes mientras apreciamos las diferencias y buscamos un bienestar común.
Podemos traer a nuestra mente la C de claridad.
Identificar los pensamientos que nos generan problemas y distorsionan lo que
pensamos de nosotros mismos y del mundo y aprender a ver las cosas en su justa
medida. En vez de tener un dialogo interior destructivo, poco claro y exagerado
que nos llena de preocupaciones, emociones y conductas conflictivas, podemos
generar una relación sana con nuestra mente y una relación realista con el mundo
como es, no como interpretamos que es.
Finalmente, viene la D, podemos generar un profundo
sentido de dirección al encontrar e internalizar propósitos y
valores que le den significado a la vida. ¿Puedes imaginar tener una brújula
interna que te guíe y convierta aún los actos mas nimios, como lavar los
trastes, en algo valioso y trascendente? Y más allá, que te sostenga y le de
sentido aún a las crisis y conflictos más difíciles.
¿Alguna vez has entrenado tu mente? El cerebro es
maleable, eso quiere decir que cambia toda la vida con base en las experiencias
a las que lo sujetamos. A eso se le llama neuroplasticidad. Con tan solo siete
horas de un entrenamiento específico, por ejemplo, en bondad, vemos cambios en
el cerebro. Esto nos comprueba que podemos cambiar, pero tenemos que educarnos
para hacer de estos cambios algo duradero. Las neurociencias, las ciencias
cognitivas y la psicología nos enseñan que, fortaleciendo los ABCD, podemos
transformar nuestros patrones mentales y emocionales. Estos cuatro aspectos son
fundamentales para el bienestar y también facilitan el desarrollo de otras
habilidades, las socioemocionales.
Es imprescindible que cada individuo tenga
herramientas internas para gestionar sus emociones, construir mejores
relaciones, tomar mejores decisiones y sostener una inclinación prosocial que
atienda la realidad de nuestra interconexión. Es un imperativo social y de
salud mental para México y el mundo: es nuestra responsabilidad y nuestro
potencial. Más que nunca la educación debe integrar estas habilidades en las
aulas virtuales y presenciales, pues desatender nuestra salud mental y
emocional y dejar en segundo plano la labor fundamental de generar relaciones
humanas saludables y fraternas que cuiden el bienestar de todos, tiene un costo
insostenible para uno y para todos.
Fuente:
http://www.educacionfutura.org/los-abcd-del-bienestar-y-la-importancia-de-la-educacion-socioemocional/
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