Con experiencia
como docente online, Alba Pérez Campillos, profesora interina en el CIFP
Escuela de Educadores y Educadoras de Pamplona, propone incorporar cuatro
elementos a las clases virtuales para mejorar el proceso de
enseñanza-aprendizaje y mantener al alumnado motivado durante la época de
estudio desde los hogares.
Son muchos los
avances realizados en el campo de la neurociencia que
nos aportan una valiosa información sobre cómo funciona el cerebro y cómo
podemos mejorar y potenciar el proceso de enseñanza y aprendizaje en nuestra
práctica profesional.
No olvidamos que
las relaciones interpersonales y las emociones son
aspectos clave en este proceso, pero mientras no volvamos a las aulas, ¿por qué
no incorporar nuevos elementos, ahora que inevitablemente hemos de adaptarnos a
otro tipo de enseñanza?
Cuatro claves
Con este objetivo
en mente, cito a continuación cuatro aspectos que, desde mi experiencia como
profesora online, puede ser interesante incorporar en las nuevas adaptaciones
de nuestra programación.
1. Acercarnos a la realidad y a los intereses del alumnado
Se trata de
aprovechar aquello que interese al alumnado e incluirlo en el proceso de
aprendizaje, persiguiendo que se identifique y se emocione con ello. Ya
conocemos el papel que juega la emoción en el proceso de aprendizaje,
tengámoslo en cuenta ahora también.
Además, es
necesario que el alumnado sea consciente de la aplicabilidad de lo aprendido;
para ello, podemos añadir toques de realidad a las actividades planteadas,
conectándolas a la situación actual.
A modo de ejemplo,
los alumnos del Ciclo Formativo de Grado Superior en Educación Infantil del
grupo donde imparto clases, están ahora elaborando campañas de salud ‘caseras’
(aprovechando las aplicaciones gratuitas de diseño y edición de vídeos) que van
dirigidas a niños. En ellas comparten consejos sobre cómo reducir al máximo el
riesgo de contagio ahora que ya pueden salir a la calle. En este caso, sus
productos se emitirán en Navarra TV, lo que ha aportado un extra de motivación
al grupo.
2. Visión lúdica de la enseñanza
Las metodologías de
aprendizaje mediante el juego tienen efectos muy positivos, puesto que el juego
despierta la curiosidad y permite descubrir y practicar nuevas habilidades
útiles, además de aumentar la autoestima, la motivación para aprender y las
relaciones interpersonales. Pero, ¿puede ser lúdico el aprendizaje online?
Hay muchas y
variadas formas de incluir el juego en la enseñanza. Desde pequeñas píldoras
como serían concursos online (tipo Kahoot o Quizziz)
hasta juegos adaptados (un Trivial con preguntas sobre la materia), retos o
misiones en los que se trabajen las competencias de la etapa educativa o,
incluso, juegos reales sin modificación alguna. Hay muchísimos ejemplos que
seguro pueden adaptarse a la realidad de cada grupo.
3. El error como parte del aprendizaje
Quizá no ha habido
un mejor momento que ahora para convencernos de que el error es parte del
proceso de aprendizaje. El error no penaliza, no separa; al contrario, es parte
inherente al propio proceso, una herramienta que abre puertas a nuevos
aprendizajes.
¿Cómo evaluamos
entonces? La evaluación formativa es aquí nuestro mayor aliado. Podemos
centrarnos en qué aspectos se pueden mejorar y no en calificar o en resaltar
aquello que está ‘mal’. Algunas de las herramientas que se pueden utilizar
son: diarios de aprendizaje, rúbricas de auto y coevaluación, pequeñas preguntas al finalizar actividades, sesiones o bloques de
contenidos (¿qué he aprendido?, ¿en qué aspecto necesito ayuda?, ¿qué cuestión
no me ha quedado clara?, ¿qué me ha sorprendido?, etc.) y muchísimos recursos
más.
4. Creatividad.
Hablamos de una de
las competencias más útiles para el desarrollo profesional y personal a lo
largo de la vida. Casi cualquier actividad puede desarrollarse de un modo
creativo. Desde mi experiencia, puede ser útil presentar las tareas a modo de
retos para el alumnado: tenemos este problema, ¿cómo lo resolvemos? No se
aportan soluciones a ‘copiar’ o instrucciones a seguir, sino que la solución se
debe crear y es, inevitablemente, única.
Por otro lado, se
pueden plantear pequeñas actividades que trabajen la creatividad para despertar
la curiosidad del alumnado. Un buen ejemplo sería sorprender a los estudiantes
con acertijos relacionados con el pensamiento divergente o sobre los propios
conocimientos de cada materia.
Estos cuatro
ejemplos me están ayudando a mantener la motivación de los alumnos en esta
última etapa del curso, en la que probablemente más necesitamos sentirnos parte
de ese grupo de clase que el coronavirus nos ha robado.
EDUCACIÓN 3.0
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