Podemos preguntarnos por qué en los discursos
“progresistas” tiende a usarse el término “pibes” en vez de “alumnos”.
Etimológicamente “alumno” proviene del latín “alimentar”. Alumnus, persona criada por otra’, derivado de un
antiguo participio de alere ‘alimentar’ (nada que ver con “sin
luz”, es un error frecuente). Dice Estanislao Antelo[1]
que el término alumno es un artificio, él usa “pibes”: Ahora no hay alumnos, hay “pibes”. “…
no es lo mismo enseñarle a un alumno que a un pibe. Un alumno es un artificio,
alguien al que se le supone una ignorancia y una capacidad de aprender. Alguien
cuya identidad está en segundo plano.”
Obvio,
todo lo humano es artificio, no existe naturaleza pura, pero Antelo hace una
crítica a lo que él considera “artificio”, empero dicho alumno, a pesar de él,
sigue estando en la escuela.
Me
parece que hay una negación implícita de lo escolar, el alumno es propio de la
escuela; el pibe es un modismo rioplatense, implica un tratamiento afectuoso
más allá de lo escolar[2]. El
“alumno” tendría que ser “protegido afectuosamente”, ¿de quién?, ¿del maestro?,
¿de la escuela?
Si el alumno se convierte en pibe, es
porque debiera trascender la escuela, como si ser alumno fuera una especie de
jaula de hierro, sin poder, dentro de otro tipo de escolaridad, asumir una
función más humanizadora, dentro de una concepción liberadora de escuela y de
maestro. Si son PIBES, ya no hay MAESTROS, dentro de la línea del
“facilitador”. Valga aclarar que, aunque se pretenda convertir al maestro en
mero facilitador negándoselo como modelo[3],
siempre habrán diferentes tipos de modelos que lo reemplacen, y que en la
actualidad se identifican con los que circulan en el mercado. Ello bajo el
falso ideológico pretexto de que la escuela es del siglo XIX, los maestros del
siglo XX y los alumnos del siglo XXI; afirmación tal es falsa por cuanto la
interpretación es meramente tecnócrata, y no desde los proyectos políticos
implicados. Ciertamente, en el siglo XXI los cambios tecnológicos condicionan
materialmente la circulación del capital ficticio o
financiero/especulativo/parasitario, empero su comprensión requiere ser
relativa al proyecto político implicado. Desde aquí, diferimos de Bauman.
Zygmunt Bauman, con su noción de
“modernidad líquida”, involucra socialmente nada más que al campo de circulación
de las actuales tecnologías de la información y la comunicación, sin embargo, si
consideramos lo que él denomina “modernidad sólida”, es desde ésta la que debe
comprenderse a la mayor parte de la humanidad, en cuanto se involucra dentro de
una pobreza estructural.
Entre tanto, el sujeto escolar sigue,
valga la redundancia, estando en la escuela, por más que verbalmente se lo
denomine “pibe”, continúa siendo “alumno”. Por ende, la cuestión radica en cómo
sea “alumno”, que no se resume en una peripecia “verbal”.
El apelativo “pibe” es propio de los
porteños, en otros lugares de Argentina hay modismos diferentes, sea por
ejemplo “gurises”, “changos”[4].
Por ende, en esta oportunidad el centralismo porteño hasta en el discurso
coloniza.
Otro interrogante es para qué el
alumno sigue siendo alumno, para qué la escuela sigue siendo escuela. ¿Cuál es
el sentido del alumno, del maestro y de la escuela? Es que el alumno no existe,
no existe el maestro ni la escuela. Hay multiplicidad de alumnos, de maestros y
de escuelas, según los contextos histórico-presentes, sociales, culturales,
políticos y económicos, aunque, y he aquí un serio problema, las normativas sigan
permaneciendo las mismas, como si hubiera un solo tipo de alumno, un solo tipo
de maestro y un solo tipo de escuela. Así, ¿debe ser la misma finalidad aquella
que implica a la gran cantidad de desplazados-excluidos en el mundo que la
finalidad de quienes participan de los beneficios de la inclusión, en mayor o
en menor medida? ¿Vale acaso la
consideración de alumnos que, mientras se encuentran sumidos en la pobreza con
serias dificultades para la mera sobrevivencia, apunten a las competencias de
un futuro que no les caerá cual maná del cielo?
El Foro Económico Mundial de Davos (2016) “popularizó”, sin justificar
fehacientemente la información, que “el 65% de los niños trabajará en empleos
que aún no existen”[5].[6]
Ejemplificando, ¿debe ser la misma
finalidad para quien es tarefero en condiciones de pobreza/explotación infantil
que para quien es hijo de un acaudalado empresario/político? ¿Deben ser los
saberes a aprender del niño/tarefero “iguales” a los del niño/del acaudalado?
¿Deben ser los saberes a aprender del niño/del acaudalado “iguales” a los del
niño/tarefero?[7] ¿Es
este último el que, si es que egresa de la escuela primaria, debiera aprender
las competencias del siglo XXI?, ¿o más bien debiera alfabetizarse, aprendiendo
a leer y escribir, crítica-creativa-dialogalmente, desde sus propias
condiciones de vida? En el decir de Paulo Freire, pronunciar su propia palabra.
Ya en el siglo XIX, con mucha ironía,
criticando a la igualdad o al “derecho igual”, Carlos Marx nos decía: “¿Se cree
/que/ en la sociedad actual… la educación puede ser igual para todas las
clases? ¿O lo que se exige es que también las clases altas sean obligadas por
la fuerza a conformarse con la modesta educación que da la escuela pública, la
única compatible con la situación económica, no sólo del obrero asalariado,
sino también del campesino?”[8]
Concluyendo, digamos con el mismo
Freire[9]:
“Para
dominar, el dominador no tiene otro camino sino negar a las masas populares la
praxis verdadera. Negarles el derecho a decir su palabra. Las masas populares
no deben ‘admirar’ al mundo auténticamente; no pueden denunciarlo,
cuestionarlo, transformarlo para lograr su humanización, sino adaptarse a la
realidad que sirve al dominador.”
Autor
Miguel Andrés Brenner
Facultad de Filosofía y Letras
Buenos Aires, Argentina
Enero de 2020
[3] Modelo, según el Diccionario de la Real Academia
Española, entre una de sus acepciones, significa arquetipo o punto de referencia para imitarlo o
reproducirlo. Aquí se presentan críticas, al respecto, porque en nuestros días
se niega la concepción de la educación tradicional en la que el alumno debiera
aprender a ser mera “copia” del maestro, pues el alumno como “mera copia”
subsume el presente al pasado. Pero, valga considerar que una multiplicidad de
modelos (económicos, culturales, psicológicos, etc.) circulan en la actualidad,
con fuerte pregnancia de los intereses del mercado; y dicha circulación aún
bajo los criterios de la salud y/o la enfermedad. Tanto la escuela como sus
maestros asumen la función modélica, aunque se la niegue, por ende, el
reconocerla críticamente implica la posibilidad de una no simple subsunción o
rechazo, más allá de la palabra dialógica y transformadora a la vez.
[4] Chino o pelado para
decir niño en Colombia, que en Argentina es un chico y puede ser un pibe, un
chavo en México, un gurí o botija en Uruguay, un mitaí en Paraguay, un chamito
o carajito en Venezuela, un patojo en Guatemala y en Honduras, un crío o chaval
en España. Chibolo se dice al niño en Perú, bicho en la Republica del
Salvador, güila en Costa Rica, cabrito en Chile, chamaco o fiñe en Cuba. https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/10/150911_hay_festival_diccionario_iberoamericano_ch;
https://www.huffingtonpost.es/entry/palabras-latinoamericanas-que-deberias-conocer-si-hablas-espanol_es_5c8a6fa5e4b0866ea24c4789;
https://elcomercio.pe/vamos/mundo/diccionario-entender-palabras-latinoamerica-388428-noticia/;
https://brainly.lat/tarea/4468451
(todos los links, consulta: 17/01/2020)
[6] https://www.glocalthinking.com/futuro-del-trabajo-y-automatizacion-ultimas-tendencias
(consulta: 18/01/2020)
[7] Tarefero es un término utilizado en la Provincia de
Misiones, al noreste de la República Argentina (en cuyo norte se encuentra el
polo turístico patrimonio universal de la humanidad Cataratas del Iguazú) para
designar a una persona que cosecha “con sus manos” la yerba mate, valiéndose de
una tijera. Según un relevamiento realizado en 2010 por la Universidad Nacional
de Misiones, de 7.000 tareferos entrevistados, el 50 por ciento manifestó que
se había iniciado en el trabajo antes de los 14 años; es frecuente que entre
los 4 y 5 años de edad. Los tareferos son invisibles, al chico que está en el
yerbal no lo ve nadie, ni el sistema.
https://www.elterritorio.com.ar/un-nino-que-trabaja-esta-condenado-a-la-pobreza-37760-et (consulta:
17/01/2020)
[8] Marx, Carlos. “Crítica al Programa
de Gotha.” http://190.186.233.212/filebiblioteca/Ciencias%20Sociales/Karl%20Marx%20-%20Critica%20del%20programa%20de%20Gotha.pdf (consulta: 17/01/2020)
[9] Freire, Paulo (1970: 112-113). “Pedagogía del oprimido.” Montevideo,
Uruguay. Ediciones Tierra Nueva. La primera publicación es del año 1968.
No hay comentarios:
Publicar un comentario