Pertenezco a una generación que tuvo que empezar a usar el computador
como herramienta de trabajo para calcular, antes que como reemplazo de la
máquina de escribir.
Para quienes estudiamos la carrera de Matemáticas, antes de la
masificación de las herramientas informáticas, el acceso y la adaptación al
computador fueron enormes retos, pues con él se superaba al fin esa dificultad
que servía de excusa para no tener que completar la solución a los problemas
realizando los aburridos cálculos que siempre se dejaban planteados con algo de
desprecio por ese trabajo mecánico final. También, porque a partir de esta
nueva y poderosa máquina calculadora, la aproximación numérica, como respuesta
a muchos problemas sin solución exacta, que no pueden resolverse con
herramientas exclusivas del análisis matemático, se convertía en una importante
nueva alternativa.
Esta herramienta nos cambió las preguntas cuando creíamos que sabíamos todas
las respuestas. Para los matemáticos se volvió importante ya no sólo la
demostración del teorema, sino también el método y la implementación de muchas
de las tareas frecuentes del cálculo diferencial e integral, las ecuaciones
diferenciales o el álgebra matricial. Asimismo se acentuó el interés por el
balance entre la precisión y la velocidad del cálculo.
Mucho antes de la aparición de la internet, el computador se metió poco
a poco en las empresas y en los hogares, y con el tiempo dejó de ser de uso exclusivo
para tareas de cómputo, hasta convertirse en herramienta imprescindible para
prácticamente todas las actividades.
Fui uno de los primeros profesores de matemáticas que se maravillaron
con ese fantástico y enorme computador IBM 360 que despertaba nuestra
curiosidad por comprender la aritmética de máquina y el manejo automático del
redondeo con 11 cifras de precisión. Fui también uno de los primeros docentes
que para sus clases hicieron uso de la recién adecuada sala de cómputo del
Departamento de Matemáticas y Estadística de la Universidad Nacional, con un
solo computador que ocupaba buena parte del espacio y 20 pantallas disponibles
para los estudiantes.
Mi primer computador “casero”, como se llamó inicialmente al computador
personal, fue un TRS-80 Radio Shack modelo 2, de 16 K de memoria. Funcionaba
con lenguaje Basic y venía provisto de una grabadora para poder guardar los
trabajos en los casetes de música. Por aquella época (1982) tuve que ahorrar
muchísimo para adquirirlo, si se tiene en cuenta que ganaba unos $24.000
mensuales y el computador costó $80.000. No era común tener computador en casa
y recibía frecuentemente visitas que sólo querían conocer el computador.
Aquel primer aparato no tenía mouse y su pantalla en
blanco y negro ofrecía 64 caracteres por fila y 16 líneas para trabajar.
Recuerdo que si al escribir se cometía un error, por ejemplo, escribir con la
letra c una palabra que debía llevar la s, para corregirlo había que dar la
instrucción de ir a la línea X y reemplazar en la columna Y la c por la s.
Después vinieron el Commodore 64 y el Amiga 500, de extraordinarios
avances con la inclusión de disquetes para almacenar información hasta de 360
KB. En Alemania fue muy popular y económico el computador Atari 65, con
disquetera de 3.5 para almacenar hasta 1.44 megas de información, pero carente
de disco duro.
Hay que decir que la ausencia de discos duros en los computadores
obligaba al desarrollo de algoritmos de gran eficiencia y economía. La memoria
era un bien muy apetecido a la hora de programar. Recuerdo, por ejemplo, el
gran esfuerzo que hacíamos para que los resultados parciales de procesos
iterativos pudieran almacenarse en un disquete 3.5 que habría de usarse luego
con esos datos, como si fueran iniciales, en las siguientes iteraciones.
De la misma forma, quienes usábamos el computador principalmente para
hacer cálculos teníamos que aprender diversos lenguajes de programación que
eran, como hoy, herramientas indispensables: Cobol, Algol, Pascal, Modula 2,
Fortran 77, C, entre otros.
El lenguaje Fortran, por ejemplo, preferido por los físicos, era
fantástico, pues incluía la aritmética de números complejos, y el Pascal, mi
favorito, permitía una programación ordenada de rutinas y funciones que se
podían usar en diversos programas.
Las limitaciones iniciales que tenían los computadores y la necesidad de
mejorar la rapidez de convergencia de las soluciones han contribuido al
desarrollo de métodos matemáticos que se han implementado con algoritmos
eficientes que hoy son de uso común y universal. Naturalmente, aun cuando
actualmente se dispone de mucha memoria y procesadores muy rápidos, hay
infinidad de problemas que requieren de nuestro ingenio para que las máquinas
puedan ayudarnos. A manera de ejemplo, si intentásemos calcular por el método
directo tradicional el determinante de una matriz —no singular— de 20×20 con un
computador tipo Cray 2, capaz de realizar mil millones de operaciones
aritméticas por segundo, se necesitaría de un poco más de 77 años para obtener
la respuesta.
Mediante el método de factorización LR, propuesto por Gauss hace cerca
de 200 años, el resultado puede obtenerse en tan sólo un segundo con ese mismo
computador. En esa magnitud es que puede optimizarse un cálculo gracias al
mejoramiento del método para calcular.
Con lo anterior espero reflejar la inmensa satisfacción que siento de
poder celebrar la apertura en la Universidad Nacional, patrimonio de todos los
colombianos, del primer programa de Ciencias de la Computación.
La generación que ingresa el próximo semestre a esta carrera, la primera
abierta en 50 años en la Facultad de Ciencias en Bogotá, ya no tendrá que
lidiar con todas las limitaciones de antes, pero deberá responder a los retos
de los cambios tecnológicos que plantea el mundo contemporáneo para incorporarlos
en las abundantes aplicaciones de las matemáticas computacionales.
Cada sociedad y cada tiempo traen su propio reto, y nuestro propósito
como profesores es formar a las personas que puedan responder a los permanentes
desafíos de la innovación.
Fuente: https://www.elespectador.com/opinion/el-computador-en-nuestra-vida-columna-721494
Por
Rector de la Universidad Nacional de Colombia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario