“Había una gran dicotomía, ¿qué era peor?, promover a un estudiante que
no lo merecía, o propiciar que muchos jóvenes salieran del sistema regular de
educación con la posibilidad real de engrosar las filas de quienes no estudiaban
ni trabajaban”.
Hace varios meses escribí sobre algunas palabras con sufijo ismo que
enferman la palabra y la acción, entonces tenía en la lista la del
promocionismo y varios lectores me pidieron que lo abordara. El promocionismo
adopta varias caras, aunque en este artículo me centraré en una de las más
conocidas, la referida al pase de grado de los estudiantes como meta, no como
consecuencia de haber demostrado el dominio de los contenidos y las habilidades
mínimas inherentes.
Intentaré describir un marco teórico elemental que nos ayude a enfocar
el tema para debatir y aprender.
La palabra promoción tiene varias acepciones:
·
Promoción 1/ Acción de promover. 2/ Conjunto de individuos que han
obtenido un grado o empleo al mismo tiempo.
·
Promover 1/ Crear y fomentar alguna cosa. 2/ Elevar a alguien a un
empleo o dignidad.
Se entiende por Promoción, la situación final del proceso de aprendizaje
cursado por el estudiante, en el año lectivo correspondiente y que puede
arrojar como resultado que el alumno repita o pase de curso.
Es muy difundido el concepto de promoción asociado a la mercadotecnia.
Por ejemplo: “Campaña publicitaria que se hace de un determinado
producto o servicio durante un tiempo limitado mediante una oferta atractiva”.
Otro ejemplo, cuando alguien dice: “La promoción de ese producto fue
excelente y ahora se está vendiendo mucho más que antes”.
También es muy usado para denotar la designación a un cargo de mayor
jerarquía. Por ejemplo: “A Betina lo promovieron a Directora General del Grupo
Empresarial INNOMAX”.
A los efectos de este artículo la promoción es entendida como el avance
de estadios en un programa curricular determinado, tanto en la enseñanza
general (primaria, secundaria y preuniversitaria) hasta la universitaria; así
como en la de postgrado en su sentido más abarcador.
La promoción de los estudiantes está ligada con el de la evaluación y el
modelo docente educativo.
Entonces el promocionismo lo interpreto como el predominio de la
decisión de promover sin que se hayan vencido los requisitos mínimos acordados.
Saltaré la enseñanza primaria, ya que nunca tuve la oportunidad de
ejercerla, a no ser en el rol lego de padre cuando mi hijo transitó por ella.
La enseñanza secundaria y preuniversitaria si la viví intensamente como
profesor y dirigente, por más de 10 años en la Escuela Vocacional Lenin, y en
otras responsabilidades asignadas por el MINED y por el Comité Nacional de la
UJC del que fui miembro desde 1972 hasta 1982.
Es posible que muchos de ustedes recuerden aquella batalla por alcanzar
el 100 por ciento de promoción en las escuelas secundarias y en el
preuniversitario. Se generó una emulación en que el indicador principal era el
por ciento de promoción.
La evaluación del profesor estaba directamente vinculada a la promoción
de sus alumnos. Esto generó algunos males, afortunadamente detectados y
combatidos con energía y eficacia como el fraude en sus diversas
manifestaciones. Fraude al permitir que los alumnos se fijaran de sus
compañeros, o que llevaran anotaciones (los llamados chivos) a los
exámenes; fraudes de los profesores al repasar el día antes de la prueba un
texto muy similar al que pondría, o de calificar como aprobado a un alumno que
no lo merecía, o la filtración de la prueba elaborada centralmente.
En varias ocasiones discutimos estos problemas en reuniones de órganos
colectivos de dirección de la UJC en diferentes instancias (municipio,
provincia y nación). Muchos nos cuestionábamos aquellos 100 por ciento de
promoción generalizados. Recientemente en ocasión de la velada solemne en la Plaza
de la Revolución en que rendimos homenaje póstumo a nuestro Comandante en Jefe,
coincidí con un querido y destacado dirigente juvenil y luego del PCC en La
Habana (Orestes Gispert) y rememorando aquellos tiempos supe de sus discusiones
a muy alto nivel sobre este asunto del promocionismo.
En 1979 en una reunión del Comité Nacional de la UJC presidida por
Fidel, se trató el asunto y tuve la oportunidad de expresar mis criterios.
Había una gran dicotomía, ¿qué era peor?, promover a un estudiante que
no lo merecía, o propiciar que muchos jóvenes salieran del sistema regular de
educación con la posibilidad real de engrosar las filas de quienes no
estudiaban ni trabajaban y serían caldo de cultivo para la delincuencia
juvenil.
Recordemos que se había producido una explosión en la matrícula de
secundaria básica y faltaban maestros, lo que originó el surgimiento del
Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, al que le rindo mi homenaje
desde este espacio. Conocí y tuve el honor de contribuir a la educación de
decenas de magníficos jóvenes que dieron el paso al frente al llamado de Fidel.
En los tiempos que corren el conflicto de la promoción docente se
repite, pero como nadie se baña dos veces en el mismo río, las aguas son
diferentes. Faltan maestros y algunos tienen una preparación deficiente. En
algunas asignaturas se concede el aprobado sin haberla cursado, ya que no han
tenido profesor como en el caso de idioma inglés. Tales decisiones son
discutibles. Ya el MES adoptó una decisión a mi juicio sensata, aunque también
discutible: que el aprendizaje del idioma sea una tarea del alumno y que en el
momento requerido demuestre su dominio para alcanzar la promoción o titulación
correspondiente.
Como en los tiempos en que Fidel hizo público el problema del fraude,
durante su discurso en la inauguración de la Escuela Vocacional Federico Engels
de Pinar del Río, hemos sido testigos de nuevas batallas sobre ese flagelo de
la moral estudiantil y profesoral en los años recientes.
En el caso de la Universidad y en la enseñanza tecnológica, en que el
graduado debe ir a ejercer la profesión estudiada, el promocionismo puede tener
consecuencias muy graves cuando está en juego la vida de una persona o la
seguridad de una construcción por citar dos ejemplos notables.
En estos casos se debe ser muy riguroso en la entrega del diploma que
acredita la culminación de los estudios en los respectivos niveles.
También resulta de gran importancia la promoción en la educación de
postgrado, principalmente en aquellas acciones que culminan en un diplomado,
maestría, especialidad o doctorado.
Un asunto que debemos profundizar es el relativo a la cantidad creciente
de egresados universitarios que promueven en la educación postgraduada y la
solución efectiva y duradera de los problemas que enfrentan.
Sería interesante y espero que útil analizar los resultados diferidos en
un tiempo prudencial. De esta manera estaríamos evitando que el promocionismo
ataque a la educación de postgrado, cuyo principal objetivo ha de ser poner los
conocimientos, habilidades y valores en función del desarrollo sostenible de
nuestra sociedad, a la vez que propicie una vida plena en lo material y lo
espiritual de cada trabajador.
Vale recordar la tríada del buen hacer: “Para hacer bien las cosas hay
que saber, poder y querer hacer bien las cosas”.
El tema de la evaluación daría para un nuevo artículo, es algo en lo que
considero debemos realizar una reingeniería consecuente en casi todos los
niveles educacionales. Debemos concebir y aplicar un sistema evaluativo que viva
de la filosofía de enseñar para que el educando aprenda y aplique, y no
principalmente para que apruebe un examen.
Estoy consciente que hay varias aristas no abordadas, pero en aras de la
brevedad y teniendo la certeza que ustedes como de costumbre enriquecerán mi
análisis, aquí termino por ahora.
Por: Néstor del Prado
Director de formación y difusión del
conocimiento de GECYT (Empresa de Gestión del conocimiento y la Tecnología).
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