miércoles, 30 de agosto de 2017

El promocionismo: Sus caras y sus tiempos

“Había una gran dicotomía, ¿qué era peor?, promover a un estudiante que no lo merecía, o propiciar que muchos jóvenes salieran del sistema regular de educación con la posibilidad real de engrosar las filas de quienes no estudiaban ni trabajaban”.

Hace varios meses escribí sobre algunas  palabras con sufijo ismo que enferman la palabra y la acción, entonces tenía en la lista la del promocionismo y varios lectores me pidieron que lo abordara. El promocionismo adopta varias caras, aunque en este artículo me centraré en una de las más conocidas, la referida al pase de grado de los estudiantes como meta, no como consecuencia de haber demostrado el dominio de los contenidos y las habilidades mínimas inherentes.
Intentaré describir un marco teórico elemental que nos ayude a enfocar el tema para debatir y aprender.
La palabra promoción tiene varias acepciones:
·        Promoción 1/ Acción de promover. 2/ Conjunto de individuos que han obtenido un grado o empleo al mismo tiempo.
·        Promover 1/ Crear y fomentar alguna cosa. 2/ Elevar a alguien a un empleo o dignidad.
Se entiende por Promoción, la situación final del proceso de aprendizaje cursado por el estudiante, en el año lectivo correspondiente y que puede arrojar como resultado que el alumno repita o pase de curso.
Es muy difundido el concepto de promoción asociado a la mercadotecnia.
Por ejemplo: “Campaña publicitaria que se hace de un determinado producto o servicio durante un tiempo limitado mediante una oferta atractiva”.
Otro ejemplo, cuando alguien dice: “La promoción de ese producto fue excelente y ahora se está vendiendo mucho más que antes”.
También es muy usado para denotar la designación a un cargo de mayor jerarquía. Por ejemplo: “A Betina lo promovieron a Directora General del Grupo Empresarial INNOMAX”.
A los efectos de este artículo la promoción es entendida como el avance de estadios en un programa curricular determinado, tanto en la enseñanza general (primaria, secundaria y preuniversitaria) hasta la universitaria; así como en la de postgrado en su sentido más abarcador.
La promoción de los estudiantes está ligada con el de la evaluación y el modelo docente educativo.
Entonces el promocionismo lo interpreto como el predominio de  la decisión de promover sin que se hayan vencido los requisitos mínimos acordados.
Saltaré la enseñanza primaria, ya que nunca tuve la oportunidad de ejercerla, a no ser en el rol lego de padre cuando mi hijo transitó por ella.
La enseñanza secundaria y preuniversitaria si la viví intensamente como profesor y dirigente, por más de 10 años en la Escuela Vocacional Lenin, y en otras responsabilidades asignadas por el MINED y por el Comité Nacional de la UJC del que fui miembro desde 1972 hasta 1982.
Es posible que muchos de ustedes recuerden aquella batalla por alcanzar el 100 por ciento de promoción en las escuelas secundarias y en el preuniversitario. Se generó una emulación en que el indicador principal era el por ciento de promoción.
La evaluación del profesor estaba directamente vinculada a la promoción de sus alumnos. Esto generó algunos males, afortunadamente detectados y combatidos con energía y eficacia como el fraude en sus diversas manifestaciones. Fraude al permitir que los alumnos se fijaran de sus compañeros, o que llevaran anotaciones (los llamados chivos) a los exámenes; fraudes de los profesores al repasar el día antes de la prueba un texto muy similar al que pondría, o de calificar como aprobado a un alumno que no lo merecía, o la filtración de la prueba elaborada centralmente.
En varias ocasiones discutimos estos problemas en reuniones de órganos colectivos de dirección de la UJC en diferentes instancias (municipio, provincia y nación). Muchos nos cuestionábamos aquellos 100 por ciento de promoción generalizados. Recientemente en ocasión de la velada solemne en la Plaza de la Revolución en que rendimos homenaje póstumo a nuestro Comandante en Jefe, coincidí con un querido y destacado dirigente juvenil y luego del PCC en La Habana (Orestes Gispert) y rememorando aquellos tiempos supe de sus discusiones a muy alto nivel sobre este asunto del promocionismo.
En 1979 en una reunión del Comité Nacional de la UJC presidida por Fidel, se trató el asunto y tuve la oportunidad de expresar mis criterios.
Había una gran dicotomía, ¿qué era peor?, promover a un estudiante que no lo merecía, o propiciar que muchos jóvenes salieran del sistema regular de educación con la posibilidad real de engrosar las filas de quienes no estudiaban ni trabajaban y serían caldo de cultivo para la delincuencia juvenil.
Recordemos que se había producido una explosión en la matrícula de secundaria básica y faltaban maestros, lo que originó el surgimiento del Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, al que le rindo mi homenaje desde este espacio. Conocí y tuve el honor de contribuir a la educación de decenas de magníficos jóvenes que dieron el paso al frente al llamado de Fidel.
En los tiempos que corren el conflicto de la promoción docente se repite, pero como nadie se baña dos veces en el mismo río, las aguas son diferentes. Faltan maestros y algunos tienen una preparación deficiente. En algunas asignaturas se concede el aprobado sin haberla cursado, ya que no han tenido profesor como en el caso de idioma inglés. Tales decisiones son discutibles. Ya el MES adoptó una decisión a mi juicio sensata, aunque también discutible: que el aprendizaje del idioma sea una tarea del alumno y que en el momento requerido demuestre su dominio para alcanzar la promoción o titulación correspondiente.
Como en los tiempos en que Fidel hizo público el problema del fraude, durante su discurso en la inauguración de la Escuela Vocacional Federico Engels de Pinar del Río, hemos sido testigos de nuevas batallas sobre ese flagelo de la moral estudiantil y profesoral en los años recientes.
En el caso de la Universidad y en la enseñanza tecnológica, en que el graduado debe ir a ejercer la profesión estudiada, el promocionismo puede tener consecuencias muy graves cuando está en juego la vida de una persona o la seguridad de una construcción por citar dos ejemplos notables.
En estos casos se debe ser muy riguroso en la entrega del diploma que acredita la culminación de los estudios en los respectivos niveles.
También resulta de gran importancia la promoción en la educación de postgrado, principalmente en aquellas acciones que culminan en un diplomado, maestría, especialidad o doctorado.
Un asunto que debemos profundizar es el relativo a la cantidad creciente de egresados universitarios que promueven en la educación postgraduada y la solución efectiva y duradera de los problemas que enfrentan.
Sería interesante y espero que útil analizar los resultados diferidos en un tiempo prudencial. De esta manera estaríamos evitando que el promocionismo ataque a la educación de postgrado, cuyo principal objetivo ha de ser poner los conocimientos, habilidades y valores en función del desarrollo sostenible de nuestra sociedad, a la vez que propicie una vida plena en lo material y lo espiritual de cada trabajador.
Vale recordar la tríada del buen hacer: “Para hacer bien las cosas hay que saber, poder y querer hacer bien las cosas”.
El tema de la evaluación daría para un nuevo artículo, es algo en lo que considero debemos realizar una reingeniería consecuente en casi todos los niveles educacionales. Debemos concebir y aplicar un sistema evaluativo que viva de la filosofía de enseñar para que el educando aprenda y aplique, y no principalmente para que apruebe un examen.
Estoy consciente que hay varias aristas no abordadas, pero en aras de la brevedad y teniendo la certeza que ustedes como de costumbre enriquecerán mi análisis, aquí termino por ahora.

Director de formación y difusión del conocimiento de GECYT (Empresa de Gestión del conocimiento y la Tecnología).


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