Aunque hoy la agresividad publicitaria se empeña en vendernos
su uso del “deep learning” como nueva Biblia de las ventas, se trata de
un mecanismo de control tan viejo como la lucha de clases. Hoy se
publicita como el milagro de los sensores digitales que, por
ejemplo, registran movimientos musculares del rostro para detectar “emociones”
que interpreta con algoritmos, es una historia que recorre los sótanos más
ignotos de la inteligencia militar -de todos los tiempos- y la inteligencia
corporativa del espionaje empresarial y del reino de latifundistas del clero.
Merece una indicación aparte la burrada mercantil que pretende obtener
conclusiones lineales de un fenómeno tan completo y diverso como es el espectro
emocional en las culturas más diversas. En todo caso es ese el pecado originalrepetitivo,
hasta la náusea, en el negocio de publicistas urgidos de igualarlo todo para
dar lugar a la uniformidad cuantitativa de las mercancías. O dicho de otro
modo, es la lógica del vendedor que necesita muchos compradores enamorados de
la misma mercancía repetida, por y para las ganancias, más allá de la Cultura y
más allá de los individuos.
Para vender (muy cara) su lógica publicitaria han hecho todo género de
experimentos y todo tipo de malabares tecnológicos. Se trata de vender su “gran
poder” cognitivo y su destreza mercadológica para imponernos cualquier cosa con
el “argumento” de que ellos pueden saber qué piensa y qué siente “la clientela”.
Y sin soslayar su cinismo de espionaje (implícito y explícito) hacen de su
oferta también una mercancía que es realmente un delito al que se suma el
secuestro de información sin consultar y sin autorización de los involucrados.
Las leyes brillan por su ausencia porque la única ley que vale es la del
mercado.
Quieren que creamos, por ejemplo, que las expresiones humanas tienen
comunes denominadores emocionales estándar y legibles en puntos específicos del
rostro. Quieren que creamos que una sonrisa tiene iguales o similares cargas
emocionales sin explicar dónde ocurre en el espectro de todas las desigualdades
económicas, sociales, culturales e históricas. Tendrían que explicar su
“muestra”, su marco teórico, sus fundamentos y sus objetivos o intereses de fines
y de principios. Y deben hacerlo a la vista de todos porque la información
sobre el comportamiento de los “compradores” no les pertenece.
Especialmente el interés de los publicistas por las emociones tiene la
frontera del poder adquisitivo. Poco importa qué siente quien no tiene
capacidad de compra. Tampoco importa el que no tiene capacidad para decidir
sobre el presupuesto familiar. Se diga lo que se diga. Eso deja al universo de
los intereses por la emociones de mercado margen reducido de la población
mundial y con un descarte de género proclive al machismo. El capitalismo en
persona.
No es lo mismo “big data” que “deep learning” y estos no
se confunden con otros “paquetes” en el inventario posmoderno del relato
mercantil. Cada uno es sometido por la diversidad de intereses que desemboca en
uno solo que es el control de las masas al servicio de su esclavitud feliz,
creativa, rentable y hereditaria. Por “sæcula sæculorum”.
Así que no hay razón para creerles ni hay causales para rasgar las
vestiduras creyendo que estamos en un Apocalipsis por la dominación mediática
de “última generación”. Millones de personas todavía se confiesan en las
iglesias y millones van al psicoanálisis que no son menos mercado de emociones
que otros muchos. Con sus excepciones valiosas. No se trata aquí de negar
a ultranza los logros manipuladores conquistados por el “big data” y
todos los sucedáneos con su tecnología espectacular, ni de esconder
sus ventas o “prestigio”. Se trata de esclarecer en qué lado de la lucha de
clases opera para no llegar al equívoco de que se trata de un aporte noble y
“asexuado”
Así pues, algunos venden la “big data” o el “deep learning”
como si se tratase de verdades reveladas para seducir anhelos de dominación
conductual, ideológica y emocional. Sueño añejo de toda dictadura. Venden la
idea de que lo saben todo y de que ese saber es una llave maestra con la que,
así nomas, linealmente se puede dominar a las masas. Y han hecho todo tipo de
experimentos. Fundamentalmente mercantiles.
Algo similar a los que fue y es el recopilador histórico de información
llamado “confesionario”. Algo similar a los métodos de espionaje barrio por
barrio, taxi por taxi… La clase dominante lo ha sido también porque ha sabido
apropiarse y controlar la información en todas sus escalas cualitativas y
cuantitativas mientras los pueblos han sido sometidos a todo género de
chantajes, miedos y extorsiones para que provea “datos” sobre lo que son,
hacen, sienten, anhelan y sueñan. Desde el confesionario hasta el
psicoanálisis.
Pero el discurso tecnológico en su fase digital embriaga a muchos y los
convierte en clientes de falacias a granel. Hacen pasar por saberes “avanzados”
viejas manías de archivo cuya conquista principal es la facilidad para mover
masas se información a gran velocidad. Pero eso no las convierte el
irrefutables. Por más seductor que suene un “estudio” que hubiere
registrado a gran velocidad movimientos musculares en los rostros de 4 millones
de personas, el hecho cuantitativo no es suficiente para obtener de ahí conclusiones
verdaderas. Menos si las hermenéuticas están infectadas de origen por la lógica
de la mercancía y su plusvalía. Muchos espejitos de vidrio no son la realidad
por más que brillen bonito a los ojos de los mercaderes.
El universo emocional de los seres humanos ha sido ambicionado por todo
tipo de audacias “controladoras”. El modelo de dominación recurrente ha sido la
inducción de miedo en variedades insondables y los éxitos reportan resultados
desiguales y combinados. Miedo a lo visible y a lo invisible, miedo a lo
subterráneo, lo terrenal y lo extraterrestre. Miedo al mar, al cielo y a
los desiertos. Miedo al microcosmos y al macrocosmos. Miedo al yo interior y
miedo a todos los seres humanos. Miedo en todas sus presentaciones y
dosificaciones. Miedo pasado, presente o futuro. Miedo, incluso, por las dudas.
Miedo a la clase trabajadora consciente y organizada.
Y desde luego las emociones humanas también ofrecen filones mercantiles
muy jugosos porque uno de los miedos burgueses -por antonomasia- es no poder
controlar lo que piensan y sienten los pueblos. Por eso proliferan los inventos
tecnológicos y la saliva para venderlos. Por eso cunden los nuevos mitos del
“ultra poder” de la cibernética en la fase en que se nos presenta como el nuevo
demiurgo armando con ultra-sensores capaces de saber, a mañana, tarde y
noche, dónde estamos, qué hacemos y qué nos place o displace. Eso incluye a los
teléfonos “inteligentes”, los ordenadores de nueva generación, los televisores
inteligentes y las cámaras de vigilancia.
Para que ese mito mercantil funcione a plenitud publicitaria, y se cobre
mucho dinero por eso, ha sido necesario legitimar de facto el espionaje. “Big
brother”, cámaras de vigilancia, organismos de inteligencia… y todo género
de intromisión en la vida nuestra hasta llegar al punto de una nueva adicción
narcótica basada en espiar a todo mundo mientras somos espiados con en buena
parte de las redes sociales. Hay que expropiar integralmente toda esa
estrategia de recolección y ofensiva con la información; desnudar sus mitos de
mercado y producir una Revolución Ética (como proponía Adolfo Sánchez
Vázquez) y a la vista de todos reelaborar sus aportes y sirva como herramienta
para conocernos mejor en igualdad de oportunidades y principalmente de condiciones.
La próxima vez que llene usted un formulario de trabajo, de escuelas o
de bancos. La próxima vez que responda a encuestas telefónicas breves o largas…
la próxima vez que ponga “like” o “emoticones” sonría “lo están
filmando” para hacer negocio con toda la información que uno provea. Eso no
implica que ya tengan dominada a toda la especie humana. Grandes Revoluciones
están en marcha.
Por: Fernando Buen Abad Domínguez
Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/El-gran-negocio-de-las-emociones-20170517-0003.html
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