¿Cuál es el significado de “vocación por la
docencia”? ¿Cómo se expresa? ¿Ha cambiado la narrativa vocacional docente? ¿Cuál
ha sido su evolución en los últimos años? ¿Cuáles han sido los esfuerzos
profesionalizantes? ¿Qué tipos de "vocaciones se expresan en la actualidad"?
Es probable que los lectores de este artículo sean o hayan sido
docentes. Para introducirlos en lo que este texto aborda, los invitamos a
responder a dos preguntas. En primer lugar, ¿por qué es docente en la
actualidad?, y ¿por qué eligió el trabajo de enseñar como campo laboral para
“ganarse la vida”? Si no lo son y no lo han sido, valen ambas preguntas para
cualquiera que sea la profesión que desempeñen. La primera pregunta tiene que
ver con el presente y con seguridad el que la haya respondido tuvo que hacer
una mirada evaluativa sobre sí mismo en relación con el trabajo que desempeña y
las condiciones en las que lo realiza. La segunda remite al pasado, a un
momento en la vida en que se decidió que la docencia era una posibilidad cierta
y deseable para el propio futuro laboral.
Con seguridad, si son docentes pueden aparecer respuestas como “me
gustan los chicos”, “me gusta enseñar” o “considero que la educación es una
herramienta para la transformación social”, entre algunas de las tantas
posibles. Cualquiera que sea el tipo de respuesta que haya dado el lector, nos
introduce en el tema que abordaremos: la vocación docente. ¿Qué es la vocación?
¿Qué significa “tener” una vocación vinculada a un campo laboral? ¿Cuáles son
las características de la vocación docente?
En este artículo intentaremos dar algunas respuestas a las preguntas
formuladas previamente. Nos centraremos en la vocación de maestros y maestras
de nivel primario de Argentina. Hacemos esta aclaración pues consideramos que
los núcleos significativos del discurso vocacional de docentes de otros niveles
tienen otras características, diferentes a las de los individuos que eligen el
nivel primario como ámbito de desempeño profesional.
Algunas
precisiones
El término “vocación” proviene del vocablo latino voco, que significa
llamar. En términos laborales se entiende su utilización en relación con un
relato interno de los individuos que se asocia a un “llamado” para asumir el
desempeño de un tipo particular de trabajo. Veamos el relato de una maestra
primaria:
Desde muy chiquita me gustó ser maestra. Jugaba con mis hermanos y fue
una elección que sostuve a lo largo del tiempo. Nunca cambié, siempre me gustó
eso de poder darles a otros, cosas que yo ya tenía. Sabía que me atrajo siempre
eso de poder ayudar al otro, acompañarlo. Por eso quería hacer el profesorado.
Esta docente menciona que desde chica supo que iba a ser maestra; en
tal sentido, expresa una definición temprana de la profesión elegida para su
futuro laboral. Un relato que si bien tiene tonos personales no es individual,
sino social.
Las narrativas vocacionales son discursos asociados a determinados
campos laborales y con características particulares en cada uno de ellos. Es
casi una obviedad poner de manifiesto que lo expresado por la maestra será muy
distinto al discurso de, por ejemplo, una ingeniera. Pero a ambas las unirá el
ser portadoras de una narrativa vocacional que las constituye en tanto es un
discurso para sí mismas y, a la vez, para los demás cuando este tipo de discursos
se hace público. Tal como sostiene Tenti Fanfani, el magisterio tiende a ser
tan vocacional como la medicina, la ingeniería o el derecho, aunque advierte
sobre la existencia de indicios de que la vieja idea de vocación está más
presente todavía hoy entre los maestros que en el resto de las ocupaciones
modernas.
La narrativa vocacional laboral es, así, parte constitutiva de la
identidad de enormes masas de individuos modernos. “Soy enfermera por tales
motivos” y “elegí serlo por cuales otros” son enunciaciones a través de las
cuales una mujer de la modernidad puede explicarse una parte relevante de lo
que es, explicársela a los demás y, también, ser explicada por otros.
Vale aclarar que no todos los campos laborales ofrecen y exigen a quienes
los ocupan un tipo particular de vocación. Los profesionales liberales
clásicos, como abogados, médicos o ingenieros, se configuran en tanto se
adscriben a alguna forma discursiva vocacional. También la portan otros tipos
de trabajos, como docentes, enfermeros, policías, militares, periodistas, entre
otros. Sin embargo, una empleada doméstica o un recolector de residuos con
seguridad no pondrán de manifiesto ningún tipo de relato vinculado con una
positiva elección o una particular “realización vocacional” en el desempeño del
trabajo que realizan.
El discurso vocacional se vincula con campos laborales que fueron
adquiriendo ciertas particularidades al calor de la división del trabajo
moderno. Desde hace aproximadamente dos siglos, el mundo del trabajo tendió
hacia una enorme fragmentación y especialización, proceso que constituye uno de
los pilares del orden social contemporáneo. Esta especialización se sostuvo en
el requerimiento de formaciones cada vez más extensas y titulaciones para
ocupar ciertos puestos laborales. Por otra parte, muchos trabajos de baja calificación
quedaron fuera de este proceso.
La idea de vocación es imprescindible para distribuir a los individuos
de una sociedad entre los múltiples tipos de trabajos-empleos existentes. Así,
este discurso articula un mundo laboral caracterizado por su enorme diversidad
y especialización con una parte importante de los individuos que componen una
sociedad. Resaltamos el término parte pues, tal como ya afirmamos, no todos los
campos laborales ni todos los puestos de trabajo exigen una vocación. Max Weber
metaforiza a la vocación laboral de la modernidad como un llamado de tipo musical
a través del cual los individuos deben seguir y elegir el sonido o valor más
afín a su interioridad (Weber). De esta manera, se pone de manifiesto el
proceso de individuación constitutivo de la etapa moderna por el cual es
posible un marco relativamente amplio de autonomía y capacidad autorreflexiva
para la elección y posterior desempeño de un tipo particular de trabajo
(Torterola). Nuevamente, para no caer en perspectivas de una ilusoria
distribución igualitaria de los sonidos musicales, se debe aclarar que la
música vocacional no suena para todos por igual. Sus tonalidades están
atravesadas por determinaciones de clase, género, edad y etnia.
Tipos de
narrativas vocacionales de maestros en el nivel primario
Enunciaremos a continuación tres tipos de narrativas vocacionales que
portan los maestros de nivel primario. En tanto las portan son para sí mismos y
para los demás. Pueden ser hechas públicas y, en general, no recibirán
impugnaciones relevantes de los colegas ni de la mayoría de los integrantes de
En tanto es una modesta y breve tipología analítica, no se asume que
contenga la totalidad de los tipos discursivos vocacionales que circulan en la
esfera laboral de la docencia de nivel primario. Con esto sólo pretendemos
señalar algunos de sus rasgos característicos:
1. El amor por los niños: un tipo de discurso vinculado con el amor, el
cariño y el cuidado de los niños.
Y me gustan los
chicos, disfruto de estar todo el día con ellos.
…pondría
alegría, tenés que estar bien con los chicos; pondría amor, porque los chicos
responden al cariño que vos les das. Yo tengo nenes que son súper cariñosos
porque yo lo soy con ellos; ayer, por ejemplo, fue la jura a la bandera, y
venían todos a abrazarme. Tenés que tener mucha sensibilidad para darte cuenta
qué le va pasando a cada uno; los chicos ahora tienen muchos conflictos, tenés
que saber darte cuenta lo que los chicos necesitan.
El gusto por los niños, el disfrute que significa su compañía, el amor,
el cariño, los abrazos, los sentimientos, el saber qué necesitan, son algunos
de los elementos discursivos vitalmente afectivos que sostienen este tipo
vocacional.
2. La pasión por enseñar: o, expresado en una forma menos emocional, la
centralidad de la
enseñanza. El relato vocacional se centra en un gusto o
placer por la tarea de transmitir conocimientos y habilidades diversos.
Siempre me
gustó enseñar, ayudar a los demás a comprender las cosas; de hecho, antes de
recibirme preparé a muchos chicos para el ingreso al secundario cuando debían
rendir un examen, que actualmente ya no se rinde.
3. La transformación social: un tipo de discurso de tonalidades más
políticas asociado a la liberación y emancipación social e individual o la
formación de ciudadanos críticos y autónomos.
Elegí ser
maestra por un tema social, porque sé que la educación es un factor importante
en la sociedad y es un ámbito transformador y de cambio; fundamentalmente por
eso. Siempre me ocupé de los temas sociales.
Estos tres tipos no se dan en forma pura en cada uno de los maestros y
maestras. Se pueden combinar en complejas hibridaciones que siempre tienen un
núcleo que hace eje en alguna de las tres. Es evidente que algunos sentidos
vocacionales que se encuentran en otros campos, como el poder, un estatus
social elevado o importantes ingresos, no están presentes de manera hegemónica
—diríamos que son residuales— en el campo del trabajo de enseñar. Si bien
ciertas motivaciones que se podrían adjetivar como “interesadas” no son
enunciadas por los docentes ni para sí mismos ni para los demás, sostenemos un
cuarto tipo de narrativa vocacional que califica “a otros docentes que, por
supuesto, no soy yo”. Aparecen así otros docentes motivados por un salario
seguro, largas vacaciones, hasta hace poco tiempo con una formación inicial
breve, entre otras características consideradas espurias. Como sostiene Dubet,
los tres tipos presentados en primer término son honorables, mientras que los
mencionados en este párrafo son considerados como “un poco sucios”.
¿Han cambiado las narrativas vocacionales de los docentes?
Podemos sostener que los tres tipos de relatos vocacionales se han
mantenido estables en su potencia constitutiva de las identidades laborales
docentes desde la consolidación de los Estados nacionales educadores.
Tampoco han cambiado ciertos sentidos con fuerte presencia histórica,
tales como que “docente se nace”.
Es lo que quise
ser siempre, desde chiquita; me recuerdo jugando a la maestra, siempre mis
hermanas y amigas eran las alumnas. Cuando volvía de la escuela me encantaba
imitar a mis maestras.
Hay docentes
que no necesitan conocimientos pedagógicos. Yo opino que es intuitivo, que es
necesario indagar para ser fiel a lo que uno quiere enseñar.
Alliaud sostiene que la tradición normalista argentina formó maestros
ejemplares. Así, la profesión docente surgió priorizando cuestiones del ser y
no del saber, otorgándole suma importancia a la presencia de condiciones
naturales. Según documentos de época citados por la mencionada pedagoga, “un
verdadero maestro ha de reunir una serie de condiciones, innatas unas,
adquiridas las otras” (Alliaud).
Este énfasis puesto en la personalidad de los educadores posibilitó el
desarrollo de una doctrina de la salvación que también sigue presente en muchos
maestros de nivel primario.
Elegí ser
maestra porque realmente me parece que la educación es lo único que puede
ayudar a salvar un país, o que un país salga adelante. Creo que sin educación
cada vez vamos a estar peor.
La vocación, en
tanto llamada interior innata en la que no juegan elementos racionales, supone
sacrificio, consagración, abnegación por una causa trascendente, la más noble
de las misiones. “No importan las condiciones materiales y sociales en que se
desarrolle la tarea.
Cuanto mayor sea la entrega, el sacrificio, el desinterés,
mayores serán los reconocimientos simbólicos” (Alliaud).
Sostenemos que ciertos discursos vocacionales que configuraron las
identidades laborales de los maestros de nivel primario desde los inicios de la
profesión siguen vigentes. El relato vocacional que portan estos docentes
mantiene rasgos asociados al sacrificio personal y a la salvación de otros o el
portar de manera innata ciertos rasgos de personalidad, de carácter.
El lugar de lo técnico, del saber hacer sostenido en teorías pedagógicas
formalizadas, no es algo que se destaque particularmente.
Para poder
enseñar es clave poner mucha alegría, tenés que estar bien con los chicos;
pondría amor, porque los chicos responden al cariño que vos les das. Yo tengo
nenes que son súper cariñosos porque yo lo soy con ellos. Ayer, por ejemplo,
fue la jura a la bandera, y venían todos a abrazarme. Dedicación, mucha
dedicación, muchas ganas de estar con ellos, de trabajar con ellos. Además,
mucha paciencia; tenés que tener mucha paciencia, mucha capacidad de adaptación
a los distintos grupos de chicos que vas a tener. Tenés que tener mucha
sensibilidad para darte cuenta qué le va pasando a cada uno; los chicos ahora
tienen muchos conflictos, tenés que saber darte cuenta de lo que los chicos
necesitan.
Alegría, cariño, amor, dedicación, paciencia, sensibilidad, son
capacidades emocionales que son claves para esta maestra para poder enseñar. El
relato vocacional que constituye núcleos relevantes de la identidad laboral se
sostiene más en virtudes y rasgos de la personalidad que en competencias
técnicas.
El trabajo de enseñar se ha caracterizado en los últimos cuarenta años
por un lento pero sostenido cambio tendiente a su profesionalización. Las “viejas”
escuelas normales se fueron convirtiendo en profesorados. Ya no se utiliza el
término “maestro” en los títulos que habilitan para desempeñar tal labor; su
título es el de “profesores para la enseñanza primaria”, suponiendo una mayor
profesionalidad del carácter profesoral. Los años de formación han aumentado
hasta los cuatro del presente. Los discursos formativos se han
hiperespecializado, complejizado, apostando a dar mayores herramientas técnicas
y políticas a los maestros. Sin embargo, las narrativas vocacionales que, al fin
y al cabo, expresan cómo viven el trabajo los maestros dan cuenta de haber
permanecido relativamente estables.
Sin embargo, es posible observar un cambio relevante que no es específico
del campo laboral docente, sino que pone de manifiesto una transformación
profunda en el mundo del trabajo en general. El normalismo, en tanto poderoso
núcleo discursivo de formación que fue hegemónico durante gran parte de nuestra
historia moderna, atravesó los tres núcleos identificados con un mandato
laboral muy poderoso: el deber. “Debo amar a los niños-alumnos”, “debo enseñar
siempre bien” o “debo transformar a la sociedad enseñando” podrían ser la
traducción simplificada de los mandatos vocacionales expresados en términos
individuales que produjo esta poderosa operación discursiva estatal. De tal
manera, el “maestro apóstol” conformado por un sentido vocacional sagrado —casi
un sacerdote laico—, fuertemente asociado al deber, se puede identificar
adecuadamente con la metáfora masiva del “ejército de maestros patrioteros”. Es
decir, enormes masas de maestros y maestras con discursos semejantes que podían
rápidamente ponerse de acuerdo en una organización relativamente simple, como
es la escuela, para construir la Nación.
Nuestro presente está signado por un mundo laboral en el que el “deber”
se encuentra en declive. El deber, el sacrificio, lo sagrado y lo apostólico
del discurso vocacional aparecen tensionados por un desempeño laboral más
asociado al placer, el goce y la realización personal.
Me divierto, me
divierto; no es para mí una carga. Yo me divierto. El día que no me divierta,
que diga: “Uh, qué pesado, qué mal esto, no me gustan los chicos”, largo… no
tiene sentido; no tiene sentido hacerlo.
Pero me
divierto, la paso bien. Trato de encontrarle la vuelta para que la pasemos bien
juntos.
Fundamentalmente,
me da placer el contacto con los chicos, y como te vuelvo a decir esa ida y
vuelta de afecto y verlos avanzar es otra de las cosas que me gratifican a
diario.
El gusto o el placer por enseñar son formas nucleares históricas del
relato vocacional del magisterio. No es algo nuevo o de la época. La situación de
época es la declinación de ciertos continentes colectivos sólidos y un proceso
de individuación poderoso. Descolectivización e individuación son fenómenos
descritos por mucha bibliografía de los últimos veinte años. En el campo del
trabajo-empleo, particularmente en sus formas más profesionales, han ganado
fortaleza los discursos que exaltan la realización de uno mismo en el puesto de
trabajo. En el particular campo del trabajo magisterial, empiezan a aparecer
docentes que ya no se sacrifican, se realizan. Antelo manifiesta que la
realización del yo en el profesorado desplaza a la entrega a una causa
superior.
En el trabajo sobre los otros —docentes, enfermeros, asistentes
sociales— sigue operando el compromiso personal, pero hoy también juegan con
potencia valores individualistas y narcisistas. La vocación, tal como sostiene
Dubet, abandonó el cielo místico y los eslóganes colectivos para anidarse en
las exigencias más profundas de cada individuo.
A modo de
cierre
En este breve artículo de carácter ensayístico tratamos de describir
algunas características del discurso vocacional de los docentes de nivel
primario. Somos concientes de que es un texto de una extensión limitada para
abordar la complejidad del tema que nos convoca. También asumimos que cierto
nivel de generalización en el discurso es acorde con un ensayo, pero que la
investigación rigurosa puede y debe aportar más saberes para comprender
¿Por qué la “música vocacional” que convoca a ser docente del nivel
primario suena más a los oídos de mujeres que de hombres? Sabemos que hablar de
vocación, particularmente de la docente, no cuenta con “buena prensa”. En
ciertos ámbitos académicos y gremiales del campo pedagógico no es un término
que se enuncie con simpatía. Pero afirmamos que esto no es así entre los
propios docentes. En una plática cualquiera en la sala de profesores no es
extraño que cualquier maestro remita a los motivos que lo llevaron a elegir el
trabajo de enseñar y los que en el presente sostienen su labor. Además, es muy
probable que no sea impugnado por sostener lo que enuncia. Más bien, es posible
que los significados de sus enunciados vocacionales sean comprendidos y
compartidos por los participantes de la charla.
Los esfuerzos profesionalizantes de las políticas docentes y múltiples
prédicas de tipo gremial parecen haber producido poca mella en los núcleos
discursivos históricos que han constituido el campo laboral de la docencia
primaria. Éstos son adquiridos por los futuros maestros y maestras en el largo
proceso de socialización profesional, que se inicia en su propia
escolarización. Estas marcas constitutivas de la propia identidad laboral
docente parecen ser muy resistentes a todos los discursos formalizados de los
múltiples procesos formativos que atraviesa un docente a lo largo de su desarrollo
profesional.
Por último queremos señalar un problema que nos preocupa. Si en el
discurso vocacional docente se hacen dominantes los significados relacionados
con la satisfacción personal, el placer narcisista o la autorrealización en el
trabajo —ya muy difundidos entre profesionales liberales o en trabajos ocupados
por individuos de clase media de alta calificación— será muy difícil que enormes
masas de “semiprofesionales” docentes encuentren satisfacción en tareas de
relativa baja remuneración, condiciones laborares o estatus asociados muchas
veces deficientes en comparación con otros campos. El malestar de la docencia
irá in crescendo si la vocación no puede significarse en valores
ético-políticos que se enmarquen en proyectos sociales amplios que imaginen y
pugnen por la construcción de sociedades que, al menos para este autor,
deberían ser justas e igualitarias.
Extraído de
Breve ensayo sobre la vocación de los maestros y maestras en Argentina
Gustavo Mórtola. Didac 59 (2011): 37-43
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