Si el ideal que movilizaba el desarrollo de la informática
era la inteligencia artificial (lograr que una máquina sea tan inteligente o
incluso más inteligente que el hombre), hoy en día, el ideal lo constituye la
inteligencia colectiva. Ésta es definida
por Pierre Lévy como “la valoración, la
utilización óptima y la sinergia de las capacidades, las imaginaciones y las
energías intelectuales, sea cual sea su diversidad cualitativa y su ubicación”.
Lograr ello implica necesariamente “un uso compartido de la memoria, la
imaginación y la experiencia, la práctica vulgar del intercambio de
conocimientos y la introducción de nuevas formas de organización y coordinación
flexibles y en tiempo real”.
El desarrollo de los procesos de inteligencia colectiva:
conlleva al cuestionamiento de diversos poderes; permite una mejor apropiación
de los cambios técnicos por parte de los individuos y los grupos; ayuda a
contrarrestar los “efectos excluyentes o humanamente
destructores” que trae consigo “la
aceleración del movimiento tecnosocial”.
La inteligencia colectiva es, en un primer sentido, el
resultado del ciberespacio y, en un segundo sentido, el motor éste. En el
primer sentido, el ciberespacio facilita un entorno propicio (accesibilidad e
interconectividad que permite interactividad en tiempo real) para el desarrollo
de la inteligencia colectiva. Sin embargo, dicho desarrollo puede ser frenado
cuando existe la tendencia a defender un determinado poder y a favorecer la
rigidez institucional, o cuando existen modos de inercia de la mentalidad y de
la cultura, en cuyo caso se daría lugar “a
un uso social de las nuevas tecnologías mucho menos positivo según criterios
humanistas”. Por ello no puede esperarse que la cibercultura garantice en
sí misma la presencia de formas de inteligencia colectiva.
En el segundo sentido, una vez “algunos procesos de inteligencia colectiva se desarrollan efectivamente
gracias al ciberespacio, tienen notablemente por efecto acelerar de nuevo el
ritmo del cambio tecnosocial, lo que hace tanto o más necesaria la
participación activa en la cibercultura si uno no quiere quedarse atrás, y
tiende a excluir de manera aún más radical a aquellos que no han entrado en el
ciclo positivo del cambio, de su comprensión y de su apropiación”. En
síntesis, “por su aspecto
participativo, socializante,
abierto y emancipador, la inteligencia
colectiva propuesta por la cibercultura constituye uno de los
mejores remedios contra el ritmo desestabilizador, a veces excluyente, de la
mutación técnica. Pero, con el mismo movimiento, la inteligencia colectiva
trabaja activamente en la aceleración de esa mutación”.
Extraído de
Ciberespacio, Educación y cultura escrita
Algunas reflexiones sobre el libro de Pierre Lévy
“Cibercultura. La cultura de la sociedad digital”
Giovanna Carvajal Barrios
Profesora Escuela de Comunicación Social
Universidad del Valle
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