sábado, 12 de mayo de 2012

Educación y valores

¿Debemos reflexionar sobre cómo debe actuar un docente en solitario, o situarlo en un contexto? ¿Qué importancia asignamos a los “contenidos transversales”? Es evidente que una escuela, para poder funcionar adecuadamente, necesita de esos contenidos, fuertemente relacionados con la ética. Cabe entonces preguntarnos ¿Cómo debe influir la escuela en la sociedad?



Es difícil definir cómo es el mundo de hoy. Algunos hablan de que nuestra época puede denominarse como “neoliberal”, “globalizada”, “posmoderna”. Pero más allá de encontrar un nombre bajo el cual pueda agruparse la pluralidad de pensamiento, de formas de ser y de vivir nuestro complejo presente, sería más interesante discutir y hallar propuestas para enfrentar en nuestras aulas la realidad.

El escenario es complejo, día a día nos enteramos por los medios masivos de comunicación de sucesos como secuestros, corrupción, conflictos por el uso del agua, por la explotación de la tierra, tremendas desigualdades sociales en los niveles de vida y bienestar, etc. Parece que, al menos en el ámbito escolar, poco a poco se va perdiendo la capacidad de asombro ante hechos como los descritos, que son como un botón de muestra de la complicada problemática social. Aunado a esto, es frecuente escuchar el discurso de la crisis de valores o pérdida de valores, muy probablemente como respuesta al desconcierto ante este panorama. Más bien, debería hablarse de que los valores con los que fueron educadas las generaciones anteriores no pueden encajar con la situación prevaleciente.

Por otro lado, se ha afirmado que la escuela ha sido rebasada por la realidad, pues lo que en ella se enseña no tiene relación con el mundo de la vida. Los fenómenos de desarticulación de las generaciones jóvenes en relación con la sociedad, de la pérdida de referentes, de la violencia en diversas manifestaciones, se ven hoy como el más grande desafío de los sistemas educativos, de los aparatos culturales y de las sociedades. (Fuentes M.)

Esto implica, indirectamente, que la educación ha perdido también el rumbo, es decir, si la complejidad de la realidad ha superado las expectativas y la escuela no es capaz de responder a ello, la educación tendría también que redefinir sus fines. ¿Hacia dónde tiene que dirigirse la educación para reencauzar a la escuela? Una alternativa a este desafío es plantear un concepto normativo de educación: Educar debe ser una acción social justa, porque equitativa y solidariamente busca socializar mediante el conocimiento legitimado públicamente. (Cullen).

Concebida así, la educación, se liga con su trasfondo ético, pues la socialización del individuo implica la formación de un ciudadano que sea capaz de responder a las demandas personales y culturales que el medio le plantea mediante la coherencia entre el juicio y la acción, atendiendo a criterios solidarios, justos, igualitarios y libertarios que la sociedad demanda para superar los problemas que nos aquejan e iniciar la construcción de una comunidad humana mejor. Debido a que la legitimación del conocimiento se da a través de prescripciones curriculares, se propone que éstas se impregnen de contenidos ético- valorales, en el marco de una ética de mínimos, como la que plantea Adela Cortina, centrándose en el desarrollo de la personalidad moral.

Los valores son, finalmente, la fuente, el modelo y el fin que debieran sustentar todo proyecto educativo. Se conciben como  “... aquello que hacen que el hombre sea. Uno es en función de sus valores, es decir, de aquello a lo que se decide dedicar la vida y de la forma como se quiere vivir. Es así como un valor mantiene a las cosas juntas y, a la persona, íntegra y comprometida.” (Rugarcía) La ética, para que pueda atender a las necesidades del ser humano, ha de ser flexible y abierta para que se adecue a las situaciones complejas y cambiantes. Desaparecida la fe en la mano invisible, disipada la creencia en las leyes escatológicas de la historia, debemos abogar por éticas inteligentes y aplicadas que estén menos preocupadas por las intenciones puras que por los resultados benéficos para el hombre, menos idealistas que reformadoras y menos adeptas a lo absoluto que a los cambios realistas. (Lipovetsky)

La transversalidad es un enfoque que retoma el tipo de valores arriba descritos, dentro de una ética como la que propone Lipovetsky. La transversalidad permea el currículo introduciendo ciertos valores, actitudes y habilidades para orientarlo y conseguir ciertas finalidades.

Para entender qué es la transversalidad hay que llegar el trasfondo que subyace al currículo, es decir, a las teorías educativas, filosóficas, epistemológicas y políticas que lo sustentan. Dichas teorías definen qué contenidos se enseñarán, qué fines (valores) se persiguen, bajo qué metodología, qué perfiles del docente y del alumno se requieren, etc. Todos estos elementos son reflejados en el currículo de una institución escolar y se concretan en los planes y programas de estudio.

La transversalidad es precisamente un enfoque que vincula las finalidades de la educación con los temas y problemas importantes que aquejan a la sociedad: . . . podría entenderse como una condición educativa que hace posible una mirada holística al proceso educativo, con penetración en su sentido. El para qué de la acción educativa es su núcleo de reflexión. . . Es una nueva forma de entender la educación, el currículum desde un posicionamiento crítico ante la realidad. . . La importancia de la transversalidad radica en su contribución al fortalecimiento de la dimensión ética, política, axiológica de los procesos educativos, así como a la activación de la potencialidad de éstos para coadyuvar al desarrollo, sostenible.

Un enfoque transversal con orientación ética y social retoma el sentido humanístico y global que necesita la educación actual. La escuela, entendida como el espacio de concreción del currículo, debe convertirse en una alternativa para entender la compleja situación presente, no sólo del entorno local inmediato, sino de nuestro mundo; para construir un marco reflexivo que proponga los valores necesarios para hacer frente a los problemas que nos rodean y que conduzcan al compromiso y, por qué no, a la acción.




Autora
IRAZEMA EDITH RAMÍREZ HERNÁNDEZ
Escuela Normal Superior Veracruzana “Dr. Manuel Suárez Trujillo”, México
Extraído de
Revista Iberoamericana de Educación
ISSN: 1681-5653
n.º 55/2 – 15/03/11
Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI-CAEU)


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